El primer gol que grité del Deportivo Quito yo tendría unos cuatro años de edad. No lo vi, lo escuché en una popular cadena radial de la capital. Carlos Efraín Machado decía: “Que golazo mi Dios”. Era gol de Aguinaga. Mi papá tenía la buena o mala costumbre de alzar el volumen como desaforado cuando anotaba el Quito.
Mi abuelo, Francisco «Pachito» Espinosa, siempre me decía: «Antes de ser Deportivo Quito era Argentina. Yo entrené en ese equipo, porque eran mis amigos». Según cuenta la familia, era hermoso verle a Pachito con su esposa Piedad, en su sastrería y modistería, en la calle Pedro Fermín Cevallos y Oriente, escuchando por radio las hazañas del Quito de los años 60. Por mi parte, les vi en su taller de Carcelén, aunque no lo crean, compraron la casa frente al complejo del Quito.
Mi abuelo, ni el Alzheimer, lo logró quitar de su cabeza al Quito. Hablaba poco y era de fútbol. Cuando le dijimos que el Quito quedó campeón en el 2008. Solo repetía «Argentina, el Argentina campeón» y sonreía con su mirada dispersa típica de las personas con esa enfermedad.
Los que nacimos en los años 80 del siglo pasado, vimos los “tapetazos”, cuando hicieron repetir una final sin público, cómo se vendían los jugadores a los equipos días antes de las finales. Aguantamos 40 años sin copas. Cuando parecía que ese año era de gloria, se perdía partidos decisivos o cuando tus emblemas se vendían por unos cuantos centavos al equipo del mismo patio. Pero la hinchada siempre estuvo ahí, no se fue y para envidia de muchos creció. Mis primos y yo somos hinchas y crecimos sin ver al equipo campeón.
Mi papá, mis tíos y sus primos amantes del Deportivo Quito, subían la calle Caldas en San Blas, con el «se oye un ruido de pelotas», por Dios que me eriza la piel cuando la escucho. Recuerdo mi niñez, mi familia y de la alegría que solo el fútbol te da.
En el 2008, fui a la mayoría de los encuentros con un grupo de amigas y amigos. El partido con Liga de QUITO en la liguilla final fue brutal, porque los «albos» tenía una plantilla de lujo, venían con el pecho hinchado al ser campeones de América y estaban a pocos puntos en la tabla que nosotros. Si ganábamos ese partido estábamos a un solo punto del campeonato. Debíamos ganar el clásico.
Ese día, un señor de unos 55 años, con una gorra con el sello del Quito, llegó al final del primer tiempo. Me dijo: «Deme un campito, vengo trabajando». Yo acepté y nos acomodamos. El tipo me dio una naranja, canguil y un vaso de cola. «En este arco vamos a meter dos», me comentó mientras prendía un radio de color negro que al parecer ya tenía varios años de recorrido. Respondí con nervios: «Espero que sí». Cuando Saritama la clavó en el ángulo solo recuerdo que nos abrazamos todo el grupo de amigos y me dejó sordo los alaridos de Tatiana, la ahora exnovia del Pablito Cadena. El segundo gol, el más gritado después de cuatro décadas, Mandra nos daba una alegría mayor. Mis amigos se cayeron, yo me abracé a ese obrero, aquel desconocido que nos unía los colores.
Para que contar lo que sentimos al ser campeones y lo que significó. Pero ese mismo año mi primo Robertito tres días después del partido con Macará, murió escopolaminado. «Ya lo vi campeón al Quito, puedo morir tranquilo. Mis cenizas botan en la cancha del complejo del Quito», le dijo a su hermano Edison. Así fue, algunos integrantes de la Mafia Azul Grana nos acompañaron a botar las cenizas mientras cantábamos con mi familia el «Sí, sí señores, yo soy del Quito».
Llegó el bicampeonato y fue una locura total. El 2011 lo recuerdo tanto, porque fue la última vez que el Quito quedó campeón de primera A. Fue el año que nació mi hijo. Yo le puse la bandera del Quito en su cuna.
Luego todo fue todo cuesta abajo desde los partidos de La Libertadores contra la Universidad de Chile, ese 4-1 y su posterior 6-0. Era el inicio del fin. Nos confiscaron todo, se llevaron todo, pero nunca podrán comprar y nuestro amor por este equipo.
Las demandas y «tapetes» nos mandaron a los infiernos, pero la hinchada estuvo ahí. El tan solo poder jugar ya era un triunfo. Fuimos a muchos estadios, sin mayores seguridades y comodidades. Estadios para 1000 estábamos 3000 o 5000.
Ahora, varios equipos de primera nos piden que juguemos con ellos, porque el Quito es de primera y tiene esa hinchada, la más fiel, la que más grita, la que no abandona. Seguimos asistiendo al estadio, con las abuelas y abuelas, los jóvenes, adultos y los niños que ahora hacen los aguante y contarán a sus hijos de lo que fue verle al Quito jugar en la segunda.
Este año, tendré una nueva integrante, mi sobrina Alegría. No le gustaba mucho el fútbol, pero le dije: «Tu mamá fue hincha del Quito. Ahora que está en el cielo debes hacerte hincha». Hoy viene a los partidos a pesar de que su papá sea de Liga y se enoje.
Les haré socios a mi hijo y sobrina. Vendremos juntos al estadio, alentar al Quito, le contaré de la leyenda de «los dos corazones», de Ernesto Guerra, Battaini, De Lima, el flaco Encalada, de Mandra o Saritama, entre otras glorias. Le hablaré lo que significa el Quito, sus colores e historia, pero sobre todo que esté donde esté, vaya donde vaya, la hinchada no abandona. Cronología
Nace 9 de julio de 1940 con el nombre de Sociedad Deportiva Argentina.
Refunda el 27 de febrero de 1955 como Sociedad Deportivo Quito.
1964 Primer campeonato nacional
1968 Segundo campeonato Nacional
1985: vicecampeón nacional
1988: vicecampeón nacional
1997: vicecampeón nacional
1986: Juan Carlos de Lima fue goleador de la Copa Libertadores de América en con Sociedad Deportivo Quito.
2008 Campeón Nacional
2009 Bicampeón Nacional
2011 Campeón Nacional
Actualmente, juega en la Segunda Categoría del fútbol ecuatoriano.
«La mejor hinchada del fútbol ecuatoriano es la de Sociedad Deportivo Quito
Nota publicada en NotiMercio, escrita por Rubén Espinosa.
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