Según las encuestas aplicadas en el país, las instituciones con mayor rechazo ciudadano son la Asamblea Nacional y los partidos políticos. Ambas tienen menos del 5% de aprobación. En resumen, nada supera el desprestigio púbico de ser asambleísta por un partido político.
Sin embargo, las disputas por ocupar cargos relevantes en el poder legislativo son despiadadas. Si se hace una comparación con el ámbito de la salud, sería como realizar un esfuerzo supremo por contagiarse de la peste. Poco importan las consecuencias ni la imagen.
Al margen de que un cargo legislativo se haya convertido en modus vivendi, o de que, en el peor de los casos, sea una estrategia para el enriquecimiento ilícito, algo más sustancioso opera detrás de esta decisión de sacrificar olímpicamente la ética personal. Particularmente en un momento de descomposición y colapso institucional como el que atraviesa el Ecuador.
La clave de esta aparente incoherencia radica en la posibilidad de ejercer un poder espurio, aunque real. A pesar de ser el organismo político más desprestigiado del país, la Asamblea Nacional tiene la capacidad de bloquear el funcionamiento de la escuálida democracia que vivimos. Absurdo, pero cierto. Haber revivido los contenidos fascistoides de una anacrónica ley de comunicación es la prueba mas fehaciente de la vocación destructiva que anima a gran parte de los y las asambleístas.
En el caso del bloque legislativo correísta, se entiende: desde un inicio, su horizonte político quedó reducido a la impunidad. Neutralizar al periodismo de investigación es una necesidad imperiosa, más aún cuando los escándalos de corrupción de los gobiernos de Alianza PAIS afloran como hongos.
Pero estas acciones no son suficientes. A fin de cuentas, el Presidente de la República tiene la potestad de vetar cualquier ley. Por eso, la demolición de la democracia requiere de iniciativas más contundentes. La principal, provocar un caos institucional. ¿Cómo? Pues estirando la liga del conflicto hasta que se rompa; en concreto, hasta que el gobierno se vea obligado a convocar a la muerte cruzada… o hasta que ya no pueda sostenerse. Con un primer mandatario tan errático e inepto, todo es posible
Lo que no se entiende es que un sector legislativo de Pachakutik, que supuestamente está alineado con la dirigencia actual de la CONAIE, apoye la estrategia de un eventual colapso del régimen. Porque una cosa es negociar con un gobierno débil, al cual se le pueden sacar mayores concesiones, y otra muy distinta es negociar con un gobierno que camina por la cuerda floja. En este caso, las negociaciones pueden terminar en un estrepitoso fracaso.
¿Está el movimiento indígena de acuerdo con la posición de este grupo de Pachakutik aliado del correísmo y de los socialcristianos? ¿Le conviene? Las preguntas son pertinentes, porque de por medio está la pertinencia del proyecto plurinacional defendido por la CONAIE desde hace más de cuatro décadas. Y así como los amarres legislativos pueden opacar la mirada de largo plazo, las mesas de negociación pueden reducirse a una coyuntura intrascendente. De acontecimientos, los levantamientos indígenas terminarían convertidos en simples episodios.
Julio 27, 2022
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