Razón tenía quien dijo que la realidad muchas veces supera a la imaginación. Basta pasar revista a la política nacional para confirmarlo. Una buena parte de nuestros políticos criollos viven en universos paralelos. Han pasado de la simple y consuetudinaria demagogia a una auténtica esquizofrenia.
Empecemos por el Presidente de la República. Gran parte de los ecuatorianos nos estamos preguntando si su informe a la nación, presentado el pasado 24 de mayo, corresponde realmente al Ecuador de 2022. Dejando de lado los temas a los que omitió referirse (situación de la seguridad social y de los servicios públicos, infraestructura escolar, política internacional), Lasso presentó datos que no concuerdan ni siquiera con la información oficial. Es decir, con lo que se supone son sus propias fuentes de verificación. Las cifras sobre desempleo juvenil, deuda pública o crecimiento económico son fácilmente rebatibles con solo visitar las páginas del INEC o del Ministerio de Economía.
Es cierto que los informes a la nación responden a una ritualidad que tiene una fuerte carga religiosa. Es decir, que apelan a la fe antes que a la razón. Pero, por lo general, la liturgia política opera a base de hipérboles: amplifica los hechos positivos y minimiza los negativos. Otra cosa, muy diferente, es estructurar un discurso a partir de información irreal, porque las conclusiones serán igualmente ilusorias. La creatividad popular se ha encargado, mediante innumerables frases e imágenes, de ironizar respecto del paradisíaco país que el primer mandatario proyecto en su informe.
Sigamos con los socialcristianos. En la presentación de la candidatura a la reelección de Cynthia Viteri hicieron una sistemática alusión a una idílica ciudad que, supuestamente, necesita cuatro años más de la misma administración que lleva más de un cuarto de siglo al frente de Guayaquil. La catástrofe de la pandemia en 2020, la pobreza alarmante, las obscenas desigualdades sociales y económica o el sicariato son hechos o fenómenos que no existen. Son realidades que corresponden a otro universo, ese donde los personajes de la política local tienen sus clones. En los últimos 25 años de gobiernos socialcristiano únicamente existen grandes realizaciones, que han hecho del puerto principal el equivalente de la isla de Utopía de Tomás Moro.
Terminemos con los correístas obtusos y el síndrome de Pólit. Desde su perspectiva, poco falta para que sostengan que Carlos Pólit jamás fue Contralor durante el gobierno de Alianza PAIS, ni fue investido por ellos, ni tomó decisiones que los beneficiaran. Como en la última película del doctor Strange, sus actos no corresponden a nuestro mundo; por ende, no corresponden a nuestro país. Carlos Pólit es un holograma. El momento en que empiece a desembuchar información comprometedora, sus antiguos correligionarios dirán que su confesión corresponde a una realidad paralela.
El mayor error de estos correístas fue suponer que la justicia de los Estados Unidos opera exactamente igual a la justicia que dejaron montada en el Ecuador para asegurarse la impunidad perpetua. Ahora tendrán que inventarse una versión virtual para desestimar todo lo que salga del juicio a Pólit.
Mayo 26, 2022
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