#Opinión | El enemigo interno

A quienes en el Ecuador están esgrimiendo un discurso guerrerista y violento a propósito del paro indígena, hay que recomendarles que lean el informe de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad recientemente presentado en Colombia. El documento es un desgarrador relato de seis décadas de una violencia desbordada y demencial que fracturó profundamente a ese país, y que hasta ahora no logra ser superada.

Un factor resalta en el análisis del problema: la creación del enemigo interno y las consecuencias estructurales que se derivaron de esta concepción del poder.

El informe registra de qué manera las élites colombianas, en sintonía con el discurso impuesto desde los Estados Unidos durante la Guerra Fría, allá por los años 50 del siglo pasado, definieron al comunismo como la principal amenaza para el país; mejor dicho, la principal amenaza para sus intereses. En concordancia con esta visión beligerante de la política, promovieron una confrontación que implicó la eliminación física y simbólica de aquellas fuerzas políticas que se oponían al sistema.

La réplica desde las organizaciones guerrilleras fue del mismo tenor. Al identificar a la burguesía colombiana como enemigo interno, concluyeron que su aniquilamiento era una condición imprescindible para realizar los cambios que el país necesitaba.

Las consecuencias fueron devastadoras. La imposibilidad de que ninguno de los dos contendientes consiguiera un triunfo definitivo prolongó el conflicto hasta nuestros días. El enfrentamiento, además, adquirió manifestaciones extremas, como resultado del fundamentalismo y de la intransigencia mutuos. “Desde los dos lados, por motivo de conciencia, se vivió el honor de morir por la patria o morir por el pueblo”, señala el informe en una de las conclusiones. En una situación de rechazo absoluto del otro, las salidas a la guerra han sido imposibles.

Al final, la violencia y la inseguridad generalizadas crearon un escenario propicio para la irrupción del protagonista más peligroso del conflicto: el narcotráfico. Décadas de crisis institucional permanente y de ausencia crónica del Estado fueron aprovechadas por los carteles de la droga para enseñorearse no solo en los territorios en disputa, sino en la economía y en la política. Como resultado de este proceso, la violencia ha desarrollado mecanismos prácticamente incontrolables. El presidente de la Comisión, Francisco de Roux, afirma que, si no se acaba con el narco, Colombia jamás tendrá paz.

Trasladar esquemas de la Guerra Fría a sociedades institucionalmente tan frágiles como la nuestra –o como la colombiana– adolece de una irracionalidad imperdonable. Esa estrategia no sirve ni siquiera para que sus promotores obtengan algún triunfo. Al contrario, favorecen la informalidad, el río revuelto donde pescan los grupos ilegales. Con el florecimiento del crimen organizado que experimenta el Ecuador, ya podemos predecir el infierno que nos espera si se llegan a oficializar estas visiones disparatadas de la lucha política.

 

Julio 5, 2022

Acerca de Juan Cuvi 180 Articles
Miembro de la Comisión Nacional Anticorrupción (CNA), Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo, Parte de la Red Ecudor Decide Mejor Sin TLC.

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