El 1 de enero de 1994 el mundo fue testigo de un levantamiento social en un lugar recóndito del sur de México: el levantamiento zapatista.
Miles de indígenas, y algunos mestizos, integrantes del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, se tomaron el municipio chiapaneco de San Cristóbal de las Casas para volver a exigir tierra y libertad, casi un siglo después de la revolución.
hoy buscan mecanismos de organización ante una variable que crece y se fortalece: los carteles de narcotráfico, y los retazos criminales que quedaron tras la captura del ‘Chapo’ Guzmán.
Con Emiliano Zapata, el ciclo de la historia volvía, pero ahora con indígenas encapuchados que en el ocaso del siglo XX manifestaban el cansancio y la indignación frente a la exclusión y opresión impuesta en 500 años de colonización.
Desde entonces, desde el 94, las y los zapatistas buscaron negociar con el Estado sin mayores resultados, mientras iban construyendo formas de autonomía y resistencia ante lo que denominan «la hidra capitalista».
Pero si hace 30 años se levantaban contra los terratenientes, sus paramilitares y «el mal gobierno», hoy buscan mecanismos de organización ante una variable que crece y se fortalece: los carteles de narcotráfico, y los retazos criminales que quedaron tras la captura del ‘Chapo’ Guzmán.
Asesinatos, tráfico de drogas, armas e incluso de personas se suman a, como era de esperarse, las conexiones mafiosas con la política institucional local. La pobreza de la zona, y la posición estratégica para el tráfico, junto a la posible puesta en marcha de megaproyectos, son el caldo de cultivo de una profunda conflictividad.
La pobreza de la zona, y la posición estratégica para el tráfico, junto a la posible puesta en marcha de megaproyectos, son el caldo de cultivo de una profunda conflictividad.
El zapatismo, que se identifica como una «izquierda desde abajo», ha procurado el autogobierno por medio de las caracolas y las Juntas de Buen Gobierno, y ahora, con el cerco que supone la avanzada criminal, va a ensayar nuevas alternativas para disputar el problema de la tierra pero también, el limitado margen de acción territorial con el que cuenta a la fecha.
El pasado 20 de diciembre de 2023, hicieron pública en «enlace zapatista» y en otras plataformas afines al proyecto, una entrevista denominada «Vigésima y Última Parte: El Común y la No Propiedad» realizada por el Capitán Marcos al Subcomandante Moisés. En ésta dan cuenta de lo que será la nueva etapa del movimiento: el establecimiento de tierra recuperada «en común» para la siembra y el manejo entre zapatistas y no zapatistas.
«Ni privada, ni ejidal, ni comunal, ni federal, ni estatal, ni empresarial, ni nada. Una no propiedad de la tierra. Como quien dice: «tierra sin papeles”», sostiene el Subcomandante sobre la iniciativa que es producto de la deliberación colectiva.
«Entonces, respetando las tierras que son de propiedad personal-familiar, y las que son para trabajo de los colectivos, se crea, en terrenos recuperados en estos años de guerra, esta no propiedad. Y se propone que se trabaje en común por turnos, sin importar qué partido eres, o qué religión, o qué color, o qué tamaño, o qué género eres», indica.
«Entonces, respetando las tierras que son de propiedad personal-familiar, y las que son para trabajo de los colectivos, se crea, en terrenos recuperados en estos años de guerra, esta no propiedad».
En cuanto a las reglas básicas para el manejo de esas tierras, expone lo siguiente:
«tiene que ser acuerdo entre los pobladores de una región. No cultivar drogas, no vender la tierra, no permitir la entrada de ninguna empresa o industria. Quedan excluidos los paramilitares. El producto del trabajo de esas tierras es de quienes la laboren en el tiempo acordado. No hay impuestos, ni pago de diezmos. Cada instalación que se construya queda para el siguiente grupo. Se llevan sólo el producto de su trabajo. Pero de todo esto ya iremos hablando más después».
Si bien la experiencia zapatista no goza de la misma visibilidad mediática de hace 30 o 20 años, la búsqueda de alternativas radicales sigue siendo el horizonte, y el horizonte se sigue conectando al pasado: desde la Comuna de Morelos promovida por los zapatistas en la revolución hace un siglo, hasta la larga memoria indígena que se remonta a miles de años.
Como decían los jóvenes rebeldes en la conmemoración de las tres décadas del levantamiento: «Pero no nos rendimos. Resistir no es sólo aguantar, sino construir».
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