#Opinión / El paraíso capitalista

 

Por Juan Cuvi

Si la cifra que acaba de dar el presidente Noboa es cierta, el Ecuador enfrenta un panorama apocalíptico: la economía criminal (básicamente el tráfico de drogas, oro, armas y personas) movería anualmente una cantidad de dinero equivalente al presupuesto general del Estado. Como para apagar la luz y cerrar la puerta.

¿Qué implicaciones tiene esta situación? En principio, que en el país opera un Estado paralelo con mayores ventajas y mejores posibilidades que el Estado oficial. Si los capos del crimen organizado se lo propusieran, podrían financiar el desarrollo nacional con mayor eficiencia que cualquier gobierno de turno. En efecto, no tendrían mayores inconvenientes para ejecutar proyectos concretos, como ya ocurre o ha ocurrido en territorios controlados por los cárteles de la droga en Colombia o México. El dinero ilícito no paga impuestos, no está sometido a restricciones legales y, sobre todo, no tiene que lidiar con las trabas burocráticas que bloquen gran parte de las iniciativas estatales.

El asunto, sin embargo, no luce tan simple, empezando porque las economías criminales son actividades intrínsecamente capitalistas. Mejor dicho, salvajemente capitalistas. Su principal objetivo no es la igualdad social sino la acumulación ilimitada de riqueza y de poder en pocas manos, como en las épocas más despiadadas del capitalismo originario. Si en un momento de la Historia la piratería era una actividad legal y socialmente reconocida, ¿por qué no puede serlo el narcotráfico?

A propósito de este tema existe un prurito bastante difundido respecto de las prácticas y consecuencias destructivas e inmorales que rodean a las economías criminales. Sobre todo, por la violencia, la necro cultura y la aniquilación del tejido social. Como si la conquista de América, la colonia, el esclavismo o la devastación humana del capitalismo decimonónico no hubieran sido igual de brutales. Al final del día, los procesos y los resultados siguen siendo parecidos: hacendados, esclavistas, banqueros y empresarios totalmente deshumanizados terminaron engrosando las filas de las familias nobles que hoy estructuran una buena parte de las élites a nivel planetario. A no dudarlo, los capos del crimen organizado reclaman para sí las mismas prerrogativas.

El problema, entonces, no radica en las características particulares de las economías criminales, sino en las condiciones estructurales que les permiten realizarse. Si la crisis existencial de la sociedad posmoderna no estuviera tan interiorizada por la gente, o si el consumismo desaforado no fuera estimulado desde los centros de poder económico global, seguramente las economías criminales no tendrían tanto éxito. Porque, en esencia, se trata de actividades ancladas al capitalismo en su versión más anárquica: no cumplen reglas ni leyes, no se someten a ninguna otra ética que no sea el lucro, se imponen por la fuerza y no por la razón.

Si el capitalismo buscaba el paraíso, parece que el final lo encontró.

Febrero 18, 2025

 

Acerca de Juan Cuvi 184 Articles
Miembro de la Comisión Nacional Anticorrupción (CNA), Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo, Parte de la Red Ecudor Decide Mejor Sin TLC.

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