Ciudadanos en el día, operadores con ansias de reconocimiento de los partidos políticos por la noche; así es buena parte de la sociedad civil ecuatoriana, convertida hoy en recicladora de opinadores como patente de corso para decir cualquier cosa; algunos de sus integrantes, los más osados, se venden como todólogos que tienen bajo la manga la solución a los problemas éticos que ellos mismos crearon en su paso por el Estado, aunque los escondan como basura bajo la alfombra; personajes de coctel y falsos puristas que quieren estar por encima del bien y del mal; ex altos funcionarios que -por intermedio de la acción colectiva y la opinión pública- buscan retornar al poder sin asumir su responsabilidad en el cúmulo de descalabros institucionales que hoy atraviesa el Ecuador; y, pese a ello, todavía nos preguntamos, ¿a quién o a quiénes representan?, ¿quién los facultó para hablar en nombre de la ciudadanía?, ¿cómo llegaron estos personajes a la escena pública y mediática?, ¿qué tan independientes de la intervención estatal son sus recursos morales y su “potencial transformador”?, ¿qué tan identificados se sienten los ciudadanos con ese modelo de sociedad civil
No solo parece sencillo, sino también un buen negocio, apalancarse en la composición ambigua de la sociedad civil ecuatoriana para hablar en nombre de todos y, a la vez, no representar a nadie; pues con ello, algunos políticos disfrazados de activistas han garantizado su supervivencia económica, mediática y política, al saciar su apetito de notoriedad y prestigio para acceder al esquivo mundo de las élites. Así pocos -contados con los dedos de la mano- con suma audacia han lucrado a costa de la apatía ciudadana bajo el mismo modus operandi utilizado por los dueños de los partidos políticos, quienes han sacado ventaja electoral y política a la ingobernabilidad del país. En resumen, nos han expropiado la palabra.
Los resultados de ambos están a la vista, tanto la sociedad civil como la sociedad política, han sido víctimas de sus propias crisis de credibilidad y representación; ambas tienen a su haber un desproporcionado número de organizaciones con nombres rimbombantes -unos más democráticos y disruptivos que otros- que no dan cuenta de su situación real de cáscaras vacías; pero también son víctimas de caudillos que se resisten a dar paso a una nueva generación de hombres y mujeres más dinámicos.
¿Cuántos conocen y se han empoderado de los mecanismos de participación ciudadana como la silla vacía, los cabildos populares o las asambleas ciudadanas? ¿Cuántos colectivos han elaborado propuestas de iniciativa popular normativa para presentar proyectos de ley a la Asamblea Nacional? ¿Desde qué espacio se forjan los ecuatorianos como sociedad? ¿Desde dónde hacen política? ¿Cuál es ese ámbito de confluencia de voluntades ciudadanas? Todo da cuenta de que el remordimiento y la frustración colectiva son el eje catalizador de una participación ciudadana de estirpe quejumbrosa.
* Magíster en Estudios Latinoamericanos, mención Política y Cultura. Licenciado en Comunicación Social. Analista político, experto electoral.
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