Ni tanto que queme al santo ni tan poco que no lo alumbre. Al parecer, el dicho no consta en el repertorio discursivo del presidente Noboa. Al menos, en lo que se refiere a comunicación: de una parquedad casi autista, de golpe y porrazo pasó a una hemorragia verbal que tiene alborotado a medio gabinete.
La explicación no luce muy complicada. Alguien en el entorno más cercano debe haberle sugerido que se consiguiera un peso pesado de los medios gringos para hacer un ejercicio de proyección internacional de su imagen. Y qué mejor que la revista The New Yorker.
El problema es que Daniel Noboa incurrió en una grave confusión: no es lo mismo ser un personaje del jet set que un jefe de Estado. El primero se nutre del escándalo, mientras que el segundo necesita del equilibrio. Noboa no previó que la prensa de los Estados Unidos no se anda por las ramas, ni tiene los mismos condicionamientos que la nuestra. Por eso no le pusieron filtros a su entrevista con Jon Lee Anderson. Ahora, la Secretaria de Comunicación de la presidencia hace acrobacias para intentar revertir lo irreversible, denunciando una supuesta descontextualización de las declaraciones del primer mandatario. Misión imposible.
La tentación, hay que reconocerlo, fue irresistible. Noboa aspirará a jugar en las grandes ligas de la política internacional con un reportaje donde, equivocadamente, combinó farándula, diplomacia y política púbica. La mezcla, en principio, resultó tóxica. No obstante, habrá que ver si, considerando el estilo verdulero que se está imponiendo en el mundo de la política, sobre todo por nuestros lares, sus estrategas electorales le sacan algún provecho al desaguisado.
¿Tendrán estas declaraciones alguna afectación en el plano de las relaciones internacionales del Ecuador? Lo dudo. Sobre todo, por los antecedentes de los mandatarios involucrados en las críticas de Noboa. Petro se dijo linduras con Bukele y Milei; este, a su vez, no ha escatimado esfuerzos en su intercambio de insultos con Maduro y Pedro Sánchez; Boric también tuvo su parte en la confrontación con Maduro. Al final, los intereses de los grupos de poder de sus respectivos países terminarán imponiéndose.
Lo realmente preocupante es que Daniel Noboa actúa con más desenvoltura en el escenario internacional que acá en la llacta. Es inevitable sospechar que le concede mayor importancia a la opinión pública norteamericana que a la ecuatoriana. O, quizás, calculó que el rebote de un medio de comunicación internacional prestigioso podía incrementar su popularidad dentro del país. A fin de cuentas, el colonialismo cultural sigue gozando de buena salud.
Por aquello de que cada ladrón juzga por su condición, Noboa le apostó a deslumbrar a los ecuatorianos con una pasarela neoyorquina.
Junio 19, 2024
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