Con el próximo proceso electoral, el Ecuador ingresa vertiginosamente en la quinta revolución industrial. Antes que cualquier país o potencia del Norte global. Porque la única forma en que las fases electorales se cumplan a cabalidad será encargándolas a una misteriosa inteligencia artificial ubicada en alguna nube virtual. La selección de candidatos, las impugnaciones, la campaña, los escrutinios y la proclamación de resultados ocurrirán sin que la sociedad tenga certeza sobre su existencia real. Todo tendrá que virtualizarse para poder caber en la olla de presión del cronograma electoral.
Pero el país también ingresa en la distopía orwelliana. Lo que hoy se denomina posverdad ya fue magistralmente novelado hace más de siete décadas en la célebre obra 1984. Verdades transitorias y arbitrarias, alianzas políticas inexplicables e incomprensibles, guerras absurdas o fidelidades políticas incoherentes son el telón de fondo de un sistema cuyo único objetivo es asegurar el control total de la sociedad y de cada individuo. El poder llevado al paroxismo.
La actual crisis política nacional demostró que los grupos de poder (es decir, las élites sociales, económicas, culturales y simbólicas) no han tenido el más mínimo empacho en desprenderse del viejo sistema político asentado en la simulación ideológica. Ya no tienen que fingir más la adhesión a propuestas o programas estratégicos, a visiones sobre el futuro del país, a planes de gobierno y a toda la parafernalia jurídica que sostuvo el modelo liberal durante dos siglos. Hoy la política se juega en el terreno de los más pedestres intereses particulares. Es decir, de la apropiación descarada de la riqueza nacional.
Por eso asistimos a la proliferación de las iniciativas electorales más descabelladas. Abiertos representantes de la derecha neoliberal poniéndose la camiseta de la sociedad civil; caudillos autoritarios y mesiánicos llamando a la concertación de las fuerzas democráticas; candidatos de izquierda adheridos a las propuestas más violentas de la derecha libertaria; antiguos compadres hoy confrontados frente a las opciones de sacar una mejor tajada de alguna alianza electoral. En fin, un escenario confuso y desordenado que impide descubrir las formas reales de los juegos de poder.
De este modo, la virtualidad hegemonizará la próxima campaña electoral, porque es la única estrategia para distraer a la sociedad de los hechos reales. Así se podrán desaparecer los actos de corrupción, la ínfima calidad ética e intelectual de los candidatos, las verdaderas intenciones de la política internacional, la consolidación de un régimen policial-militar. Al final de la jornada, tendremos que tragarnos la rueda de molino de que, en efecto, los resultados de las elecciones son la expresión de la voluntad democrática de todos los ecuatorianos. ¿Quién lo establece? Pues alguna inteligencia artificial.
Mayo 24, 2023
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