COP 28: Del dicho al hecho… hay mucho trecho ¿Marchando en el propio terreno hacia las COP 29 y 30?

“El ser humano es el único animal que tropieza veintiocho veces en la misma piedra”.
Gustavo Duch

Estudiados los resultados de la 28º Conferencia de las Partes del Convenio Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP) en Dubái, celebrada al finalizar el 2023, se puede anticipar cuál será situación del planeta y sus habitantes cuando empiece, a fines del próximo año, la nueva COP, que será en Bakú, en Azerbaiyán. Sin temor a equivocarnos los graves problemas ecológicos no habrán encontrado una seda para su superación y ni siquiera se habrá empezado a superar la dependencia de los combustibles fósiles, tal como se pregonó con bombos y platillos al cerrar la puerta de la COP en los Emiratos Árabes Unidos.

La tierra seguirá registrando records extremos de temperaturas, con veranos cada vez más calientes y fluctuaciones no antes conocidas. Los fenómenos naturales desatados por el capitaloceno serán innumerables, se trate de sequias o inundaciones, tifones o marejadas. Las guerras y los genocidios continuarán alentadas por el afán imparable de acumular sin importar que se sofoque la vida de la Naturaleza. Los flujos de migraciones climáticas se mantendrán con tasas crecientes. La brecha de la inequidad ecológica aumentará, en un momento en el que ya las emisiones el 10% de la población que más contamina genera la mitad de las emisiones globales, pero solo sufre un 3% de las pérdidas por el colapso ecológico. Inclusive el derroche energético se mantendrá imparable, tanto que la misma Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) ya anticipa que en el año 2024 la demanda del hidrocarburo alcanzará un “crecimiento sano” de 2,2 millones al día, llegando a una tasa diaria de más de 104 millones de barriles. Y todo esto con escenarios gubernamentales cada vez más dominados por “negacionistas” de los más diversos pelambres ideológicos, sean libertarios de derecha extrema o progresistas autodenominados socialistas.

En este punto, la pregunta que surge es sobre el futuro de las próximas COP, en especial la de Belém do Pará, en Brasil, a fines del 2025.

Más el ruido que las nueces

Sinteticemos rápidamente lo que se consiguió en Dubái, sin duda una de las mayores capitales del despilfarro energético mundial, pero que consiguió ser proyectada como una “Ciudad Sostenible” el año 2017 por la prestigiosa revista National Geographic, como fruto de lo que debió ser un costoso publireportaje.

Cuando el tiempo formal había concluido en el Emirato petrolero se alcanzó un acuerdo. Los responsables de las negociaciones de casi 200 países reconocieron en el documento final por primera vez de forma expresa en una COP la necesidad de abandonar los combustibles fósiles. Esta aceptación, importante a primera vista, dio lugar a una pronunciada ovación en la cumbre. La emoción contagió a casi la totalidad de los casi 100 mil participantes, sean funcionarios internacionales o gubernamentales, cabilderos petroleros y onegeistas, periodistas, etno-viajeros y eco-turistas. Y fuera de la cumbre, como ya sucedió sobre todo luego de la COP 21, celebrada en Paris en el año 2015, el contento, aupado por miles de superficiales notas de prensa, se generalizó en amplios sectores del mundo… antes de volver a la cotidianidad, es decir a la normal senda de la civilización de los combustibles fósiles, con todas sus brutales consecuencias.

Más allá de lo simbólico del reconocimiento alcanzado, lo real es que lo logrado no cambia prácticamente nada. Incluso el manejo de las palabras demuestra la perversidad del acuerdo. De los conceptos de la eliminación progresiva (phase-out) y la reducción progresiva (phase-down) de los combustibles fósiles (el texto menciona explícitamente solo al carbón), se dio paso a un nuevo concepto: transitar hacia el abandono de los combustibles fósiles (transitioning away). Con este ajuste lingüístico se logró desbloquear a último momento la cumbre. Y así se llegó a un final que algunos lo consideran histórico mientras que otros directamente lo ven como decepcionante, insuficiente y plagado de debilidades. Basta constatar la reacción negativa de los pequeños países insulares, como Samoa, que ya sufren directamente los embates del colapso climático, que constataron, una vez más, dónde están las prioridades.

Los entretelones de una continuada estafa

Analicemos algunos puntos concretos frente a la compleja realidad que atravesamos, teniendo en cuenta, además, que el tiempo para enfrentar el calentamiento ambiental y el consiguiente calentamiento social se agota. El acuerdo recoge las metas de descarbonización que recomienda la comunidad científica para asegurar un futuro habitable para todo el planeta. Eso parece motivador. Se acepta rebajar las emisiones en al menos un 43% para 2030 y en un 60% para 2035 respecto a los niveles de 2019, a fin de lograr la neutralidad en carbono en 2050.

Entendamos lo que esto significa. En las sucesivas COP, ésta no es la excepción, no se han exigido reducciones reales, sino que se llama a tomar medidas para lograr la “neutralidad climática” o llegar a un “cero neto” en emisiones para 2050. Este concepto de “cero neto” es engañoso, pues supone que las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) pueden continuar e inclusive aumentar mientras puedan “compensarse” a través de los mercados de carbono y/o mediante la remoción de GEI de la atmósfera, a través las llamadas “soluciones climáticas basadas en la Naturaleza” o con “tecnologías de remoción de carbono” (es decir con técnicas de geoingeniería).

Este es un punto complejo. En concreto, se permite la extracción y el uso de carbón, petróleo y gas considerados como “abatidos” o “mitigados”, en tanto están conectados a instalaciones de captura y almacenamiento de carbono o a otras formas de “remoción” de carbono una vez emitido, como la captura directa en el aire y la bioenergía con captura y almacenamiento de carbono. En consecuencia, se consolidó la tecnología de Captura y Almacenamiento de Carbono (CCS, por sus siglas en inglés). Esta tecnología no es nueva, fue desarrollada por la actividad petrolera para acceder a reservas profundas de petróleo mediante la inyección de dióxido de carbono. Originalmente se la denominó recuperación mejorada de petróleo (EOR, por sus siglas en inglés). Y ahora esta vieja tecnología entra en la lista de las tecnologías climáticas -como la geoingeniería, las compensaciones, los mercados de carbono, inclusive la energía nuclear y el mismo gas, entre otras-; actividades que hasta podrán beneficiase de subvenciones públicas y obtener créditos de carbono para financiar la extracción de más combustibles fósiles y al mismo tiempo generar nuevos mecanismos de lucro a través de captura y mercados de carbono.

En otras palabras, estas “soluciones climáticas” mantendrán abiertas las opciones para seguir utilizando los hidrocarburos y las posibilidades de acumulación de los grandes capitales, muchos de ellos responsables directos de los destrozos ecológicos que sufrimos. Y a pesar de esta constatación, habrá más de un experto que en la COP 28 todavía esperaba más concreciones para seguir ampliando la lógica del capitalismo verde.

Un punto más. No siquiera se pudo concretar el tema del financiamiento adecuado para una transición justa, superando la perversidad de la mercantilización de la Naturaleza, como sucede con el mercado de carbono. Tampoco se abordó la cuestión de los multimillonarios subsidios a los combustibles fósiles.

Un camino al infierno empedrado de buenas intenciones

Para cerrar este breve análisis, destaquemos un punto clave: el texto deja a la elección de los países la fórmula para lograr esas reducciones de emisiones esperando que sean rápidas, profundas y sostenidas, en línea con lo que dicen los científicos y de acuerdo a sus circunstancias, vías y enfoques nacionales.

En concreto, como ya sucedió antes, por ejemplo, en la COP de París, que sirve de gran referente de las últimas cumbres, no tenemos entre mano un acuerdo vinculante. Es una declaración que se inserta dentro de la lógica dominante, es decir no se avanza para nada en una efectiva construcción de alternativas sistémicas. Es una tarea compleja, sin duda alguna con aberraciones como las de asumir que China es un país subdesarrollado que le permite gozar de un trato preferente, cuando esta economía, la más grande del planeta, es la que más contamina en el mundo.

Los resultados no solo que están llenos de hipocresía, sino que, como lo acabamos de mencionar, mantienen abierta la puerta para las falsas soluciones, como son la captura y almacenamiento de carbono, o inclusive anotan retrocesos en algunos puntos como el de la obertura sanitaria universal. Es más, a través de varios acuerdos puntuales de algunos actores que participaron en la COP, se continuará con procesos perversos, que pueden estar dentro de las iniciativas de transición energética corporativa, como es la “Carta de descarbonización del petróleo y el gas”, suscrita por 52 empresas de combustibles fósiles y lanzada conjuntamente con Arabia Saudí. De hecho, el conocido como Consenso de la Descarbonización (Maristella Svampa y Breno Bringel, dixit), abre la puerta a nuevas y más perversas formas de colonización ecológica a través de la ampliación de los extractivismos del litio, del cobre y de las tierras raras, para mencionar apenas un par de ejemplos.

Aceptémoslo, mientras no se afecten los intereses de los grandes contaminadores, sean estados o transnacionales -sobre todo las empresas energéticas, automolísticas, aéreas, marítimas y militares-, este tipo de acuerdos serán insuficientes e incluso contraproducentes. Mientras no se cambie de rumbo y no se entienda que el crecimiento económico permanente es un motor de todo tipo de destrucciones e inequidades, no se alcanzarán soluciones realmente estructurales. Así, mientras no se aborde el reto con equidad y radicalidad, sobre bases de una compenetración efectiva de la justicia social y la justicia ecológica, lo que se consiga no tiene trascendencia.

Un golpe de timón ante el inminente naufragio

En suma, el saldo de la COP 28 no es para nada alentador. Y al paso que vamos, la COP 29 en Bakú, en otro país con un régimen autoritario y una economía dependiente del petróleo, será otro fracaso. Esperar otros resultados repitiendo lo mismo, tropezándonos una y otra vez con la misma piedra, es una torpeza que no podemos tolerar más. Los discursos verdes alientan las prácticas contaminantes. En esa línea el futuro de las COP son el pasado.

Así las cosas, si no hay cambios de fondo, inclusive la COP 30 en Brasil a fines del año 2025 será una desilusión. Por eso nos surge la duda y nos preguntamos si el país anfitrión tendrá la capacidad para hacer un esfuerzo serio que rompa esta inercia caracterizada por la insensatez y la irresponsabilidad. En concreto nos preguntamos, si el gobierno de Lula, que ha anunciado el ingreso de Brasil a la OPEP, comprenderá la gravedad del momento y podrá alentar un cambio sustantivo sustentado en propuestas surgidas desde las bases de las sociedades del planeta…

En razón de ello, retomemos el reclamo del Pacto Ecosocial e Intercultural del Sur para convocar y organizar una Cumbre Climática Mundial de la Madre Tierra y los Pueblos, formulado el año 2022. Se trata de un encuentro que no puede ser manipulado por el poder y que tenga la capacidad para tratar con urgencia todos estos temas. Un conclave que reúna al conjunto del activo militante de los pueblos y las sociedades, comprometidas con un horizonte de transición eco-social radical, democrática, con justicia ecológica y social global, intercultural y pluriversal que transforme tanto el sector energético como las esferas industrial y agrícola, que dependen de insumos energéticos fósiles, tanto como la lógica insostenible de procesos de urbanización deshumanizantes.

En suma, precisamos una Cumbre que entienda que la vida digna de todos los seres humanos solo será posible sólo si vivimos en armonía con nuestra Madre Tierra.

CDMX, 26 de diciembre del 2023

  1. Abuelo. Economista ecuatoriano. Compañero de luchas de los movimientos sociales. Juez del Tribunal Internacional de los Derechos de la Naturaleza. Profesor universitario. Ministro de Energía y Minas (2007). Presidente de la Asamblea Constituyente (2007-2008). Autor de varios libros.

Artículo publicado en la revista AMAUTA Siglo XXI

Vocero de los socialistas mariateguistas

Año 4, número 15, enero del 2024

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Economista ecuatoriano. Compañero de lucha de los movimientos sociales. Profesor universitario. Ministro de Energía y Minas (2007). Presidente de la Asamblea Constituyente (2007-2008). Candidato a la Presidencia de la República del Ecuador por la Unidad Plurinacional de las Izquierdas (2012-2013). Autor de varios libros y artículos.

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