
Quién y por qué tiene que presidir la Asamblea Legislativa
por: Alexis Ponce
Era el 2006. Un año revuelto, tras dos golpes de calle (2000 y 2005) que terminaron con tres gobiernos. También significó un período de tiempo con dos levantamientos indígenas, una paralización nacional del taxismo, paros obreros regionales, masivas protestas callejeras y un inútil conato de revuelta militar en 2004 para echar abajo al gobierno de Lucio, con civiles participantes mezclados en intereses contrapuestos, entre ellos el hoy “analista” de la ultraderecha Antonio Ricaurte, el ex embajador Mauricio Gándara, con quien había coincidido en oponerme a las fumigaciones del Plan Colombia y la base militar de EEUU en Manta, militares en retiro y varios dirigentes sociales; conato que fue desactivado antes de encenderse (la sala del subsuelo de un hotel famoso en la calle Cordero de Quito, fue el sitio de las reuniones).
En ese contexto, tras la exitosa rebelión de los forajidos de Quito en abril de 2005 y mientras hervía la sociedad exigiendo una Constituyente al gobierno interino, para llenarla de derechos e institucionalidad estatal que supere el neoliberalismo rampante y oligárquico heredado de los gobiernos de Sixto, Bucaram, Mahuad, Noboa y Lucio; me convocaron a una reunión en la casa de un notable jurisconsulto ecuatoriano.
Era una fría tarde quiteña, después de los comicios de primera vuelta, realizada el domingo 15 de octubre y pocas semanas antes del domingo 28 noviembre de ese mismo año, en que se enfrentaron los finalistas Álvaro Noboa, representante de la plutocracia local que había sido presidente de la Junta Monetaria de Abdalá Bucaram, y Rafael Correa, entonces desconocido economista que se había catapultado casi como un outsider de la política en el gobierno interino de Alfredo Palacio. El eminente jurista del Ecuador, después fallecido, que me convocó a su casa, me esperaba con su hija e hijo; me acompañó a la cita una compañera del “Acuerdo Nacional Constituyente”, que fundamos cerca de 300 organizaciones del país y lideré desde la APDH, la entidad aglutinadora, entre 2005 y 2008.
Era tarde y la relevancia de la reunión significó que se prolongara hasta el anochecer, solamente distraídos por el infaltable café con pan. El anfitrión era, seguirá siendo, un hombre histórico de nuestra Patria. Y me convocaba para cederme un documento que lo guardaba celosamente durante quién sabe cuánto tiempo.
En síntesis, me dijo el por qué me citaba: “En la edad que tenía y tras haber visto tanta agua correr bajo el puente, solo podía confiar en usted por ser un defensor de DDHH, y por eso decidió entregarme el documento, con el fin de que lo haga público a través de los espacios que creyera pertinente».
Se trataba del documento en el que Álvaro Noboa declaraba interfecto (“impedido mentalmente”) a su padre, por la herencia, para que no influyera en lo absoluto en el proceso que lo enfrentaba con su hermana Isabel, ambos poderosos miembros de una familia oligárquica ecuatoriana, dueña de una fortuna que 16 millones de ecuatorianos, ni rompiéndonos el lomo durante 150 años, podríamos llegar a tener. Porque el capital acumulado no significa trabajo, sino plusvalía y otros adjetivos menos escrupulosos y tibios.
Le pregunté por qué precisamente me lo entregaba a mí y al Acuerdo Nacional Constituyente: “Porque quiero contribuir a impedir que un individuo así gane la Presidencia. Pero por mi salud, mi edad, ya no puedo hacerlo, pero deposito en usted mi confianza de que sabrá lograr que la ciudadanía conozca esta infamia, pues fui uno de los abogados de don Luis Noboa Naranjo y no es justo que hasta se le haya victimado con el robo del documento en EEUU, contratando delincuentes de Colombia. Es mi última contribución a la Patria y confío en su seriedad y valor”.
Salimos del lugar y tras una accidentada odisea por varios sitios y reuniones, en parecido padecimiento sufrido para lograr que se publique en el Ecuador en 1996 el libro “El testigo” del ex agente Hugo España, tras dos años de espera y boicot pasivos (el modus operandi del país), logramos contactar a Carlos Vera, periodista de Ecuavisa entonces, quien en aquel momento no se había pasado aún a la ultraderecha y éramos amigos que nos respetábamos uno a otro. Me citó en su departamento, en la Avenida Shyris, y apenas ingresamos a la sala, hizo un comentario frontal pero errado sobre la querida, histórica y hermosa compañera, que asistía conmigo a la reunión crucial. Le expusimos en nombre del Acuerdo Constituyente y la APDH lo ocurrido, sin nombrar al eminente ecuatoriano, cuya memoria siempre respeté y respetaré.
Entonces, Carlos, tras intuir lo que sucedería, indicó, palabras más, palabras menos: “Lo expondré en mi noticiero. Vamos a subir a la presidencia a Rafael Correa con semejante documento, y posiblemente me gane o nos ganemos el odio y amenazas de muerte del que va a perder: Noboa. Les pido que hables con el sindicato eléctrico (mi padre) para que protejan el canal y la torre de transmisión, y así garanticen que Noboa no ordenará apagones o daños al canal, y será una de las estrategias que usarán para que el país no se entere. Lo pasaremos en el noticiero matutino y luego en el nocturno. Y veremos qué sucede. Cuídense”.
Y cumplió su palabra. El documento fue conocido públicamente y levantó una ola de indignación; resultó una contribución esencial a la derrota de Noboa padre y a la victoria de PAIS y Rafael Correa. Vivíamos en el continente la primera ola progresista y la primavera latinoamericana de gobiernos de izquierda. La plutocracia tendría que esperar otro momento para que la correlación de fuerzas, a su favor, gire la brújula de la historia.
Al cambiar el panorama, en el mundo, el continente y, especialmente en el Ecuador, nuevamente convertido (lo fue en 1999), en un laboratorio de experimentos de dominación militar, política, económica, psicológica-social, y sobre todo cultural, el vástago del clan sería presidente para una fase rápida de interinazgo en que declaró la guerra y existencia de un “conflicto armado terrorista interno”, que alentó la ultra – derechización de una gran parte de la población, y luego, en oscura opacidad fraudulenta, impuso su ilegítima “victoria” en las elecciones de 2025.
En esas condiciones, mientras los BRICS derrotan la unipolaridad y los 4 grandes referentes geoestratégicos de Latinoamérica: México, Brasil, Venezuela y Colombia, mantienen una fuerte tendencia progresista; Milei y Noboa son la evidencia de lo que realmente quiere la elite dominante para nuestros países. En nuestro caso, han convertido al Ecuador en colonia militar, mercenaria y geopolítica en favor de lo más violento y neocolonial del planeta: EEUU, Israel, la Ucrania neonazi y una empresa mercenaria privada de criminal conducta.
Quieren, en suma, devolvernos a dos pasados: el Garcianismo, que castigaba con látigo, cepo, golpe, mazmorra, panóptico y fusilamientos la disidencia y protesta; y el “Gran Cacao”, cuando las élites hasta emitían billetes propios, dueños de vidas, haciendas, indios y montubios. El ropaje moderno, no oculta el objetivo: han venido para reinar como en monarquía, el mocoso en el palacio de Buckingham criollo, y se dice que la madre en la Cámara de los Lores. En tanto que sus yanaconas y empleados al frente de la Fiscalía, Corte Constitucional, CNE, TCE, FFAA, Policía, Grandes medios pautados y ecosistemas troll, controlan al avispero.
Nada está hablado. Nada está vencido, sino hasta el final. RC, si no siguen saliendo asambleístas sin historia ni conciencia de clase, y un Pachakutik disciplinado y enérgico con los crápulas, podrían lograr lo que en justicia sería dable: que, siendo el partido ganador en curules, las mismas que les fueron quitadas con delictivos cachineos de esquina por parte del CNE TCE vendidos a Carondelet; el Reichstag criollo no va a ser copado por los fascistas como en 1933. Esta vez, como en el Acto II, Escena 1 de Macbeth: “La noche está en lucha con la mañana, mitad por mitad”.
Fuerte bloque es la noche y la niebla de CREO y fuerte bloque es la mañana de la RC. Aliados tienen ambos lados: la monarquía, pero también la resistencia ciudadana y nacional. Por lo tanto, la pregunta es: ¿Quién y por qué tiene que presidir la Asamblea Legislativa? ¿O Viviana (Viviana Veloz), o la indecente monarquía de la plutocracia representada por Lady Annabelle o cualquier empleado del grupo económico?
Hoy la acompañé en su, quizás, último acto público, o penúltimo, o -conociéndola como he aprendido a conocerla-, el antepenúltimo, pues no descansa ni pierde tiempo: sabe, desde niña, que cada hora que pasa, es crucial en su vida y la de su pueblo.
El acto, realmente, fueron dos actividades, ahí mismo todo, con público lleno de todas partes: asambleístas, trabajadores, servidores, funcionarios, periodistas, sociedad civil: el develamiento del retrato presidencial en el Salón de presidentes “y presidentas” como dijo Viviana. Y el lanzamiento del libro “Con tinta sangre del corazón”.
Allí dijo: “Este gesto no obedece a la búsqueda de reconocimiento personal ni a un deseo de trascendencia, sino al cumplimiento de una disposición institucional que acompaña a quienes hemos presidido la Asamblea. En medio de tantas imágenes masculinas, este es el primer retrato de una mujer presidenta que se incorpora a esta galería, y eso tiene un profundo valor simbólico. No llego sola: me acompañan en la memoria las cuatro mujeres que me antecedieron en esta Asamblea, quienes abrieron brecha con su esfuerzo y determinación. Que este retrato quede aquí, en un espacio históricamente masculino, tiene un significado que va mucho más allá de lo protocolario. Que sirva como testimonio para todas las mujeres que, como yo, no nacimos en cuna de oro, pero que hemos demostrado que ¡sí se puede! Que sea una fuente de inspiración para las nuevas generaciones de mujeres que hoy alzan la voz y reclaman, con toda razón, más espacios en la vida pública de nuestro país”.
Y remató: “Deseo que, al contemplarla, no vean únicamente a quien tuvo el honor de presidir esta institución, sino a una mujer que, como tantas, ha recorrido este camino con aciertos y errores, con esfuerzo, con compromiso y con la firme voluntad de aprender y servir. Porque haber llegado al primer poder de estado y representarlo con responsabilidad y transparencia, es ir rompiendo el techo de cristal para nuestras niñas.”
Viviana nació el 7 de noviembre de 1984 en Santo Domingo de los Tsáchilas; era una bebé mientras el país era sacudido por el régimen autoritario de León Febres Cordero. Es decir, genéticamente, lleva aquel dolor nacional sintetizado en la desaparición de los hermanos Restrepo, y una rebeldía contra las injusticias que la hicieron la mujer que es hoy.
Viviana fue la asambleísta que llevó al banquillo de los acusados a nada menos que un presidente, Guillermo Lasso. El 17 de mayo dicho señor firmó el Decreto Ejecutivo 741 que activó la «muerte cruzada», argumentando en su decreto «grave crisis política y conmoción interna»; disolviendo la Asamblea y convocando a elecciones presidenciales y legislativas extraordinarias, en las que Ella fue reelegida, siendo uno de los candidatos más votados. El presidente salió n bajo perfil, mientras la fiscalía borraba las huellas de delito hasta hoy en día.
Lideró una cantidad considerable de proyectos de ley entre los cuales destaca la creación de la Universidad de Santo Domingo, la lucha contra la corrupción, Discapacidad, protección de datos, movilidad humana, derechos civiles, leyes aprobadas que fortalecen lo que nos hace iguales.
Porque sin igualdad no hay democracia, cono acostumbra a decir. Y ella, Viviana, es madre, hermana, hija, ciudadana, mujer y patriota. Hoy, en estas horas, Patriota es el título más necesario. Pocas personas lo tienen en tiempos adversos. Y Viviana es una de ellos.
Es la patria o la ocupación. Viviana representa la madre Patria, cuya historia de dignidad prometemos defender sus hijas e hijos dignos. Y quienes defenderemos la Bandera y sus colores Amarillo Azul y Rojo, el Escudo, el Himno, la vida.
Que Viviana sea la presidenta de la Asamblea, donde según el Observatorio civil académico que monitorea el trabajo y los mínimos errores del legislativo, ella es la asambleísta en primer lugar en puntualidad, cero atrasos y cero faltas, permitiría que exista algo que, de ganar la aristócrata, no habría: equilibrio de poder. Y garantías a los derechos. Es indispensable votar progresismo, votar izquierda, votar movimientos sociales. Es decir, Votar Ella, Viviana.
La oligarquía no se espera esta opción. Lady Macbeth desde la eternidad inmortal de Shakespeare repite una vez más que, estando mitad a mitad la mañana y la noche, el sol volverá, el sol vuelve, tras esta anochecer, porque la niebla no podrá perpetuarse jamás.
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