[Opinión] Un Gobierno que no entiende de semiótica

Gestionar una crisis sin inteligencia, ni comunicación estratégica será un error craso que podría costarle la presidencia de la República a Guillermo Lasso. Y es que el Primer Mandatario vive sus horas más crudas, rodeado de asesores que carecen de elementales conocimientos de semiótica e incluso historia. Haberlos tenido habría prevenido y anticipado una situación que, hora tras hora, aumenta su probabilidad de salir anticipadamente del poder. Este artículo sintetiza los tres momentos clave que acrecentaron exponencial y simbólicamente el conflicto de junio de 2022.

Por: David Arcos. Periodista, internacionalista y libre pensador.

Primero: la detención de Iza. Detener al máximo dirigente de las actuales protestas sociales, fue como querer apagar el fuego con gasolina. El movimiento indígena no funciona como un ente orgánico-militar con una cabeza; lo que lo sostiene y da poder son sus bases, con cientos de líderes locales que conocen a su gente y sus necesidades. Con la capacidad de convocatoria más importante del país. Por ello que haber detenido a Iza, no iba a mermar su lucha; la avivó, simbólicamente. En este sentido, fue el Gobierno de Lasso y sus “diligentes” asesores quienes, con sus “consejos”, incrementaron el grado de conflictividad de una situación que empezó tenue.

Por otra parte, entre los séquitos ministros, especialmente los del Interior e Inteligencia, se ha empezado a preparar el discurso para justificar la mediocridad: los tentáculos del narcotráfico en estas protestas. Aquellas autoridades, seguramente no recibieron en sus potentadas escuelas y colegios clases sobre la conquista española, las rebeliones indígenas de la colonia o las luchas contra la explotación en plena época republicana. Es posible tampoco hayan leído novelas indigenistas como Huasipungo. O, quizá, sí recibieron esas cátedras, pero su capacidad de compresión, con un poco de poder, es tan limitada, al punto de desconocer que las demandas del sector indígena, son las mismas que desde hace más de 500 años o, si se quiere, desde el primer levantamiento indígena en 1990. En conclusión, los “indios vagos”, como el racismo ha manifestado en diversos espacios, luchan por lo mismo de siempre: mejores condiciones para la producción y vida en el campo. ¿Es tan difícil entenderlo? Para quienes opinan desde el privilegio del “trabajo”, que muchas veces se nutre de la explotación laboral, sí. Por ello la asocian a un fenómeno como el narcotráfico, que, en el país, tiene fuerte presencia no más allá de tres décadas. Y, coincidentemente, sus momentos más trágicos, se los está viviendo precisamente en el Gobierno del Encuentro.

Segundo: el uniforme militar de Lasso. Paul Watzlawick, teórico estadunidense, decía que es imposible no comunicar. En un contexto de enfrentamiento entre Gobierno y sectores indígenas y sociales, un uniforme de camuflaje, con insignias hasta jerárquicas, comunica demasiado. ¿Cuál era el propósito de Lasso al colocarse esa prenda? ¿O simplemente se lo colocó por ingenuidad e ignorancia? Es muy probable que hay sido esto último. Finalmente, Lasso es un bachiller que no tendría porqué saber de cosas que, generalmente, se imparten en las facultades de comunicación. Pero, ¿y su equipo de comunicación? A ellos, el Estado les paga onerosas cantidades de dinero para hacer eso: comunicación. Si el mensaje era que el Gobierno y las FF AA son un todo amalgamado, en medio de una crisis, se terminó dando el mensaje que Lasso enfrentará con poderío de guerra a propios ecuatorianos, quienes se encuentran en su derecho constitucional de protesta. ¿Mensaje de paz con uniforme militar? Algo no cuadra, nuevamente, desde el simbolismo.

Tercero: tomarse las instalaciones de la Casa de Cultura Ecuatoriana (CCE). La CCE ha sido el espacio simbólico e histórico de la resistencia social. Entre sus paredes se resguardan tesoros que algunos uniformados, es posible, hayan visto por primera vez en sus vidas con ese arribo abrupto. Pero tomarse esas instalaciones para hacerla base de operaciones policiales, es signo de otra torpeza de las cabezas que dirigen, con “inteligencia”, esta crisis. Por un momento, pongámonos a pensar ¿Qué pasaría si los “indios vagos” hacen desmanes en Carondelet, símbolo del poder del Ejecutivo? Incluso quienes apoyan la protesta social criticarían fuertemente esa acción. Lo mismo sucede ahora y nuevamente el simbolismo le cobrará a Lasso, quizá ya no solo a su imagen, aceptación y credibilidad, sino hasta su propio cargo; uno, al que por cierto, nunca tuvo una preparación, sino más bien, parecería, ambición personal. Finalmente, ser estadista es tener la capacidad de escuchar y proponer, más allá de dar vueltas a vírgenes simbólicas.

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