
Entrevista al periodista estadounidense-canadiense John Vaillant
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El periodista estadounidense-canadiense es autor de «El tiempo del fuego’»(Capitán Swing, 2024), una crónica documentada del incendio más destructivo de Canadá.
El 1 de mayo de 2016 comenzó un incendio con la fuerza del huracán Katrina, el más destructivo de la historia de Canadá, que expulsó a más de 88.000 personas de sus casas, duró tres meses completos y asoló una ciudad entera, Fort McMurray, acostumbrada a ser inexpugnable. La crónica de los terribles acontecimientos nos la ofrece el periodista John Vaillant (Cambridge, Massachusetts, 1962) con un libro que ganó el Premio Baillie Gifford de no ficción (2023) y quedó finalista del Premio Pulitzer en la misma categoría (2024). Se trata de El tiempo del fuego. Historia de un incendio en un mundo más cálido (Capitán Swing, 2024), ahora traducido al castellano. Es el cuarto libro de un autor con un talento especial para producir best-sellers y explorar cuestiones clave de la actualidad. Hablamos con tranquilidad por videoconferencia de este suceso tan preocupante, que quizá anuncie un nuevo paradigma de desastres en mitad de la crisis climática.
¿Cómo empezó el proyecto? ¿Por qué era una historia que debía ser contada?
La ciudad de Port McMurray, en Alberta, es el centro petrolero de Canadá. También es una de las ciudades más ricas del país. Aquí no se extrae petróleo, más bien lo minan. Minan arenas bituminosas. Es un proceso complicado, muy ineficiente, contaminante, pero han encontrado la manera de ganar mucho dinero con él. Lo que sacan no es petróleo, es bitumen, una sustancia que se usa, por ejemplo, para sellar los cimientos de las casas. Es como el alquitrán. Requiere muchísimo gas natural para convertirlo en algo reconocible para la industria… Así que la idea de que una ciudad tan industrializada, tan rica, tan importante pudiera ser arrasada por un incendio en una tarde no encajaba bien. Era difícil de imaginar, como si Silicon Valley se incendiara, algo así.

Yo me enteré el 3 de mayo de 2016. De hecho, estaba en un retiro de escritores en la Toscana, disfrutando de mis pensamientos, cometí el error de abrir Twitter y había una foto de Fort McMurray. Sólo que no se podía ver, porque lo cubría una nube negra enorme. Sí se veían miles de coches yéndose, pero muy despacio. Mientras tanto, esa columna de fuego se convirtió en un sistema de pirocumulonimbos. Estas nubes tienen unos 14.000 metros de altura y atraviesan la estratosfera, creando su propio clima, sus propios rayos, granizo negro, como en la Biblia, en el Éxodo, y se convierten casi en huracanes de fuego. Eso es justo lo que azotó Fort McMurray durante días. Había mucho miedo, mucha incertidumbre, y también la conmoción de que una ciudad tan fuerte e inviolable pudiera destruirse tan rápidamente. Además, la industria petrolera es una industria del fuego: lo que venden realmente es la combustión, ahí es donde está el dinero; venden fuego.
Entonces, tenemos la capital de la industria del fuego siendo arrasada por un incendio, y no porque sus refinerías explotasen, sino porque algunos árboles se incendiaron, los árboles que habían estado talando durante décadas. La idea de que aquellos que sobrevivieron pudiesen generar tanta energía, bombas nucleares, y expulsar a los vecinos de la ciudad, esta ciudad tan poderosa, era simplemente una locura. Te hace darte cuenta de la absurda ilusión en que vivimos. Parecía una parábola.
Hay cierta justicia poética. Crees que puedes controlar la naturaleza y hacer lo que quieras con ella, especialmente jugar con fuego, y es el fuego el que acaba jugando contigo.
Sí, estás jugando con fuego y ahora el fuego juega contigo. Es hermoso. Qué arrogancia, es hubris. Pero… es una cuestión de reciprocidad. Conforme aprendí más sobre el comportamiento del fuego, comprendí que estamos entrando en una nueva era. Hay un científico muy famoso en Estados Unidos [Stephen Pyne] que acuñó el término “Piroceno”. Me inspiré en eso y acuñé el término “Petroceno”, la era de la gasolina. Ahí fue cuando todo se descontroló por completo en cuanto a nuestra relación con la estabilidad planetaria.
Ésa era otra de mis preguntas. Has mencionado “pirocumulonimbos”. Estamos creando muchos neologismos. Por ejemplo, no había antes huracanes en el Mediterráneo y ahora los científicos hablan de “medicanes”. ¿Hemos entrado en otro paradigma de desastres climáticos como para necesitar vocabulario nuevo?
Sí. Yo uso algunos de esos neologismos en el libro; algunos me los he inventado, otros son prestados. Necesitamos un nuevo lenguaje para dar sentido a este desastre distópico que hemos creado. Hay un término del futurista Alex Steffen: se llama “discontinuidad”. Una discontinuidad es un evento para el cual las experiencias y los conocimientos previos ya no son útiles debido a su radicalidad. Y el fuego es un excelente ejemplo de ello. Estos incendios son incontrolables.
El agua no sirve. El calor es tan potente que el agua se evapora mucho antes de tocar las llamas. Por eso, en mis entrevistas, los bomberos dicen: primero, nos dieron una paliza; y segundo, la operación de extinción de incendios se convirtió en una operación para salvar vidas. Es decir, el incendio era tan terrible que lo único que podían hacer era intentar salvar a gente, incluyendo a ellos mismos. Luego, estos bomberos no duermen por la noche, están trabajando continuamente, así que entran en un estado de alucinación y agotamiento, utilizando maquinaria pesada en un entorno muy peligroso. Y esto es nuevo. El fuego puede comportarse de una manera que los humanos no pueden controlar.
Dices que el fuego crea su propio sistema atmosférico. ¿Podrías explicar en qué consiste este fenómeno?
Imagina Fort McMurray ese 3 de mayo, un día precioso, y el incendio empieza y se transforma en pirocumulonimbos, y eso es un sistema meteorológico, uno hecho por el fuego, y resulta ser parecido a un huracán. Genera vientos huracanados, absorbe toda la humedad; todo lo que se quema contiene agua que se evapora, entonces, a 9.000 metros de altura, el agua se congela alrededor de la ceniza y el humo cae como granizo negro, genera sus propios rayos, como los de un volcán.
Ese rayo puede desatar nuevos incendios a 30 kilómetros. Así, de este hermoso día soleado surge este monstruo de fuego que devora el paisaje. En este sentido, crea su propia atmósfera, sus propias leyes. Es capaz de alimentarse a sí mismo y avanzar mientras el combustible y el clima lo permitan. Así que, teóricamente, un sistema como éste podría arder por todo el continente y sólo se detendría al llegar al océano.
Has mencionado la idea de “hubris” y estaba pensando en las descripciones que haces en el libro de la masculinidad de la ciudad, no sólo en términos de habitantes –hay más hombres que mujeres–, sino en el estilo de vida: la cocaína y las salas de striptease. ¿Crees que esta masculinidad influyó en el tiempo de reacción frente al incendio? Como si los hombres fuesen inmortales, inmunes a todo.
Creo que las acciones climáticas más ambiciosas provienen de líderes mujeres. Obviamente, también hay hombres que aportan, pero creo que estaríamos en una situación diferente si hubiese más mujeres. Además, pienso que los hombres tienen mayor tendencia al riesgo, al peligro. No hay duda de que Fort McMurray es uno de los lugares más hipermasculinos en los que yo haya estado, y no es agradable. Por ejemplo: para conseguir camareras que trabajen allí, les regalan implantes de pecho. He estado en algunos de esos bares y es un freak show, perturbador.
Pero, en cuanto a la demora de la evacuación, un factor fue la industria del petróleo: no querer apagar la maquinaria, que nunca para –estas centrales funcionan las 24 horas del día, los 365 días del año –. Así que apagarlas es caro y hasta peligroso, debido a todos los gases y líquidos. Había un incentivo ahí, aunque el incentivo real es el dinero. Otra cosa: si declaras la evacuación, hay decenas de miles de personas que tienes que sacar de allí, y eso, para ser justos, puede crear su propio desastre. Ahí puedes ver por qué querrían esperar.
Y la otra razón es que es muy difícil imaginar escenarios inéditos. Siempre ha habido incendios forestales en los alrededores de Fort McMurray –Alberta es famosa por ello–, pero ninguno había llegado a la ciudad. Los bomberos siempre habían sido capaces de detenerlos, e hicieron lo que tenían que hacer para detenerlo, pero el fuego seguía viniendo. Lo trataron como un incendio de los años 90 del siglo XX, pero era un incendio del siglo XXI. Y ahí es donde el cambio climático nos aventaja. Está afectando a lugares y a una escala que no habíamos visto antes. Nosotros nos preparamos como antes, pero lo que está provocando es algo completamente nuevo y mucho mayor. Por lo tanto, nuestros métodos no funcionan. Realmente no se lo podían creer, no podían imaginar semejante desastre. Eso fue lo que me impulsó a escribir sobre ello: ver este lugar que parecía tan fuerte e invencible completamente destruido, deshecho, y tan rápidamente.
¿Qué podemos aprender en términos de planificación urbanística? Siempre me ha llamado la atención que las casas sean de madera, poco resistentes frente a fenómenos meteorológicos extremos. Tú explicas, también, que el contenido de las casas ahora es más inflamable que hace varias décadas, con tantas fibras sintéticas en cortinas, sofás, etc.
Podemos aprender que nos hemos convertido en gente de petróleo. No nos damos cuenta de cómo la industria petrolera ha dominado nuestras vidas, nuestro comportamiento, e incluso nuestra ropa íntima. Puede que ahora mismo lleves puestos productos derivados del petróleo. Yo no los uso, pero mucha gente sí. Mucha gente se viste con poliéster, nailon y prendas similares, incluso muy pegadas al cuerpo, y eso es todo petróleo. Tu colchón está lleno de productos derivados del petróleo. No sé si tenéis revestimiento de vinilo en Europa, pero aquí es muy común; es un revestimiento de plástico muy barato que se funde a unos 45-50 °C. Y con eso se construyó Fort McMurray, y lo han reconstruido igual. Existe una política de negacionismo en Alberta. Están sumidos en un sueño peligroso… tan irracional que es difícil de manejar. Por lo tanto, una de las cosas que podemos aprender es que la industria petrolera tiene un control muy fuerte sobre nuestras vidas y nuestro comportamiento.
Otra cosa que debemos aprender es que hemos hecho suposiciones basadas en experiencias pasadas sobre cómo se comporta el fuego, y nada de eso es ya cierto. Estos incendios son una invitación a reconsiderar nuestra relación con la naturaleza, y también una advertencia. Tenemos que estudiar los sistemas en que vivimos, en términos de susceptibilidad al fuego o a las inundaciones. Estamos en una transición energética, pero la industria del petróleo es una industria del fuego, y el fuego es un elemento salvaje y codicioso, y devorará tanto como pueda.
Al observar cómo se propagan los incendios forestales y cómo se propaga el capitalismo, vemos que son muy similares. Por lo tanto, [el fuego] es una forma de analizar el capitalismo y nuestros propios apetitos. Hacemos y consumimos inconscientemente, y estos incendios son una llamada de atención para examinar nuestros apetitos y el papel que desempeñan los combustibles fósiles en nuestras vidas. Porque, en realidad, es un experimento de 150 años, y ahora tenemos los resultados. A nivel planetario, es un experimento fallido. Y, sin embargo, cuando se observa a la mayoría de nuestros políticos, los lobbies, etc. es muy difícil cuestionarlo. Pero hay miles de demandas ahora en todo el mundo que básicamente acusan a la industria petrolera de mentir. Se puede argumentar que son asesinos. Esto es un crimen violento. Y eso es un gran salto psicológico, un salto legal… Pensemos en lo que sabía la industria petrolera en las décadas de 1950 y 1960, los políticos que colaboraron con ella. Han permitido que ocurriera este desastre. No hicimos eso con la polio.
¿Deberían rendir cuentas?
Por supuesto. Y especialmente ahora que la industria petrolera está buscando ganancias más cínicamente que nunca. Es verdaderamente criminal.
Pero los que están siendo criminalizados son los ecologistas.
Efectivamente. Vivimos en un sistema muy corrupto. Vivimos bajo un régimen colonial impulsado por los combustibles fósiles, los bancos y sus beneficiarios inmediatos. Y lo difícil es que la gasolina funcione tan bien. Ha mejorado tu vida, estoy seguro de que ha mejorado la mía en muchos sentidos, pero no es la única forma de satisfacer nuestras necesidades.
Están sucediendo muchas cosas positivas. El Reino Unido, cuna de la revolución industrial y de la energía procedente de combustibles fósiles, empezando por el carbón, ha cerrado este año la última de sus centrales eléctricas de carbón. Su consumo de carbón es nulo. El Reino Unido, el país históricamente con mayor consumo de carbón después de China, lo consiguió. Así que podemos hacerlo. Y Texas, que, al igual que Alberta, tiene una política de negacionismo climático y es también un centro de la industria petrolera estadounidense, está generando, por un amplio margen, más gigavatios de energía renovable que California o cualquier otro estado. Eso era inconcebible hace una década.
Fuente: https://climatica.coop/entrevista-john-vaillan-incendios-forestales/
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