#Opinión / Traidores

 

El mundo de la política nacional se ha deteriorado tanto que el debate ha sido reemplazado por la descalificación. Y no solo porque la interacción política está saturada por la simplificación de las redes sociales, sino porque el relativismo de la posmodernidad evapora el contenido de los discursos. Cualquier concepto puede ser interpretado de cualquier manera.

Esta gasificación de los contenidos deriva en una absoluta banalización de los argumentos. Y la ausencia de sentido solo puede ser llenada con agravios personales. Las injurias en contra de los individuos (ad hominem, como dicen los juristas) parecen surtir mejor efecto que una disputa racional y estructurada.

Últimamente, el término traidor vuelve a copar la escena pública. La informalidad de nuestra política genera tal nivel de suspicacia y desconfianza que únicamente la amenaza de una acusación lapidaria puede sostener la cohesión de los partidos. La incoherencia ideológica de las organizaciones políticas formales, así como la crisis terminal de la ética pública, son compensadas con líderes autoritarios y mesiánicos que ponen orden desde una supuesta superioridad retorica. En otras palabras, a carajazo limpio.

Lo estamos presenciando a propósito de la volatilidad de los resultados electorales y de las negociaciones parlamentarias. El expresidente Correa acusa de traidores a aquellas autoridades de elección popular de su partido que reconocieron al triunfo electoral del presidente Noboa. Su delirante tesis del fraude no admite discrepancias de ninguna clase, pese a lo contundente de las evidencias en contra.

Poco importa el rabo de paja que arrastra el propio exmandatario. Su camino al poder también estuvo sembrado de traiciones: contra sus mentores, contra el movimiento de mujeres, contra las organizaciones ecologistas, contra los indígenas, y un largo etcétera que no viene al caso mencionar. Solo que hoy se presenta como sumo inquisidor.

Luisa González, que en la práctica sigue el mismo guion del fraude, ha marcado una pequeña diferencia a propósito de la crisis de la bancada correísta en la Asamblea Nacional, aunque partiendo del mismo recurso discursivo. Afirma que la intención del movimiento RETO de conformar una bancada independiente no constituye ninguna traición.

El problema, en ambos casos, es que no se conocen los argumentos para condenar o absolver a los involucrados. Todo se reduce a un anatema que, como en la Santa Inquisición, si impone gracias a la infalibilidad de la autoridad.

El movimiento indígena tampoco escapa a esta conducta corrosiva. Cuando la actual dirigencia de la CONAIE y de Pachakutik anunciaron su apoyo a Luisa González, algunos líderes que estaba en desacuerdo los acusaron abiertamente de traicionar los postulados históricos del movimiento. Y la respuesta no se hizo esperar: hoy, esos mismos dirigentes acusados de traición les devuelven el cumplido a los asambleístas que pactaron con el oficialismo en la Asamblea Nacional.

El asunto se complica porque no existe un punto de referencia desde el cual establecer quién mismo traiciona. En su novela Extrañas, Guillermo Arriaga hace aparecer una frase que sume al personaje principal en profundas cavilaciones: “Dios, ¿a cuál de los dos bandos elegiste para la victoria, a quiénes traicionaste?”. Aquí, al menos, el autor planea el tema desde una perspectiva teológica. Para efectos de nuestro atribulado país, la conclusión sería que, si Dios no puede resolver el enigma, mucho menos lo harán nuestros pedestres políticos.

Mayo 15, 2025

 

Acerca de Juan Cuvi 191 Articles
Miembro de la Comisión Nacional Anticorrupción (CNA), Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo, Parte de la Red Ecudor Decide Mejor Sin TLC.

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