La desesperación está provocando la quema acelerada de neuronas entre los correístas obtusos. La última acusación del expresidente Correa en contra de la fiscal general del Estado es de un simplismo que aturde. Ronda los límites de la insensatez.
Cualquier mortal con dos dedos de frente podría fácilmente invertir la versión de que Diana Salazar estaría chantajeando al correísmo con meter presos a Jorge Glas y Paola Pabón si le inician un juicio político en la Asamblea Nacional. ¿No pudiera ser a la inversa? Es decir, que el expresidente haya enviado un mensaje a la señora fiscal amenazándola con el juicio político en caso de que inicie alguna acción judicial en contra de los aludidos.
Con esta contrargumentación, ambas acusaciones perderían sentido. Mi palabra contra la suya, como dicen los abogados. Y así hasta las calendas griegas. A cada parte no le quedaría más que recurrir a la inteligencia artificial, como se ha puesto de moda, para forjar una llamada telefónica, o una conversación reservada que involucre al antagonista, a fin de fundamentar la acusación. Pura realidad virtual.
El problema con los razonamientos incorrectos –lo que en lógica se denomina falacias– es que terminar revirtiéndose en contra de sus promotores. En el tema que nos ocupa, la supuesta iniciativa de la fiscal general resulta inadmisible y absurda, sobre todo después de que la mayoría de las bancadas en la Asamblea Nacional han rechazado la posibilidad de un juicio político en su contra. Así, la imputación del exmandatario aparece como una ridiculez.
No obstante, y a fin de darle a este análisis mayor objetividad, concedámosle a Rafael Correa el beneficio de la duda. No se trataría de una torpeza, sino de una jugada bien calculada para curarse en salud. Es decir, para descalificar de entrada cualquier decisión de la fiscal en contra de Glas y Pabón. Todo sería, de acuerdo con esta estrategia, una retaliación política carente de soportes jurídicos.
De ser esta la situación, el correísmo tampoco consigue desviar la mirada ciudadana de las verdaderas intenciones detrás de la ofensiva contra Diana Salazar. Es decir, que quieren su cabeza no solo para allanar el camino de la impunidad para sus jerarcas prófugos o encarcelados, sino para bloquear las eventuales consecuencias de otros procesos que están en la fila. Algunos de una gravedad incalculable. En concreto, el asesinato de Fernando Villavicencio y el juicio a Carlos Pólit en Estados Unidos. De ahí saldrán unos duendes aterradores.
La movida del correísmo se torna aún más delirante si, como lo han señalado varios juristas, no existen razones de peso para bajarse a la fiscal. Tendrán que conseguirse una legión de asambleístas con rabo de paja que le entren al chanchullo. Pero parece que no les da el número… todavía.
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