[Opinión] ¿Nadie sabe para quién trabaja?

Fuerte chuchaqui deben tener los asambleístas rebeldes de Pachakutik luego de que sus aliados de ocasión aprobaran la Ley de uso progresivo de la fuerza. Ahora, las bases sociales a las que dicen defender y representar tendrán que poner las barbas en remojo. De aquí en adelante la represión tendrá un dulce aroma legislativo.

¿Qué explicación dará la actual dirigencia de la CONAIE cuando el Estado, amparado en este nuevo cuerpo legal aprobado por sus amigos correístas, empiece a reprimir a las organizaciones indígenas? Y justo antes de una nueva movilización nacional. En esa eventualidad, su retórica radical no servirá de bálsamo para aliviar los chichones, contusiones y arrestos de los luchadores sociales.

En la Edad Media, los herreros forjaban las mismas espadas con las que los señores terminaban cortándoles la cabeza. Pero a diferencia de los siervos de la gleba, que no tenían otra opción, los legisladores de Pachakutik y la dirigencia del movimiento indígena si podían negarse. Simplemente tenían que haber hecho un ejercicio básico de comprensión política: los grupos de poder operan por intereses concretos, no por consideraciones éticas ni humanitarias. Nebotsistas, lassistas y correístas expresan al unísono esos intereses. Que a veces tengan sus rifirrafes verbales no altera esta ecuación.

¿Qué hay detrás de la aprobación de la mencionada ley? Pues ni más ni menos que la necesidad de las élites de apuntalar un modelo de sociedad y de Estado que asegure su hegemonía; en consecuencia, que ratifique la condición subalterna de los sectores populares. En esta relación desigual, el movimiento indígena lleva la peor parte, precisamente por ser el actor político que con mayor contundencia interpela al Estado desde su propuesta de plurinacionalidad. Tres décadas de movilizaciones y levantamientos no son pelo de cochino.

Suponer que los asambleístas de Pachakutik y los dirigentes indígenas que facilitaron este desatino no tenían conciencia de lo que había por detrás es una ingenuidad. Desde la época de Febres Cordero, continuando con Correa y terminando con Lasso, los discursos desde el poder han estado matizados por un insufrible tufo racista. Subversivos, ponchos dorados, anarquistas son algunos de los epítetos utilizados para descalificar al movimiento indígena. Y la agresión simbólica siempre ha estado complementada por una ofensiva jurídica sistemática. ¿Ya se olvidaron de los cientos de dirigentes y militantes indígenas procesados y encarcelados durante el gobierno de Correa?

Usar y desechar es una vieja fórmula de nuestra política. Hoy, estos desubicados dirigentes y representantes de Pachakutik han quedado como peones de sus adversarios. Una vez que los utilizaron los dejan fuera del juego. Y si reclaman, les aplican el mismo purgante que ayudaron a elaborar.

El costo de haber participado en los repartos legislativos, tanto para colocar a Guadalupe Llori en la presidencia de la Asamblea Nacional como para destituirla, es demasiado alto. ¿En serio no sabían para quién trabajaban?

 

Junio 9, 2022

 

Acerca de Juan Cuvi 180 Articles
Miembro de la Comisión Nacional Anticorrupción (CNA), Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo, Parte de la Red Ecudor Decide Mejor Sin TLC.

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