Cuando el capital encuentra su límite de crecimiento en la legalidad de su propia legislación mercantil, no duda en pasar a la ilegalidad y convertirse en capital criminal. Retorna, así, a sus prácticas de violencia extrema ligadas al saqueo, la piratería, el tráfico de todo tipo de mercancías ilegales e incluso no duda en transformar la vida humana en mercancía. No solo como fuerza productiva, sino como vida misma reducida a un conjunto de órganos a la venta, sea como repuestos biológicos, como objetos de placer sexual, de trabajo esclavo o de souvenir de todo tipo de perversiones. El capitalismo en su nivel más alto de depredación.
En ese exacto momento se encuentra la imparable expansión del capital, que en su avance ha destruido el sistema social, político y cultural de la Modernidad en la que se instaló y de la cual se alimentó. Nada resiste al avance devastador de la acumulación capitalista, todo lo existente es convertido en mercancía a ser vendida y comprada, por sobre valores éticos y estéticos. El resultado necesario de este frenesí es el crecimiento extendido y exponencial de la violencia económica, política, bélica, social, ambiental y psicológica. Por supuesto, la misma violencia genera otro tipo de negocios ilegales y legales que ganan mientras más violencia se genere. Así también, la violencia crea escenarios de negocios políticos que van de la mano de los económicos y genera un círculo vicioso de violencia y negocios que envuelven la vida y merma su dignidad.
En medio de la violencia desatada ganan las empresas de seguridad privada que se alzan con el capital de una sociedad asustada de perder su vida, sus bienes; asustada de los asaltos, las masacres, los «accidentes». Una sociedad que no encuentra seguridad en el Estado ni la policial. También lucran las empresas ilegales que, en complicidad el mismo Estado, generan pánico en la sociedad y luego ilegalmente venden seguridad a través de las extorsiones. Hundidos en esta ola de violencia, el negocio más rentable es la venta legal e ilegal de armas como única solución para defenderse cuando el gobierno y el Estado fallan, con beneficio de inventario en favor de los negocios de la muerte. Generado el terror, los mercaderes empiezan a lucrar con el miedo de la sociedad, tanto económica como políticamente. Aparecen, así, los negociantes del miedo y los políticos que sacan réditos del desasosiego social.
El Ecuador ha entrado de forma acelerada a esta realidad de violencia, sin tiempo ni estrategias para contener mínimamente sus efectos. Los gobiernos y sus élites económicas han creado el escenario para que los empresarios de la violencia y la muerte empiecen las rondas de sus negocios y los políticos busque las alianzas más rentables para hacerse con el poder del Estado por interés económico, por puro poder político o por los dos. Empujados a unas elecciones sorpresivas y aceleradas -resultado del gobierno fallido de Lasso que aceleró el círculo de la violencia y mostró con claridad lo rentable que puede ser- al contrario de lo que se esperaría, frente a los niveles de violencia que vivimos, aparece como síntoma de esta violencia estructural la imagen de un mercenario con un fusil de asalto como solución a nuestros problemas de violencia. La razón política dice que la forma racional de bajar los niveles de violencia es atacando las causas estructurales de la misma, es decir, invertir en política social para que bajen los altos niveles de desigualdad social. Que la gente pueda tener los recursos necesarios para la reproducción de su vida económica, social y cultural; que se priorice mínimamente el bienestar social por sobre los negocios del capital. Obviamente, nuestras élites económicas y políticas no les interesa resolver los problemas, les interesa lucrar de ellos, por eso se atreven a proponer, en la imagen del mercenario, la violencia bélica como solución a la violencia social. Nos están proponiendo entrar en una guerra de la cual lucrarán más de lo que ya lo han hecho mientras la sociedad se desangra. Una imagen dice mucho más que las palabras, la imagen del mercenario es el presagio de un futuro de terror.
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