Simón Bolívar escribió Mi delirio sobre el Chimborazo en un arranque místico a propósito de la grandeza humana y los colosales desafíos de la independencia de América. En esencia, se trató de una formidable visión sobre la trascendencia que implicaba construir un nuevo mundo. Jamás imaginó que en su nombre, y en nombre de una de sus más memorables reflexiones, los políticos de la región tomarían la referencia al concepto de delirio por su lado más peligroso: la desconexión con la realidad.
Con contadísimas excepciones, llevamos dos siglos de soportar a caudillos y gobernantes impregnados de unos delirios de grandeza que lo único que han conseguido es poblar de decepciones a sus pueblos.
Quizás porque el nevado está en territorio ecuatoriano, nuestros políticos se sienten más comprometidos con decisiones delirantes, como la que actualmente nos está pasando una costosa factura frente a la debacle energética. Durante los diez años de correato se vendió la idea de que bastaba con construir centrales hidroeléctricas para ingresar a la tierra prometida de la energía sustentable. Pero todas las centrales tienen fallas y deficiencias técnicas que impiden su buen funcionamiento (sin contar con los sobreprecios y coimas).
En esta misma línea se promovió la compra masiva de cocinas de inducción, sin considerar que ni siquiera se contaba con algo tan elemental como una red eléctrica adecuada. Hoy no solo que toca mantener o regresar a las cocinas de gas, sino que la respuesta a la crisis es la instalación de decenas de plantas a diesel, una medida que nos retrotraen al pasado más nocivo en términos ambientales y económicos.
El siguiente gran delirio nacional es la guerra contra el crimen organizado decretada por el actual gobierno. Los exiguos resultados conseguidos hasta ahora evidencian no solo el fracaso de la estrategia, sino su total extravío. La alucinación bélica del presidente Noboa más bien allana el camino para que el país termine convertido en un auténtico narcoestado.
Y el último delirio es la propuesta de Asamblea Constituyente en la que se han embarcado representantes de los más variopintos sectores políticos. Como si la realidad estuviera en los papeles y no en la dinámica social. Veintiún constituciones demuestran que el exceso es una virtud de la inutilidad.
En su más reciente libro (La invención de todas las cosas. Una historia de la ficción), una apasionada y extraordinaria invocación a abandonar el mundo real, Jorge Volpi sostiene que son las ficciones las que han dado forma a la cultura, a las relaciones sociales, a las guerras, a la ciencia y hasta al amor. El motor de la historia sería la imaginación, esa capacidad exclusivamente humana que nos ha permitido llegar hasta donde estamos. Este monumental recorrido por la Historia describe aquellas iniciativas que, para bien o para mal, han permitido construir el mundo que hoy conocemos.
Imaginación, no delirios.
Diciembre 2, 2024
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