Aunque se hagan los desentendidos, se pongan una venda en los ojos, miren hacia otro lado para eludir la realidad, o eviten hablar de ella; tanto los competidores como los organizadores de las elecciones son conscientes que la campaña electoral para llegar a Carondelet y a la Asamblea Nacional inició hace rato, sin pudor y mucho antes de que el (todavía) Presidente, Guillermo Lasso, decrete la muerte cruzada. Su punto de partida fue el 24 de febrero de 2022, cuando la entonces Presidenta del Parlamento, Guadalupe Llori, suspendió la Sesión 766 del Pleno Legislativo que pretendía tratar el informe para primer debate del Proyecto de Ley Orgánica que Regula el Uso Legítimo de la Fuerza, a su salida, se apagaron las luces de la sala de sesiones aun cuando varios asambleístas permanecían en el lugar. Ese mismo día, la bancada correísta de UNES, inconforme por lo actuado, publicó un comunicado en el que, con suma vehemencia, amenazó: “vamos a la muerte cruzada”.
Cuatro meses después, el 28 de junio del mismo año -en el contexto del último paro violento organizado por tres organizaciones indígenas lideradas por la CONAIE- el Pleno del Legislativo presidido por el ahora candidato a asambleísta por el Partido Socialista Ecuatoriano (PSE), Virgilio Saquicela, sometió a votación la propuesta de destitución a Lasso formulada por el bloque de UNES, con base en el numeral 2 del artículo 130 de la Constitución de la República, que establece la destitución del mandatario por grave crisis política y conmoción interna. La propuesta fracasó, pues obtuvo 80 votos afirmativos, 48 negativos, 9 abstenciones y 0 blancos. Sin embargo, las ansias por llegar al escenario que hoy vivimos estuvieron siempre presentes en los legisladores correístas, más aún si consideramos los resultados favorables obtenidos por la Revolución Ciudadana en el último proceso electoral del 5 de febrero de 2023, en provincias y cantones con mayor densidad poblacional e importancia política (Pichincha y Quito; Guayas y Guayaquil) y el rotundo fracaso de las ocho preguntas de la consulta popular y referéndum propuesto por el Gobierno Nacional.
Es decir -queramos o no- mientras el correísmo trabajó y se preparó para vivir plácidamente esta realidad, caracterizada por una selectiva amnesia pública, la hiperdigitalidad y el uso indiscriminado del Tik Tok bajo la premisa de que así y solo así, se puede captar la simpatía de nuevos públicos alienados a las redes sociales. Los demás partidos y candidatos presidenciales y legislativos luchan contra los males propios de la improvisación política, sus conflictos internos y la crisis de identidad de sus campañas, las cuales -en algunos casos- muestran mensajes confusos que riñen con la realidad del país.
No obstante -en el proselitismo- correístas, anticorreístas y quienes se encuentran en medio de ellos, coinciden -quizás sin saberlo- en que las campañas electorales son el reservorio de un vendaval de promesas que no tienen garantía alguna de cumplimiento y que, pese a ello, servirán de imán para atraer, comprar, movilizar o transaccionar el voto de un electorado sujeto al vaivén de su propia ingenuidad y, a la vez, viveza criolla. Una maldición disfrazada de bendición que repetirá el ciclo de profundas inconformidades colectivas al finalizar los cien días de Gobierno, porque los “compromisos” que asumen los candidatos con los ciudadanos por “superar las adversidades de la cotidianidad”, pesan más que cualquier requisito formal descrito en sus planes de trabajo; sobre todo si nuestra sociedad no es politizada y, por ende, adolece de criticidad.
Aun así, los ecuatorianos debemos tener en claro que la única promesa de campaña que potencialmente se cumplirá, en función del número de curules que obtenga el correísmo (primera minoría o partido predominante) en la Asamblea Nacional, es la de reformar la norma suprema y, con ello, re-escribir la verdad histórica, política y jurídica de sus sentenciados para habilitarlos con miras a las elecciones generales de 2025. Dicho de otra manera, en caso de un posible triunfo electoral del correísmo, el gobierno de año medio será una transición a un proyecto político de muy larga duración en el poder.
Muy buen análisis Magister Espinosa falta incluir las relaciones sobre todo económicas de Correa con la narco delincuencia.