No es lo mismo ganar elecciones que gobernar un país o que transformar una sociedad. Y aunque estos tres factores estén relacionados con la acción política, no son necesariamente secuenciales. Es más, ni siquiera están conectados; pueden presentarse de manera individual.
Tomemos algunos ejemplos: el Frente Popular, la coalición francesa de partidos de izquierda y centroizquierda, ganó las últimas elecciones legislativas, pero no puede gobernar. El sistema político francés no se lo permite, porque no cuenta con mayoría en la Asamblea Nacional.
El caso de las dictaduras militares que azotaron América Latina respondería al segundo factor: nunca ganaron una elección, pero gobernaron durante varios años. Incluso décadas.
El tercer factor podría ser considerado el más importante de los tres, porque incide en aspectos de fondo y de largo aliento. El movimiento indígena ecuatoriano, por ejemplo, jamás ha ganado una elección presidencial ni ha gobernado el Ecuador, pero provocó un cambio irreversible en la sociedad ecuatoriana. Este país no es el mismo desde la irrupción política del movimiento indígena en la vida nacional. Los levantamientos actuaron como un espejo en el cual la sociedad tuvo que reconocerse. La propuesta de plurinacionalidad implicó admitir la enorme diversidad cultural y las terribles desigualdades sociales sobre las cuales se pretendió erigir un modelo de nación incoherente con la realidad.
Por eso, que ahora la dirigencia del movimiento indígena apueste a ganar elecciones a cualquier costo es un peligroso retroceso. Hablando en términos futboleros, es como si un equipo de primera división descendiera voluntariamente a la serie B para poder ganar una copa.
Entre haber posicionado una propuesta que interpela al viejo sistema liberal de dominación y negociar candidaturas con fuerzas políticas totalmente desprestigiadas, media un abismo, un precipicio donde el proyecto histórico de la CONAIE podría despeñarse.
Los procesos electorales no han sido particularmente generosos con el movimiento indígena. En muchos casos han provocado el aparecimiento de conductas y conflictos contrarios a sus lógicas culturales e históricas. Luego el éxito alcanzado en las elecciones de 2021, el nutrido bloque parlamentarios de Pachakutik se desgranó en menos de lo que canta un gallo. Y con escándalos de por medio. La metáfora de la mazorca quedó para el anecdotario. Haber conseguido la presidencia de la Asamblea Nacional terminó siendo un purgante.
Desde una perspectiva de izquierda, las elecciones deben expresar un justo término y ocupar un lugar preciso y equilibrado. Al igual que un hipotético gobierno de esa tendencia. Apostarle todo a las formalidades de la política puede tener un alto costo estratégico. Porque las transformaciones duraderas de una sociedad radican en otras dimensiones de la lucha política.
Agosto 28, 2024
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