El proceso judicial contra Carlos Pólit concluyó con una sentencia más bien benigna. Aunque el fiscal pidió una condena de 19 años, la jueza terminó imponiéndole 10 años de reclusión. Hay elementos para suponer que se dio algún tipo de negociación que culminó con la reducción de la pena. El tiempo lo dirá. Pero no sería de sorprenderse que el día menos pensado aparezcan más involucrados en la trama de corrupción y lavado de activos que se urdió alrededor del excontralor.
A pesar de implicar un triunfo para la justicia, el caso de Carlos Pólit no deja de representar una vergüenza y una tristeza para el país. Vergüenza, porque evidencia la total descomposición de las instituciones ecuatorianas. Pese a la interminable lista de pruebas en su contra, fue imposible juzgarlo aquí por los actos de corrupción que cometió. Al final, en Estado Unidos solo pudieron sentenciarlo por lavado de activos.
Tristeza, porque se confirmó que la corrupción en el Ecuador terminó convertida en una institución. Y no es que antes del gobierno de Rafael Correa no existiera como práctica más o menos recurrente, sino que en ese régimen fue elevada a la condición de sistema. En otras palabras, a la condición de estructura criminal. Los montos del saqueo al erario nacional que se estima ocurrieron durante esa década alcanzan cifras demenciales. Y, a no durarlo, las cantidades que aparecieron durante el juicio a Pólit son tan solo una parte de las coimas que negoció en esos años nefastos. Que, como parte de la sentencia, le confisquen la bicoca de 16 millones de dólares es muestra suficiente. Eso era para las colas.
¿Cómo fue posible licuar esas gigantescas sumas de dinero ilícito? Pues montando una red de corrupción que involucró a los más diversos funcionarios del Estado y del gobierno, empezando por las principales autoridades. Pólit no actuó solo; era imposible tramitar coimas de esa magnitud sin la venia, la complicidad o la aquiescencia de su círculo más cercano. En otras palabras, de su gallada. La insistencia que mostró el expresidente Correa para nombrarlo contralor, y la vehemencia con que defendió su supuesta honorabilidad, lo ponen también en el punto de mira de la justicia. A él y a otros jerarcas del movimiento verde-flex. Como Vinicio Alvarado.
Hoy, el estratega electoral y de comunicación del correato aparece como jefe de la campaña presidencial de Luisa González. Habría que encender las alarmas. Porque por más que se hagan los locos y los desentendidos a propósito del caso Pólit, resulta por demás ingenuo suponer que no sabían nada de sus andanzas.
¿Será que planifican reactivar nuevamente el viejo esquema de corrupción? ¿Qué opina la candidata González al respecto?
Octubre 2, 2024
Be the first to comment