#Opinión / La utopía descafeinada

América Latina es la región más desigual del planeta. No la más pobre; la más desigual. La precisión es indispensable para entender el fenómeno del narcotráfico que nos corroe como sociedad.

A diferencia de muchas formas de delincuencia común, el tráfico de narcóticos no surge de la marginalidad social, aunque se nutre de ella para hacer funcionar varios de sus dispositivos. No de otro modo se explica que tantos empresarios, generales, políticos, jueces, fiscales, artistas y dirigentes deportivos estén dedicados al negocio. El narcotráfico, por ejemplo, no tiene la impronta socioeconómica de la desnutrición.

Por eso su erradicación es tan compleja y difícil. Porque no será suficiente con eliminar la pobreza; hay que eliminar la codicia. En la lógica del hedonismo desenfrenado, la adicción al consumo y el individualismo violento a los que nos ha sometido el capitalismo contemporáneo, la necesidad de subirse al carrusel de la riqueza se ha convertido en una opción compulsiva, absolutamente neurótica. No solo se trata de dinero fácil y rápido para los más necesitados, sino de una voracidad acumuladora para quienes tienen demasiado. El lavado de activos, solo por citar la faceta más modosita del narcotráfico, no se gestiona en la Prosperina o en la Guacharaca.

El Ecuador era una isla de paz, pero plagada de desigualdades. Solo era cuestión de tiempo para que la gente común y corriente se cansara de contemplar pasivamente la descarada ostentación de las élites. No obstante, la respuesta a las injusticias sociales no apareció por la puerta de la revolución, como muchos esperábamos y otros pocos temían, sino por la ventana del caos. La criminalización y la corrupción de las instituciones promovida por el narcotráfico ha sido la estrategia más eficaz para la movilidad ascendente de amplios segmentos de la sociedad. No solo de los más pobres.

Ahora, frente a la desazón que provoca el callejón sin salida de la inseguridad general, muchas voces echan mano de la nostalgia nacional. Regresar a la condición de isla de paz es el nuevo mantra con el que se pretende expulsar al fantasma del crimen organizado. Tarea ingrata por inviable. Primero, porque es históricamente absurdo un retroceso en el tiempo; segundo, porque hay factores que estuvieron ausentes en ese pasado idealizado: dolarización, posmodernidad, explosión demográfica, globalización, crisis ambiental, hacinamiento urbano… Son estos factores los que, muy a nuestro pesar, establecen las nuevas condiciones para el funcionamiento de la sociedad.

El desafío, entonces, debe centrarse en la construcción de una paz en otras condiciones y con otros contenidos. Y dejar la utopía descafeinada de la isla de paz para el recuerdo.

 

Enero 31, 2024

Acerca de Juan Cuvi 180 Articles
Miembro de la Comisión Nacional Anticorrupción (CNA), Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo, Parte de la Red Ecudor Decide Mejor Sin TLC.

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