
Por Andrew Rosati / Bloomberg.org
Traducción: Decio Machado
Donald Trump está involucrando a los vecinos más cercanos de su país en el centro de su guerra comercial con China, mientras busca expulsar al gigante asiático de una región que Estados Unidos ha considerado durante mucho tiempo su patio trasero.
La semana pasada, el presidente envió al secretario de Defensa, Pete Hegseth, a Panamá como parte de su esfuerzo continuo por reafirmar el dominio estadounidense sobre el preciado canal de la nación istmeña. El lunes, recibió al líder salvadoreño Nayib Bukele, un aliado cercano, en la Casa Blanca, mientras que el secretario del Tesoro, Scott Bessent, visitó Buenos Aires y reiteró el deseo de Estados Unidos de que Argentina ponga fin a su dependencia del financiamiento chino.
Se trata de una ofensiva diplomática destinada a frenar la creciente influencia de China en América Latina, donde se ha convertido en uno de los principales proveedores de financiación, un socio comercial de primer nivel y una espina cada vez más molesta en el costado de Washington.
“Lo que intentamos evitar es lo que ha ocurrido en el continente africano”, declaró Bessent en una entrevista con Bloomberg Television en Buenos Aires el lunes. “China ha firmado varios de estos acuerdos rapaces, presentados como ayuda, donde se han apropiado de derechos mineros y han añadido enormes cantidades de deuda a los balances de estos países”.
“Están garantizando que las generaciones futuras serán más pobres y sin recursos, y no queremos que eso suceda más de lo que ya ha sucedido en América Latina”, añadió.
La intensificación de la batalla entre las dos economías más grandes del mundo ha dejado a gobiernos desde México hasta Argentina lidiando con la realidad de que sus días para hacer grandes negocios con Pekín sin una reacción seria de Washington están contados, un cambio que amenaza con obligarlos a elegir un bando.
“Es probable que el camino sea más accidentado de lo que ha sido en las últimas dos décadas”, afirmó Matias Spektor, profesor de relaciones internacionales de la Fundación Getulio Vargas en São Paulo.
China estableció una posición estratégica en América a principios de este siglo, absorbiendo materias primas de Sudamérica, rica en recursos, e invirtiendo tanto dinero en la región que suplantó a Estados Unidos como principal socio comercial del continente. También extendió su influencia a través de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, su programa insignia de desarrollo económico, al que se han adherido más de una docena de países latinoamericanos.
Continuó avanzando a pesar de la dura retórica de Trump durante su presidencia anterior, con empresas chinas asumiendo megaproyectos como el metro de Bogotá, la capital colombiana, y el ya finalizado puerto de Chancay en Perú. Pekín también se ganó el apoyo de la población al distribuir ayuda y suministros médicos cuando Latinoamérica sufría los estragos de la COVID-19.
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