Hay empresarios cuya voracidad carece de límites. Y de sentido. Podrían montar un vivero en el cementerio para aprovechar la fertilidad del terreno.
Lavinia Valbonesi, esposa del presidente Noboa y primera dama de la nación, está involucrada en un escándalo a propósito de la eventual construcción de un proyecto inmobiliario en un área protegida de la comuna de Olón. La iniciativa se presta para varias interpretaciones, sobre todo por las implicaciones éticas y estéticas que tiene.
Utilizar el poder político para presionar o incidir en la designación de una autoridad comunitaria funcional a intereses particulares es un acto contrario a la ética (esa palabreja que ha sido eliminada del diccionario de la política y de los negocios). En una entrevista difundida en redes sociales, el actor Andrés Crespo, vecino del lugar, afirma que desde hace un par de meses se desató una ofensiva para cooptar o imponer a las autoridades comunitarias y obtener el visto bueno para la ejecución de las obras. Se llegó al extremo de regalar camionetas de banano con el ánimo de seducir a la población de la comuna.
Pretender construir varios bloques de apartamentos en un área protegida revela el imaginario que tienen los involucrados en el negocio a propósito del hábitat. Seguramente quieren hacer de Olón una especie de Miami criollo, la expresión más destilada de la estética banalizada y enajenante. Reemplazar el manglar –o cualquier otro ecosistema– por cemento, almacenes y piscinas privadas nos retrotrae a las más pedestres versiones de la modernización del espacio.
Probablemente, los socios y socias del proyecto saldrán a dar cátedra respecto de la importancia del progreso y el desarrollo en zonas y sectores sociales afectados por la pobreza y la marginalidad. ¡Generación de empleo y de oportunidades! gritarán a voz en cuello, en un vano intento por maquillar las evidencias que demuestran precisamente lo contrario. Está por demás demostrado que el impacto social, económico y cultural de la expansión urbana en comunidades campesinas de irreparable.
Que la gallada vinculada a la empresa Vinazin S.A., gestora del proyecto y entre cuyos exsocios constan el presidente Noboa y el ministro Luque, estén convencidos de que la felicidad radica en las urbanizaciones de lujo, es comprensible. Esos son los referentes culturales y vitales de los que se han nutrido. Vivir de espaldas a la realidad social ha sido una patente de las élites ecuatorianas. Pero hacerlo proyectando una imagen de atropello a la ley y de abuso del poder no tiene lógica, justo cuando el jefe de la gallada le está apostando a la reelección. Su candidatura podría irse al traste.
¿Realmente necesitan los involucrados ganar más dinero a pesar de las consecuencias políticas? ¿No tiene la familia Noboa, de la cual es parte fundamental Lavinia Valbonesi, suficiente plata como para hacer negocios más discretos y menos escandalosos? ¿O es que la primera dama está armando su propio feudo, por si las moscas?
Mayo 7, 2024
Be the first to comment