Petro tiene dos posibilidades: o entender, de una vez por todas, que lo que se juega en Colombia no es un número de votos, sino la vida de un país desangrado, ofendido y humillado por décadas; o seguir con la sempiterna costumbre de la oligarquía que, como veleta, cambia a donde haya más voticos.
Las intervenciones que ha dado Gustavo Petro sobre la elección de la fórmula vicepresidencial han creado más confusión que claridad. En una reciente entrevista en Blu Radio (01/03/2022), dijo el precandidato que la segunda persona que quedase en la consulta interna del Pacto Histórico sería la “opción preferencial” a la vicepresidencia (usando una expresión que recuerda a la “opción preferencial por los pobres” que usó la Iglesia Católica), pero esta “opción” no es una garantía total y puede que no suceda, pues es posible que se conforme un “Frente Amplio” del Pacto Histórico con el Partido Verde y el Partido Liberal.
En plata blanca, lo que esto significa es que si Petro gana la consulta y Francia Márquez queda de segunda, que es lo más probable según las encuestas, ella no sería inmediatamente la fórmula vicepresidencial, sino que habría que esperar a lo que digan verdes y liberales. Y aquí hay que tener cuidado, porque “verdes” no significa aquí la gente que ya está con Petro, sino los sectores de derecha y centro derecha, reacios a cualquier cambio serio en Colombia, que están en el Partido Verde. De la misma manera, “liberales” no significa la base liberal que defiende la paz y la historia de pasadas luchas de este partido, sino los sectores más cercanos a César Gaviria y que, en las elecciones pasadas, apoyaron a Duque. Es decir, este “Frente amplio” sería tan amplio que hasta cabrían sectores altamente reaccionarios y clientelistas.
Lo anterior abre la siguiente disyuntiva: o (1.) Francia Márquez es fórmula vicepresidencial y Petro cumple la palabra empeñada desde un comienzo; o (2.) esta fórmula se le dará a un sector de derechas, sin compromiso con la paz ni con los cambios que necesita Colombia. El problema no es que Petro hable con la derecha; el problema yace en que su posible vicepresidenta/e, en caso de ser presidente, no sea una persona que luche por cambios en este país, sino un politiquero más, de los que siempre han gobernado y que cada cuatro años se acomodan al mejor postor.
Petro habla de luchas comunes y encuentros ideológicos con el Partido Liberal, pero lo que le importa es asegurarse una estabilidad electoral en términos de maquinaria. Esto es profundamente preocupante, porque claramente las elecciones hay que ganarlas, pero no a cualquier costo. De ganar con el apoyo de César Gaviria, Petro sería como el soldado que, ansioso de ganar la guerra sea como sea, se pasa a las filas enemigas cuando ve que ellas tienen más posibilidades, porque lo que le importa no es “quién”, ni “cómo” se gana, sino simplemente ganar. Ganar por ganar ha sido la lógica de la política tradicional en Colombia, que ha causado muerte, dolor y decepción política. En las pasadas elecciones presidenciales, el 47% de la población no votó. Es decir, casi la mitad del país no vio en las elecciones presidenciales un evento importante para la vida del país; ahora, si a este porcentaje le sumamos la gente que votó solo por votar, la gente que vendió el voto o los que votaron sólo porque el patrón los obligó, tendremos la realidad que a la mayor parte de la población en Colombia ni le va ni le viene lo que sucede con la política electoral. Y esta es una posición completamente entendible, cuando vemos que la política deja de ser un escenario de lucha entre diferentes formas de vivir y entender la vida, para ser un cálculo electorero, centrado en las frías aguas del cálculo egoísta.
Petro tiene dos posibilidades: o entender, de una vez por todas, que lo que se juega en Colombia no es un número de votos, sino la vida de un país desangrado, ofendido y humillado por décadas; o seguir con la sempiterna costumbre de la oligarquía que, como veleta, cambia a donde haya más voticos. Si asume la primera opción, que es la única que es éticamente rescatable, entonces mantendría la palabra y apoyaría y respetaría a Francia Márquez, bien como candidata, si gana o bien como fórmula vicepresidencial, si queda de segunda.
Si asume la segunda opción, sería muy difícil para muchas personas, y en ellas me incluyo, seguir apoyando a Petro y votar por él para la presidencia. La desilusión sería grande. ¿Para qué votar por un candidato que igual va a ganar, pues estaría apoyado por los mismos de siempre? ¿Para qué sumar un voto digno, trabajado, honesto con una maquinaria electorera, como la de César Gaviria o Luis Pérez? Mucha gente dejaría de creer en Petro como alternativa, pues sería él un candidato más, como cualquier otro que cada cuatro años toma un partido diferente, para asegurarse algún ministerio, algún contrato.
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Petro puede estar sacrificando votos limpios y dignos por una masa de votos ofrecidos por políticos tradicionales. Es decir, sacrificaría un apoyo democrático y consciente por un número de votos que vendrían no de personas esperanzadas, sino de ciegos burócratas de partido, de ciegos seguidores del político de turno y la moda electoral. El problema no es tener o no tener el apoyo de “verdes y liberales”, el problema es que, por ganar unas elecciones, se pierda la ética democrática. En caso tal de ganar Petro con políticos tradicionales detrás de él, no ganaría la democracia sino la politiquería; es decir, ganarían los mismos de siempre. La democracia no son elecciones únicamente, sino la forma en que se hacen las elecciones: unas elecciones ganadas por estructuras de millonarios, clanes políticos y promesas de ministerios no son unas elecciones democráticas, sino una forma más de la dictadura de la corrupción.
En Colombia, hay gente que ha arriesgado y ha dado su vida precisamente por hacer política y no politiquería. Hay y ha habido gente que ha luchado de manera digna, al lado de las y los olvidados de la historia y el Estado. ¿Dónde quiere estar Petro? ¿Con los que siempre han gobernado y tienen a este país lleno de cadáveres, o con la gente que quiere cambiar nuestra realidad de muerte? Él habla de un “pacto por la vida”, ¿pero por cuál vida? ¿Por la vida de las personas excluidas de nuestra historia y que alzan su voz indignada, como hace y ha hecho Francia Márquez? O, ¿por la continuación de la vida cómoda de los partidos tradicionales y los politiqueros de cuarto de hora, muchos de ellos autodenominados “alternativos”, que han construido su poder a costa de asesinatos, despojos y desapariciones?
Respetar la palabra respecto a la fórmula vicepresidencial no sería un acto cualquiera de campaña, sino una muestra de lo que se vendría en una eventual presidencia de Petro. Si la vicepresidencia es dada a verdes y liberales de derecha, entonces ya sabríamos por dónde irían los ministerios, las embajadas y las “jugaditas” en el Congreso. Si la vicepresidencia se queda dentro de la segunda votación en la consulta del Pacto Histórico, entonces podríamos tener esperanzas en un cambio de perspectivas del Estado, en el caso de una posible presidencia del Pacto, donde prime el trabajo y la honestidad, más que la cantidad de votos mal habidos.
Nunca antes en la historia de Colombia había habido una candidata a la presidencia tan importante como Francia Márquez. Ella, su voz, su historia, sus ideas, su memoria y su cuerpo rompen con todos los estereotipos violentos que nos han impuesto desde el Estado. Verla a ella en un debate es ver algo que nunca había pasado en este país: es ver la realidad del pueblo disputándose el poder estatal contra la minoría blanca, machista y privilegiada; es sentir cómo la verdad de los pueblos oprimidos irrumpe en esos espacios limpios y blancos de los machos de la política; es sentir la incomodidad del violento privilegiado que se ve confrontado por una realidad que siempre quiso esconder. Verla a ella es ver su historia y la historia de tantas personas en Colombia, que han sido excluidas del ejercicio político a la fuerza.
Votar, entonces, por Francia Márquez este 13 de marzo, no es votar para botar; no es un voto inútil o ciego, ¡para nada! Votar por ella es mostrarle a los politiqueros que se puede hacer una política ética y limpia. Entre más fuerza electoral tenga Francia Márquez en esta consulta, más presión tendría Petro a la hora de considerar sus pactos malsanos con los politiqueros de siempre. No es igual traicionar a unos cuantos miles de votos, como traicionar a cientos y de miles, e incluso millones de votos. Todavía no se ha consumado el engaño de Petro a Francia Márquez, aunque la posibilidad está abierta. Y en caso tal de consumarse, el engaño y el golpe no serían solo contra la candidatura de una persona, en este caso Francia Márquez, sino contra todas las personas que creemos y luchamos por un cambio verdadero en Colombia.
Votar por Francia Márquez no sería votar para una sola consulta y ya, pues este voto sería una base para el desarrollo de su proyecto político que es de largo aliento, y que seguramente luchará en estas y en las próximas elecciones. Un voto para Francia Elena Márquez Mina es una muestra de madurez política y potencia ética; este voto mostraría una liberación de la figura del Padre que grita, gana y no responde por sus actos.
¿Qué queremos? ¿Un Pacto con P de Padre, de Pedancia, de Patriarca, o una colectividad, una comunidad Plural, Pluridiversa y Popular?
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*Nicolás Martínez Bejarano, filósofo de la Universidad Nacional y estudiante de la maestría en historia del arte. Investigador sobre filosofía medieval y estudios visuales. @NicolasMarB
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