#Opinión | ¿Qué ocurrió en Chile?

 

 

¿Quién dijo que todo está perdido?

Yo vengo a ofrecer mi corazón.

-Fito Páez

Hay quienes plantean que los resultados del último plebiscito son un terremoto político grado 9. La conmoción que esto ha causado, en todos los ámbitos del país, es difícil de calibrar aún en toda su magnitud.

Por: Leonardo Ogaz Arce.

El 18 de octubre del 2019, fecha en que estalló una potente rebelión contra el estado de cosas existente y se abrió un proceso de confrontaciones entre las clases, los grupos, las capas y segmentos sociales y, los actores y sujetos sociales que se encuentran ubicados en todo el espectro social y político. El escenario en que se desplegó esta multitudinaria protesta es, una vez más, esa larga y angosta faja al sur del mundo. Este proceso culminó, al menos por ahora, el domingo 4 de septiembre con una derrota objetiva para el movimiento popular, para sus trabajadores y trabajadoras, para los pueblos originarios, para el movimiento de mujeres, para los ecologistas, en definitiva, para el conjunto del movimiento social.

La rebelión popular, estuvo a punto de derribar al Gobierno al Presidente Piñera, que continuaba profundizando un modelo neoliberal, cuyas políticas habían generado una tremenda desigualdad y cometido una serie de abusos en contra de la mayoría de la población, por una parte y, por otra, enriquecido sin límites a un reducido número de grupos económicos. Los abusos se manifestaron principalmente en el área de colusiones empresariales para subir los precios de diversos productos como medicamentos, papel higiénico y otros.

La contrarevolución pinochetista tuvo como resultado un proceso inaudito de concentración de la riqueza, convirtiendo a Chile en uno de los países más desiguales del mundo.  Estos grupos económicos se han constituido en un poderoso estamento de poder fáctico.

El Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución 

La rebelión fue detenida por un acuerdo multipartidista fraguado en horas de la noche en el Congreso Nacional, el 15 de noviembre, cuando esta insurrección había alcanzado sus puntos más altos, es decir, cuando había en las calles miles de manifestantes que tenían como propósito derribar al Gobierno de Piñera. Dicho acuerdo fue precedido por una gigantesca movilización a lo largo de todo el país. El 25 de octubre, este pacto entre los partidos de la derecha y los partidos del centro, más la participación del actual presidente, que aún en contra de su propia organización política firmó el “Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución”. Este convenio entre las cúpulas, y a espaldas de la gente que estaba en las calles, tuvo la misión de dar una salida política institucional a la crisis desatada por la rebelión, se logró a su vez, sostener al Gobierno de Piñera en el poder. Este acuerdo dio, por una parte, inicio a un proceso constituyente, canalizado a través de un desprestigiado Congreso Nacional. Por otra parte, muchos consideraron que con ese acuerdo se había traicionado y derrotado a la rebelión popular. Lo que sí quedó absolutamente claro, es que el “famoso” acuerdo sepultó la demanda de una Asamblea Constituyente que había renacido con fuerza. En Chile, nunca antes se había realizado una Asamblea Constituyente.

Los resultados del plebiscito 2022

Estamos frente a un fenómeno complejo y contradictorio, un conjunto de hechos que no tiene, una única explicación causal; por el contrario, tiene motivaciones inmediatas y otras mediatas, internas y externas, unas estructurales y otras coyunturales.

Observamos, en primer término, cambios drásticos en la conducta de los electores, es el caso de lo ocurrido entre las dos consultas electorales que le ha tocado enfrentar a la ciudadanía chilena.  En el plebiscito de entrada en octubre del 2020, en el que se votaba por si se mantenía la actual constitución, que tenía un origen ilegítimo en la dictadura de Pinochet, o se iniciaba un proceso para elaborar una Nueva Constitución. Ganó la opción apruebo con un 78% lo que significaba abrir un proceso constitucional para redactar una nueva Constitución, los votos de los que querían mantener la actual Constitución se expresaron en la opción rechazo, obtuvo el 22%, en cambio el plebiscito realizado, ahora, en los primeros días de septiembre, en el que se votaba por el texto de la nueva Constitución, la opción apruebo obtuvo el 38,13% y el rechazo al nuevo texto constitucional obtuvo el 61, 87% de los sufragios. ¿Qué ocurrió en el ínterin?

Es necesario, tener presente, también, los resultados de la última elección presidencial, que fueron los siguientes: Gabriel Boric obtuvo el 55,87 % y el candidato de las fuerzas de las derechas unidas José Antonio Kast obtuvo el 44,13% de los votos, después de haber ganado la primera vuelta. El 11 de marzo del 2022 asume la presidencia Gabriel Boric, es decir que, a meses de asumir el mando el actual presidente, se produce esta contundente derrota de las fuerzas que lo respaldan.

Lo que llevó a la debacle la opción del Apruebo

Es más o menos generalizado el fenómeno que se da en los referéndums, se llama voto castigo no se vota por el tema del plebiscito sino contra el Gobierno. Dicho de otra manera, una parte importante de los electores aprovecha la elección para enjuiciar la acción de los Gobiernos.

Si bien, el Gobierno de Boric, prácticamente no tuvo una tregua inicial, ya que una vez posesionado del cargo, se le vinieron encima una serie de graves problemas ante los cuales mostró una actitud vacilante y llena de errores, lo que mostró un equipo de Gobierno poco afiatado; además, las altas expectativas generadas por el Gobierno comenzaron rápidamente a verse insatisfechas.

Se le vino, asimismo, un considerable incremento de la inflación, principalmente por efecto de la guerra en Ucrania, con la consiguiente escalada de precios. Las medidas paliativas del Gobierno resultaron insuficientes.

Algunos analistas señalan otro factor en el rápido desgaste del Gobierno de Boric, este se produjo cuando nuevos gobernantes se opusieron resueltamente, al quinto retiro de los fondos de pensiones, a partir de allí las encuestas comenzaron a registrar un rápido descenso de la popularidad del presidente.

También se produjo un incremento significativo de la delincuencia, convirtiendo el problema de la seguridad ciudadana en uno de los mayores contratiempos de los chilenos. Las medidas tomadas por el Gobierno no han tenido la efectividad deseada. A esto, se suma la situación del narcotráfico que continúa constituyendo un inconveniente importante.

Por otra parte, la actividad guerrillera de una fracción del pueblo mapuche se intensificó con una serie de atentados, incendios, robos de madera y otras acciones, que obligaron al Gobierno a tomar medidas de excepción y volver a militarizar la zona. El conjunto de estos problemas es acicateado por la oposición de derecha que cuenta, además, con un cuasi monopolio comunicacional, que ejerce, además, una gran presión a través de las redes sociales. En síntesis, estos problemas, que no son los únicos, permitieron a la oposición de derecha inducir a una gran masa ciudadana hacia un voto de castigo al Gobierno.

El Gobierno, a pesar de haber ampliado su base de apoyo, a nivel superestructural e incorporado a las tareas de Gobierno al conglomerado político llamado “socialismo democrático” y de contar desde fuera del Gobierno, con una actitud no opositora de la Democracia Cristiana, no pudo contrarrestar la ofensiva de la derecha.

En otro orden de cosas, la derecha comenzó, desde el inicio de la Convención Constituyente, a orquestar una campaña de desprestigio a dicha Convención, cuestión que lograron plenamente, para esto aprovecharon una serie de errores de los Constituyentes.

La Convención Constitucional

Los miembros de esta convención fueron elegidos democráticamente, la composición paritaria: mitad hombres, mitad mujeres, le daba un carácter único, lo que, junto a la representación de los primeros pueblos, constituía una buena muestra de la diversidad del país, que los sectores conservadores tratan de invisibilizar permanentemente. Las fuerzas proclives a las reformas sustantivas compuesta por: convencionales de las dos coaliciones que están en el Gobierno, más la gente de la ex lista del pueblo (personas que  participaron en la rebelión),  los independientes no neutrales, los representantes de los pueblos originarios,  alcanzaron más de los dos tercios de la Convención  y dejaron a la derecha en minoría Este sector político quedó aislado y comenzó a realizar su trabajo de zapa, desatando una campaña mediática, plagada de fake news, junto a los errores no forzados de los convencionales terminó por desacreditar el trabajo de la Convención y desde luego, a su producto. La derecha, además, hizo gala de un racismo exacerbado contra los representantes de los pueblos originarios y de arteros ataques a los convencionales que representaban lo que ellos denominaron “octubrismo”, que eran los representantes directos del Estallido Social.

La Nueva Constitución

Ahora bien, el texto de la nueva Constitución es una buena propuesta constitucional, desde el punto de vista que recogía los principales elementos de una Constitución liberal moderna, e incluso avanzó un poco más allá, se declaró un Estado social, democrático de derecho, la paridad como parte del orden constitucional, se declaró a Chile como un Estado plurinacional, se reconocieron los derechos y la cultura de los primeros pueblos, se hizo cargo de la crisis climática y ambiental y, otorgaba amplios derechos sociales. El Estado dejaba de ser un Estado subsidiario y se convertía en un Estado solidario. Se recuperaba la centralidad del Estado.

Esa nueva constitución expresaba, más o menos bien, los intereses y los niveles de conciencia de los sectores de vanguardia del estallido social y la conciencia social de los sectores medios, pero distaba de la forma de la compresión y los intereses de vastos sectores populares; a estos sectores, por ejemplo, no les decía nada la plurinacionalidad, este es otro de los elementos que también explica la poca adhesión que el nuevo texto tuvo en amplios sectores de extracción plebeya. Ahora, se trata de un fenómeno complejo, ya que, si imaginamos una Constitución demasiado apegada al sistema de creencias y valores de lo que se denomina pueblo y de sus intereses, seguramente obtendríamos una Constitución con poca vocación de cambio. Quizás la alternativa sería una Constitución de transición entre las metas a alcanzar y los niveles de comprensión de las amplias mayorías que componen los sectores populares.

En cuanto, a la comunicación de la Convención con el conjunto de la Sociedad, si bien se hicieron, de parte de las dos direcciones que tuvo la Convención, esfuerzos no menores por conectarla con la ciudadanía, esta nunca pudo romper el cerco mediático impuesto por los grandes medios. El problema de la comunicación siempre fue un déficit.

La ofensiva de la derecha

Los sectores de las clases pudientes se plantearon dos objetivos estratégicos frente al proceso constitucional en curso, el primero de ellos, desprestigiar al máximo la Convención y el segundo, lograr el triunfo del rechazo a la Nueva Constitución.

Una de sus tácticas sustanciales, para lograr la adhesión de sectores medios y populares, fue que los principales dirigentes de los partidos y parlamentarios del sector, salieran del primer plano, dejaron así, la expresión de otras voces, para decirlo en forma llana, se ocultaron y escondieron detrás de una campaña que autodefinieron como transversal y ciudadana, por ejemplo, el expresidente Piñera no se pronunció nunca durante la campaña a favor del rechazo. Cabe anotar, que tuvieron pleno éxito en sus tácticas y estrategias y que eso, los llevó, finalmente al triunfo.

Los sectores de derecha, iniciaron su flanco de ataques manifestado que esta Nueva Constitución era maximalista, que dividía a Chile en varias naciones y un conjunto de mentiras, como que negaba el derecho a la vivienda propia, porque en el texto se hablaba de vivienda digna, pero no decía propia; la verdad, es que en otro artículo se garantizaba la propiedad de la gente sobre todo tipo de bienes. Otra de las patrañas empleadas consistía en que se estatizaban los fondos de pensiones, que ahora son nominalmente individuales, y un conjunto de otras mentiras que despertaron el miedo entre vastos sectores de la población, desde luego, resucitaron el temor de que se venía el comunismo estatista y un innumerable arsenal de rumores e infundios que parecían imposibles de desmentir. Ahora, esa táctica de la derecha que apunta a hacer creer a gente de la clase media y sectores empobrecidos que cualquier cambio democrático atenta, no contra lo que tienen sino en contra del sueño de acumulación individualista que vienen inculcando desde que nació el capitalismo, cualquier medida que parezca poner límites a esa ilusión, se les figura como un atentado a su sagrada libertad de pasar de la pobreza a la riqueza. La derecha conoce muy bien las teclas que despiertan ese temor y las toca cada vez que ve en peligro real o supuesto a sus intereses.

 

Otro de los ejes, de su propaganda política fue afincarse en la idea de que se trataba de un mal texto constitucional dictado por la rabia, ante lo cual proponían hacer un nuevo texto constitucional hecho desde el amor y la unidad de los chilenos.

 

Ahora, en rigor, lo que la derecha estaba defendiendo era el actual statu quo, que le garantiza la actual Constitución, pero se dieron cuenta de que el instrumento de la carta constitucional pinochetista había quedado obsoleto y plantearon hacer una constitución más moderna que, igual, garantice el modelo de acumulación vigente. Este sin duda fue un paso táctico muy hábil, ya que evitó que la confrontación se diera en términos de la vieja versus la nueva Constitución. Su consigna fue entonces, “rechazar para reformar”

La izquierda

Ahora, la respuesta desde la izquierda y de los sectores proclives a los cambios, no fue la más adecuada, esto por las razones que explicaremos a continuación.

En realidad, la izquierda tradicional chilena fue desconstituida por la dictadura tanto por la feroz represión que se desató contra ella, como por los miles de chilenos que tuvieron que partir al exilio, a lo que hay que agregar: “la caída del muro” y la debacle de la izquierda mundial. El proceso que ha vivido el Partido Socialista de Chile es ilustrativo de los cambios que vivió la izquierda chilena. Ya en el período final de la dictadura, comenzaron a desarrollar un proceso de “renovación” que significó el comienzo de un proceso de social democratización y que finalmente, los llevó a las políticas y prácticas social-liberales al estilo PSOE español. Los socialistas se constituyeron en el eje de una alianza con otros partidos, la Democracia Cristiana, el viejo Partido Radical que, de partido burgués pasó a partido socialdemócrata. El Partido por la Democracia (PPD), un partido instrumental que fue creado por el socialismo para hacer política en dictadura, adquirió vuelo propio y se autocalificó como progresista y continuó su vida política independiente del P.S., también con referentes socialdemócratas y social-liberales, de hecho, algunos militantes socialistas y Ppds estuvieron en la actual campaña del rechazo. Estos partidos, conformaron un bloque denominado Concertación por la democracia, que ha gobernado al país durante cinco períodos, en los últimos 40 años.

Por otra parte, la nueva izquierda que emergió de las protestas estudiantiles, ya en la pos dictadura, se agrupó en el Frente Amplio, pero carece de proyecto político y proyecto de sociedad definidos y ni hablemos de perspectiva utópica, se volvió una izquierda hípster, una izquierda clasemediera, posmoderna, que coquetea con la socialdemocracia y el social liberalismo. La nueva Constitución podría constituir un referente programático importante para ellos.

El Partido Comunista vivió un proceso diferente, pero finalmente terminó más o menos con el mismo resultado, el punto de inflexión lo marcó su participación en el último Gobierno de Michel Bachelet. Tanto el Partido Comunista como el Partido Socialista, que eran partidos de trabajadores, paulatinamente han dejado de serlo, lo que no significa que no haya trabajadores en su seno, pero sus proyectos y programas han cambiado sustancialmente; en conjunto, se han vuelto una izquierda superestructural de clase media, y esto les pasó factura en el último plebiscito y así, quedó de manifiesto que su principal fuerza ya no está en los barrios y comunas populares, la izquierda poco a poco dejó los barrios populares donde estaba asentada en las década del 60 al 70, hoy una parte importante de ellos se encuentran asentados en los barrios de la clase media. Existen regiones enteras (agrupaciones de provincias) como las del extremo norte que han cambiado totalmente sus referentes, antes eran provincias donde ganaba la izquierda y hoy gana la derecha.

El cuadro expuesto muestra claramente como la izquierda pierde influencia en la clase baja y la clase media baja y, gana influencia en clase media, media alta y clase alta, lo que corrobora nuestro análisis.

Resumiendo, la izquierda abandonó los sectores populares y la derecha con su campaña mediática llegó a ellos. Pudimos observar, que la franja electoral del rechazo, estaba dirigida a los sectores populares incluidos sectores mapuches. Se hace necesario señalar, que en la práctica esta izquierda tradicional, no tiene ya una perspectiva anticapitalista y sus programas políticos consisten en reformar al capitalismo para hacerlo más democrático. La nueva Constitución es una propuesta de capitalismo amigable, en el caso del Partido Comunista y el Partido Socialista han perdido totalmente el horizonte de un proyecto emancipador que tenga como meta una nueva forma de socialismo. Los otros partidos, que componen la centro izquierda nunca han tenido una perspectiva utópica.

La conducción de la campaña por los sectores del apruebo, sin hacer una mala campaña, se volcó a las calles, hicieron el conocido puerta a puerta y lograron importantes concentraciones y movilizaciones, sobre todo, en el cierre de la campaña, pero esto no fue suficiente. Lo que faltó es el elemento que los conectara con esa mayoría de gente trabajadora que se dejó influenciar por el rechazo. Ni el decidido apoyo de Michel Bachelet, que incluso participó en la penúltima sesión de la franja electoral con un mensaje dirigido a las mujeres, sirvió para alterar el curso que tomó el evento electoral.

El otro factor que incidió decisivamente  fue el incremento sustancial de electores, votaron un poco más de 13 millones de personas, debido a que una ley reinstauró el voto obligatorio, esto quiere decir que se incrementó en cerca en 4, 5 millones el número de sufragantes y este incremento lo captó mayoritariamente el rechazo,  lo cual indica que la mayor parte de la gente que no se acercaba a las urnas era gente despolitizada, de la que dice: “que no le interesa la política y que si no trabaja no come.” Esa gente despolitizada es más fácil de caer víctima de las noticias falsas de la derecha y de sus contenidos ideológicos.

Ahora, otra de las paradojas que resaltan, es la votación de las mujeres.  El movimiento de mujeres en Chile es bastante fuerte, las convocatorias a los “8 de marzo” tienen una acogida multitudinaria, la convención era paritaria, la nueva Constitución podemos decir era feminista, recogía las principales reivindicaciones del movimiento de mujeres, sin embargo, no hubo un respaldo mayoritario a la tesis de aprobar la Nueva Constitución. Al parecer, primó la información negativa que devenía de la pérdida de confianza en la institución Convención.

Asimismo, me parece que es un error culpar a las víctimas, tanto de la manipulación mediática como de los profundos procesos de alienación que provoca un sistema; el desafío está en cómo ganar a esa gente. Se dice que no leen y si leen, no entienden lo que leen, por tanto, la tarea es encontrar la manera de trabajar su proceso de compresión de la realidad y también, apelar a su sensibilidad. El asunto no es totalmente irreversible, ya que en la elección presidencial pasada no votaron por el candidato de la ultraderecha, el problema es que, al parecer, los dirigentes del apruebo confiaron en que se iba a repetir el fenómeno de la elección pasada, pero eso no ocurrió, lo que significa que el trabajo de ganar la hegemonía debe ser permanente. Es probable que de esta verdadera crisis emerjan, desde los trabajadores y grupos anticapitalistas, fuerzas que orienten el trabajo de masas en un sentido liberador. Aquí se cumple “la ley del horror al vacío”. Ya que la izquierda tradicional dejó de lado ciertos espacios y ciertas cuestiones programáticas, se enfrenta a este dilema: o la izquierda tradicional comienza a retomar espacios y se reinventa en el sentido transformador más profundo y recrea sus utopías o surgirán fuerzas renovadas que lo harán. De no ocurrir ninguna de las dos cosas, la derecha tomará el control de la situación.  Se notó, demasiado que la izquierda ha estado con escaza fuerza en las poblaciones, en las barriadas populares, de todo el país, entonces los habitantes de las barriadas populares son fáciles víctimas de la educación y los valores y antivalores que entregan los medios de comunicación y los partidos de la derecha, que van formando a personas sensibleras, marcadamente emocionales, con ideas liberales, egoístas y profundamente individualistas.  Desde ya, se percibe que estas ideas han penetrado, más o menos, profundamente en la conciencia de alguna gente, basta ver, a las personas que se van jubilar, que ya saben que van a recibir una pensión miserable, que inmediatamente las ubica en una situación de indigencia. Esa gente, vive preocupada de su ahorro individual mientras, por otra parte, las AFPs, que administran sus pensiones, se enriquecen de forma insultante con sus ahorros y los fondos del conjunto de los trabajadores sirven de reserva para el mercado de capitales, que utilizan los grandes empresarios. Aun así, muchos de estos jubilados, entraron en pánico cuando la derecha lanzó el rumor de la estatización de sus ahorros individuales; lo que planteaba la nueva Constitución, en realidad, era restablecer un sistema de seguridad social como el que tienen las fuerzas armadas de Chile.

Una vez expuestas algunas de las causas del rechazo, se hace necesario reevaluar lo del estallido social, todo indica que fue una expresión de rabia e indignación frente a tantos abusos y maltratos. Hubo un empresario, que sacó “de su lago” a unas excursionistas, un ministro del Gobierno de Piñera que indicó que se podían comprar flores porque era lo único que había bajado de precio, el famoso aumento de los 30 pesos del metro, las pensiones miserables para los jubilados, no fueron sino los detonantes de una ira acumulada por años que estalló con violencia. Pero la rebelión no tenía, programa, era anti partido, con toda la razón del mundo, pero el pueblo trabajador, necesita un instrumento político, un partido de otro tipo, para lograr cimentar sus conquistas, surgieron al calor de los hechos organizaciones y asambleas por todas partes, pero no había centralidad, no había ni táctica ni estrategia común, la lista del pueblo no pudo consolidarse y el “octubrismo”, como lo denomina la derecha, no adquirió consistencia, lo que pretendo decir es que el estallido fue eso una explosión que se empezó a diluir sin dejar una sólida conciencia social para afrontar lo que venía. Eso explica que, a meses de derrotar a la ultraderecha, se vote por la derecha misma, es cierto que esta se ocultó y engañó, pero hubo un número significativo de personas del movimiento social que no supo descifrar acertadamente la coyuntura. De las 346 comunas existentes, el rechazo obtuvo el triunfo en 338 comunas y el Apruebo solo en 8 comunas cinco en la región metropolitana y tres comunas de Valparaíso. Una de las comunas de Santiago, Nuñoa (50.41% de apruebo), es una típica comuna de clase media.

Esta combinación de factores casuales, puede servir de contribución a la discusión, que recién se abre sobre la explicación de esta derrota tan contundente que ha sufrido el movimiento progresista en Chile.

Las perspectivas

La perspectiva más probable, pero en ningún caso inevitable, es que se convoque a una nueva Convención, ya que la derecha y el Gobierno así lo han manifestado. Ahora, la derecha no tiene apuro, puesto que para vergüenza de muchos sigue vigente la Constitución Pinochet/Lagos. Está por verse si la derecha sostendrá su promesa. Todo se decide hoy en un Congreso archidesprestigiado donde la derecha tiene una fuerte representación. Por lo pronto, el partido republicano de ultraderecha ha sido categórico, no quiere una nueva Convención. Los senadores del Partido Renovación Nacional han planteado exactamente lo mismo.

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