#Opinión / Machismo y desborde de las patologías criminales

Si alguien pensó que el asesinato de Rubén Cherres representaba el fondo de la descomposición institucional del país es porque no imaginaba el espeluznante asesinato de tres jóvenes amigas abandonadas en una playa de Quinindé.

El caso Cherres evidencia una trama con todos los ingredientes de la política mafiosa que se ha instalado en el país.  Plantea un abanico de conjeturas: que el gobierno lo quiso silenciar, que la mafia albanesa le ajustó cuentas, que se trató de un mensaje sutil para Carlos Pólit, que los asesinos buscaban información política delicada…

Sin embargo, hay que admitir que el asesinato de Cherres tiene una dosis de sevicia que lo sitúa en un plano diferente al de otros crímenes políticos –es decir, relacionados con el poder– ocurridos a lo largo de nuestra historia. Un plano más siniestro. Cuerpos previamente maniatados y torturados muestran métodos propios del crimen organizado más violento y sanguinario, tal como lo conocemos a propósito de las masacres carcelarias y de la guerra entre carteles del narcotráfico o entre pandillas urbanas.

El asesinato de las tres chicas, en cambio, nos traslada a una nueva dimensión del terror. Al infierno en que los grupos ilegales de la más diversa calaña convirtieron a Ciudad Juárez, en México. Allí, el asesinato de mujeres desde la patología sicológica o desde la degradación humana construye un escenario donde ni el Estado ni la sociedad tienen la más mínima posibilidad de intervenir. Es el territorio de la total informalidad del crimen, la naturalización de una cultura depravada.

En un extenso capítulo de su célebre novela 2666, publicada hace ya 20 años, Roberto Bolaño describe los cientos de casos de mujeres violadas, eliminadas o descuartizadas en Ciudad Juárez. Un registro macabro y aterrador de la bestialidad humana. En otro capítulo de la misma novela, Bolaño revela lo que opera detrás de la aparente frialdad de los expedientes policiales. Se trata del mundo tenebroso de las perversiones sexuales asociadas al poder. Dicho en otras palabras, de la violencia contra las mujeres como componente del placer masculino o de ciertas formas aberrantes de ritualidad machista.

El femicidio en el Ecuador es una tragedia incontrolable, pero, por fortuna, cada vez más debatida y visualizada. Hoy resulta muy difícil disimularla detrás de la manipulación estadística o de la demagogia moralista. La presión y la lucha de las mujeres han sido determinantes, no solo para exigir respuesta desde el Estado y sensibilización desde la sociedad, sino para generar estrategias para combatirla.

Pero el asesinato de las tres jóvenes cantantes nos obliga a plantearnos una perspectiva más brutal y peligrosa que la del femicidio. Nos obliga a preguntarnos si en el país se empiezan a implementar prácticas patológicas aún más extremas en contra de las mujeres.

 

Abril 9, 2023

Acerca de Juan Cuvi 180 Articles
Miembro de la Comisión Nacional Anticorrupción (CNA), Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo, Parte de la Red Ecudor Decide Mejor Sin TLC.

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