Un detalle interesante es cómo la película refleja a Arthur como un hombre castrado simbólicamente. La escena en la que pide ayuda a Harley para realizar la penetración es clave en este sentido, revelando su impotencia frente al poder femenino. Esto se refuerza con la presencia constante de mujeres en su vida que ejercen autoridad sobre él: su madre, la abogada, la vecina, la psicóloga y, por supuesto, Harley Quinn.
Aunque Gaga brilla en las interpretaciones musicales, muchos espectadores -me incluyo- habrían preferido ver más a Harley Quinn en su versión más perturbadora que a la versión glamorosa y musical de Gaga, lo que dejó un vacío narrativo.
Un guiño a los fans de Batman
Para los fans de Batman, aparece el fiscal de Ciudad Gótica, Harvey Dent, interpretado por Harry Lawtey, quien asegura que Arthur está listo para ser juzgado y condenado a la pena capital, sin sospechar que su destino es convertirse en el mítico Dos Caras.
El clímax de la película llega cuando Arthur canta “If You Go Away”, la versión en inglés de “Ne me quitte pas” del anarquista Jacques Brel, uno de los himnos de amor más desgarradores de todos los tiempos. “¡Un hombre no debería cantar esas cosas!”, dijo nada más y nada menos que Édith Piaf cuando la oyó por primera vez.; y la actuación de Fleck es humillante y emocionalmente devastadora, especialmente cuando Harley lo escucha desde el otro lado de la línea telefónica, pero permanece indiferente. No escucha al Guasón, sino a Arthur, y lo rechaza.
Un final trágico
Tras un atentado en el tribunal por parte de los seguidores del Guasón para evitar su ejecución, Arthur corre hacia Harley en un último intento por recuperarla. Se reencuentran en las escaleras donde previamente había bailado antes de su aparición en el show de Murray. Sin embargo, Harley lo abandona, y Arthur es arrestado.
Ya en la cárcel, un preso le cuenta un mal chiste a Arthur antes de apuñalarlo repetidamente. Mientras cierra los ojos, Arthur imagina a Harley disparándole, matando simbólicamente al Guasón.
¡Ya no cantemos más, por favor!
Esta frase, dicha por el Guasón a Lee Quinzel, resonó en toda la sala de cine, con el público prácticamente implorando lo mismo. Todd Phillips, en esta segunda entrega, parece dar una advertencia al espectador. Si en la primera película muchos simpatizamos con el protagonista de una revuelta violenta, esta vez la empatía tiene un límite. La película plantea una profunda reflexión sobre el equilibrio entre los deseos reprimidos y las expectativas sociales, invitándonos a cuestionar nuestra simpatía por un personaje que sigue siendo símbolo de la destrucción.
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