La principal arma del arsenal de destrucción del ejército es el bulldozer blindado Caterpillar D9, utilizado desde hace tiempo para cometer violaciones de los derechos humanos en los territorios palestinos ocupados. Pero los soldados que hablaron con +972 y Local Call también describieron otro de los métodos favoritos empleados para derribar bloques de viviendas enteros: llenar con material explosivo contenedores o vehículos militares desguazados y detonarlos a distancia.
“Al final, el D9 [bulldozer blindado] ha perfilado el rostro de la guerra”, tuiteó el periodista israelí de derechas Yinon Magal a principios de febrero. “Es lo que provocó que los gazatíes volvieran al sur, después de que [vinieran al norte a sus casas durante el alto el fuego y] se dieran cuenta de que no tenían un lugar al que regresar… Y esto no fue una directiva del jefe del Estado Mayor o del Estado Mayor: fue una política de “campo” procedente de los comandantes de división, comandantes de brigada, comandantes de batallón e incluso de los equipos de ingenieros militares que cambiaron la realidad”.
Un antiguo alto cargo de seguridad del ejército israelí, que mantuvo contacto con muchos mandos, confirmó que algunos mandos sobre el terreno se han encargado de ordenar la destrucción del mayor número posible de edificios en Gaza, incluso en ausencia de directivas militares formales de los altos mandos. “Recibí informes de oficiales sobre el terreno de que se estaban tomando medidas innecesarias desde el punto de vista operativo: la demolición de viviendas, obligar a decenas y cientos de miles de residentes a marcharse, la destrucción sistemática de Beit Hanoun y Beit Lahia. Me dijeron que las unidades del D9 estaban operando sin control”, declaró a +972 y Local Call. “Desconozco qué porcentaje era destrucción no operativa, pero era muy alto”.
Los mandos en Gaza disponen de un amplio margen en cuanto a la demolición de edificios, admitió una fuente militar oficial al tiempo que negó que exista una directiva en Gaza de ‘destruir por destruir’. “Un mando puede derribar un edificio que pueda suponer una amenaza”, dijo, señalando que es posible que los mandos de menor rango hayan sido los responsables de la destrucción más generalizada.
Entretanto, varios reservistas testificaron que el método de destrucción sistemática y deliberada de la infraestructura civil empleado por el ejército también se utilizó en el sur del Líbano durante la invasión terrestre de octubre y noviembre de 2024. Según un reservista, los preparativos para la invasión incluían entrenamiento en demolición, donde el objetivo explícitamente declarado era destruir aldeas chiíes, casi todas definidas como bastiones de Hezbolá, para evitar que los residentes regresaran.
“Que los soldados se tomaran su tiempo en comprobar en qué pared colocar los explosivos, después salieran del edificio y grabaran la explosión demuestra que no había justificación [operativa] para ello”, explicó Muhammad Shehada, investigador invitado en el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores y natural de Gaza. Un amigo suyo, que tiene pasaporte extranjero y entró en la Franja de Gaza durante el alto el fuego, le describió lo metódica que fue la destrucción. “Dijo que se veía que [los soldados] demolían una casa, limpiaban los escombros y pasaban a la siguiente”.
Antes de la guerra, el propio Shehadeh vivía en Tel Al-Hawa, un barrio de Gaza conocido por sus rascacielos y hogar de funcionarios y académicos, no lejos del corredor de Netzarim. “Cuando los residentes de Gaza oyen que el ejército va a abrir un corredor, saben que no quedará ni un solo edificio”, dijo. “Sabíamos que Tel Al-Hawa desaparecería”.
“El mensaje es claro: simplemente vamos a destruir”
Cuando el alto el fuego entró en vigor a finales de enero, miles de palestinos se apresuraron a regresar a Yabalia, en el norte de Gaza, sólo para descubrir que el campo de refugiados tal y como lo conocían ya no existía, barrios enteros habían sido reducidos a escombros. Sus relatos de la destrucción coinciden con los testimonios de soldados que sirvieron en Jabalia desde octubre de 2024, cuando el ejército israelí volvió a entrar en el campo, hasta el alto el fuego.
Avraham Zarviv, un operador del D9 que se hizo conocido como el “Aplanador de Yabalia” por los vídeos de destrucción que subió a las redes sociales, explicó sus métodos en una entrevista con el Canal 14.
“Nunca había visto un tractor en mi vida, sólo en imágenes”, dijo Zarviv, que en la vida civil es juez de un tribunal rabínico. A los pocos meses de empezar la guerra, la Brigada Givati en la que servía decidió crear una unidad de ingenieros especializada en operaciones de demolición. “Nos subimos a tractores, D9, excavadoras… aprendimos el oficio, nos profesionalizamos mucho. No sabes lo que se siente al derribar un edificio –de siete, seis, cinco plantas–, uno tras otro”.
Entre octubre de 2024 y enero de 2025, explicó Zarviv, cada semana destruía una media de “cincuenta edificios (no viviendas, sino edificios…). En Rafah no tienen adónde ir, en Yabalia no tienen adónde regresar”. Zarviv volvió recientemente a Rafah para prestar servicio. Antes del Séder de la Pascua judía, en abril de este año, subió un vídeo desde Rafah en el que aparecía con el telón de fondo de una calle en la que aún quedaban algunos edificios en pie. Zarviv no especificó en el vídeo qué hacía exactamente en Rafah, pero dijo que había vuelto “para luchar hasta la victoria, hasta el asentamiento… Estamos aquí para siempre”.
Mientras que algunos operadores del D9, como Zarviv, han pregonado con orgullo sus crímenes de guerra, otros soldados no hablan públicamente de la destrucción, según Y. “Hay apatía: la gente está en su cuarto o quinto despliegue, se han acostumbrado». Pero independientemente de su nivel de celo, afirmó Y., los soldados comprendieron cómo debían utilizarse las excavadoras. “No había una orden formal [de diezmar Rafah], pero el mensaje es claro: simplemente vamos a destruirla”.
La aniquilación total de Rafah por parte del ejército se produjo a pesar de que, como señaló Y., “no hubo encuentros [con combatientes de Hamás], únicamente nos topamos con paramédicos”, en referencia al incidente en el que soldados israelíes mataron a quince paramédicos y bomberos en el barrio de Tel Al-Sultan de la ciudad.
Al igual que Y., el resto de soldados entrevistados por +972 y Local Call dijeron que no vieron ninguna orden escrita del Estado Mayor del ejército para llevar a cabo las demoliciones, y que normalmente esas órdenes procedían del escalafón de brigada o división.
El ex alto funcionario de seguridad dijo que se puso en contacto con el Estado Mayor después de enterarse de la destrucción sistemática que se estaba llevado a cabo en el norte de la Franja, y está “convencido de que esto no vino del jefe del Estado Mayor [Herzi Halevi], sino que perdió el control sobre ello”. La destrucción que no está vinculada a objetivos militares es un crimen de guerra. Esto vino de abajo [de oficiales de nivel medio, incluidos jefes de brigadas y batallones]. La venganza no es un objetivo militar [oficial], pero se permitió”.
“Cuando entras en una casa, la vuelas”
H. fue reservista en Gaza dos veces, la primera a principios de 2024, y la segunda entre mayo y agosto como jefe de la sala de operaciones de un batallón destacado en el corredor de Netzarim. “Durante mi primer servicio en la reserva, estuve en Khirbet Khuza’a [un pueblo cerca de Khan Younis]. Lo destruimos todo, pero había una lógica: ampliar la línea de contacto [zona de seguridad] porque estaba cerca de la frontera”, dijo.
“[La segunda vez,] estábamos en una zona situada a lo largo del corredor de Netzarim, junto al mar. No había justificación operativa para demoler edificios. No suponían ninguna amenaza para Israel. Se había convertido en una rutina: el ejército se acostumbró a la idea de que cuando entras en una casa, la vuelas”.
“No fue una iniciativa local, sino que partió del jefe del batallón”, continuó H. “Los objetivos de demolición [edificios marcados para su destrucción] se enviaron a la brigada. Supongo que también a la división. El jefe del batallón marcaba los edificios con una X y comprobaba cuántos explosivos había disponibles. Enviaban a un comandante de compañía para verificar que no hubiera prisioneros de guerra ni desaparecidos [rehenes] dentro. En los casos en que todavía había palestinos en las casas, se les decía que se marcharan, pero eran casos excepcionales”.
Según H, la destrucción era cosa de todos los días. “Algunos días demolíamos de ocho a diez edificios, otros días ninguno. Pero en general, en los noventa días que estuvimos allí, mi batallón destruyó entre trescientos y cuatrocientos edificios. Nos [alejábamos] trescientos metros [del edificio] y los volábamos”.
Cuando H. llegó al corredor de Netzarim en mayo de 2024, tenía solo unas decenas de metros de ancho al norte y al sur. Cuando terminó su servicio, tres meses después, las demoliciones habían ampliado el corredor a siete kilómetros a cada lado. “Tomamos tres kilómetros de Zaytoun [al norte de Netzarim] y también de Al-Bureij y Nuseirat [al sur]. No queda nada, ni un solo muro de más de un metro de altura”, dijo. “La escala y la intensidad de la destrucción son tremendamente enormes: es indescriptible”.
Yotam, jefe adjunto de la compañía, se alistó en la reserva el 7 de octubre y sirvió 207 días en Gaza, por lo que participó en la primera incursión terrestre en la ciudad de Gaza y a lo largo del corredor de Netzarim. Posteriormente fue expulsado del servicio tras firmar una carta en la que pedía a los soldados que dejaran de prestar sus servicios hasta que se devolvieran los rehenes.
“Nos despertábamos, y al batallón se le asignaba una empresa de ingeniería para el día junto con una cantidad específica de explosivos”, explicaba Yotam para describir cómo comenzaban las misiones de demolición. “Eso significaría demoler entre uno y cinco edificios [en un día]”.
Como jefe adjunto de la compañía, Yotam recibió el encargo de dirigir las misiones. “Acudí al jefe del batallón, que me dijo:’Encuentra algo relevante sobre el terreno y demuélelo”. Yo le dije: ‘No voy a cumplir una misión así’. De modo que fui al jefe de la empresa de ingeniería, abrimos un mapa y seleccionamos cinco edificios. Si no lo hacíamos, elegirían los edificios al azar; de todos modos, querían demoler todo el barrio. El sentir general era: ‘Hoy tenemos una empresa de ingeniería, vamos a destruir algo’”.
Al igual que otros soldados que hablaron con +972 y Local Call, Yotam afirmó que el principal objetivo militar en la segunda fase de la guerra en marzo y abril de 2024 era la destrucción en sí misma. Añadió que un jefe de división dijo que era una “palanca de presión sobre Hamás” para llegar a un acuerdo sobre los rehenes, pero a nivel práctico “no es una misión operativa. No tiene ningún propósito concreto. No hay protocolos establecidos”.
Yotam dijo que, en la zona de Netzarim, las unidades sobre el terreno tenían bastante libertad para decidir qué destruir. “La mentalidad de funcionamiento era que se trata de un territorio que las FDI tienen en su poder, que no lo van a devolver pronto, y a nadie le importan las vidas de los palestinos que estaban allí. Es una zona que no volverá a ser un barrio palestino”.
“Vi con mis propios ojos cientos de edificios arrasados. Barrios enteros al norte del hospital turco [en el centro de la Franja de Gaza] fueron arrasados. No puedes permanecer indiferente ante tal magnitud de destrucción”.
“Un espectáculo cada noche”
Varios soldados entrevistados describieron los rituales ceremoniales que acompañaban a las demoliciones en Gaza. Un cabo reservista de la Brigada 55, que sirvió cerca de Khan Younis, habló de su experiencia en las misiones: “Pasábamos por las casas, confirmábamos que no había información de interés ni militantes presentes, y luego la unidad de ingenieros entraba en cada edificio con cargas de diez kilos, que fijaban a las columnas portantes”, dijo. “Era como un espectáculo cada noche: un oficial superior, normalmente un jefe de compañía o un mando superior, se ponía en contacto por radio con la unidad de desactivación de bombas y el cuerpo de ingenieros, daba un discurso sobre por qué estábamos aquí, hacía una cuenta atrás y, entonces, explotaba. Mirábamos atrás y no quedaba nada en pie”.
Yotam también habló de estos rituales durante su servicio de reserva en Gaza. “Cuando volaban una hilera de edificios, el jefe del batallón se ponía en la radio, decía algo heroico sobre alguien que había muerto y sobre continuar la misión, y luego elevaban toda una hilera de edificios por los aires”.
Otra práctica común era la quema de casas que las fuerzas israelíes habían utilizado como instalaciones militares temporales para marcar el final de una misión, como +972 ha documentado anteriormente. “Era rutinario: lo hacían todo el tiempo”, dijo Yotam. “Más tarde dejaron de hacerlo y solo quemaban casas que habían sido utilizadas como centros de mando”.
Los soldados también comprendieron el significado más amplio de estas demoliciones ritualizadas. A falta de un objetivo operativo, cumplían un objetivo político e ideológico: hacer de Gaza un lugar inhabitable para las generaciones venideras.
“Al final no estamos luchando contra un ejército, estamos luchando contra una idea”, dijo el comandante del Batallón 74 al periódico israelí Makor Rishon en diciembre de 2024. “Si mato a los combatientes, la idea puede seguir existiendo. Pero quiero hacer que la idea sea inviable. Cuando miren a Shuja’iyya y vean que allí no hay nada –solo arena–, de eso se trata. No creo que puedan volver aquí en al menos cien años”.
“Nadie sabe mejor que nosotros que los gazatíes no tienen adónde volver”, explicó un comandante, cuyo batallón participó en la destrucción de unos mil edificios durante dos meses en 2025. Un soldado que sirvió en el mismo batallón añadió: “La idea era destruirlo todo. Crear franjas de destrucción”.
“Se derriba una calle entera de una sola explosión”
En abril de 2025, el periodista israelí Yaniv Kubovich entró en el “Eje Morag” –la franja de terreno que el ejército despejó entre Jan Yunis y Rafah– e informó de que había visto los restos de un viejo vehículo blindado de transporte de tropas (APC, por sus siglas en inglés) cerca de uno de los edificios destruidos.
Los soldados le explicaron que se trataba de otro método utilizado para derrumbar edificios que causa grandes daños al entorno circundante. “Las FDI cargan [el APC] con explosivos y lo envían de forma autónoma a una calle o edificio que las fuerzas aéreas habrían bombardeado previamente. Pero tras año y medio de guerra, el APC explosivo se convirtió en la alternativa más barata”.
Según Kubovich, los restos de estos APC explosivos ahora pueden verse por todas partes en la Franja, y parece que su uso se ha extendido significativamente desde las primeras fases de la guerra.
A., que sirvió en varias ocasiones en Gaza, dijo a +972 y Local Call que este método no se limita a emplear los viejos APC. “Se cogen dos contenedores gigantes, se utilizan docenas, si no cientos, de litros de material explosivo y, con un D9 o un Bobcat [pequeña excavadora], controlados a distancia, se colocan en un punto predeterminado y se detonan. Se derriba una calle entera de una sola explosión”.
“Una vez entramos en un recinto que había sido un centro educativo para jóvenes”, continuó A. “Nos quedamos allí una noche y luego lo volaron. Estábamos a un kilómetro y medio [de la explosión] y aún sentíamos la onda expansiva pasar sobre nosotros, era como una fuerte ráfaga de viento. Pensé que el edificio se había derrumbado sobre mí”.
A. dijo que a veces se utilizaba este método para objetivos relativamente operativos: para volar una zona en la que se sospechaba que había un artefacto explosivo, por ejemplo, o para despejar caminos para las tropas.
Sin embargo, Yotam lo describió como otra herramienta utilizada principalmente para derribar edificios. “La misión se define una vez que recibes una cantidad asignada [de explosivos], entonces es: ‘Muy bien, vamos’”, dijo. “Parte de la misión ideológica consiste en arrasar edificios o inutilizar una zona”. Y., que recientemente prestó servicio en Rafah, también declaró que “todas las noches hacen estallar uno o dos [de estos vehículos blindados de transporte de tropas]. La fuerza es demencial: arrasa todo a su alrededor”.
Mientras las fuerzas israelíes arrasan Rafah, las decenas de miles de palestinos obligados a evacuarla en abril pueden oír desde lejos la destrucción de sus hogares. El Dr. Ahmed al-Sufi, alcalde de Rafah, declaró a +972 y Local Call que cuando regresó a la ciudad en enero, al comenzar el alto el fuego, se quedó estupefacto al ver la magnitud de la destrucción. Ahora, desplazado de nuevo fuera de Rafah, oye los bombardeos aéreos y las incesantes explosiones terrestres, y teme que la situación haya empeorado mucho. “Nadie sabe qué aspecto tiene ahora la ciudad, pero creemos que estará completamente destruida”, afirma. “Para los residentes será muy difícil regresar”.
“El ejército israelí utiliza diversos métodos para destruir la ciudad, ya sea mediante incesantes bombardeos aéreos o volando edificios empleando trampas explosivas”, explicó Mohammed Al-Mughair, director de suministros de la Defensa Civil en Gaza. “También hay robots trampa que se envían a casas y barrios enteros y se detonan en su interior. Había varias zonas que todavía tenían edificios intactos y habitables [durante el alto el fuego], pero con este bombardeo incesante, no sabemos qué ha pasado allí, especialmente en las zonas que rodean el llamado corredor Morag”.
“Nuestro objetivo era destruir las aldeas chiíes”
Esta política de destrucción sistemática –una táctica para impedir que los civiles regresen a sus hogares– también se aplicó durante la invasión terrestre israelí del sur del Líbano que duró dos meses. Un análisis de imágenes por satélite realizado a finales de noviembre de 2024, poco después de que se hubiera alcanzado el alto el fuego entre Israel y Hezbolá, reveló que el 6,6% de todos los edificios de los distritos situados al sur del río Litani habían sido destruidos por completo o en gran medida.
G., reservista del Batallón de Ingenieros 7064, se presentó a un entrenamiento en el verano de 2024 antes de la invasión prevista. Dijo a +972 y Local Call que en la sesión informativa se dijo explícitamente que el objetivo del batallón era destruir aldeas chiíes. “En el entrenamiento de demolición previo a la invasión [terrestre], un jefe del batallón nos explicó que nuestro objetivo al entrar en Líbano sería destruir pueblos chiíes. No dijo ‘terroristas’, ‘enemigos’ o ‘amenazas’. No utilizó ningún término militar, sólo ‘pueblos chiíes’. Eso es destrucción sin un propósito militar y con un único propósito político”.
“El objetivo era impedir el regreso de los residentes”, continuó G. “Eso se dijo explícitamente. La idea era que no hubiera posibilidad de reconstrucción después de la guerra. En retrospectiva vimos que destruyeron escuelas, mezquitas e instalaciones para la potabilización del agua”. Se negó a presentarse para seguir en la reserva, pero no fue castigado.
Durante el entrenamiento de G., no se proporcionó ninguna distancia específica desde la frontera como límite para la destrucción, pero “la Brigada 769, de la que dependíamos, decidió un radio de tres kilómetros. Por lo que vi [desde el lado israelí de la frontera], tuvieron éxito”. En una entrevista con Srugim, el comandante de la Brigada 769 confirmó estas declaraciones: “Dondequiera que haya terror, sospecha de terror o incluso un tufillo de terror, destruyo, demuelo y elimino”.
L., un reservista que sirvió tanto en Gaza como en el frente oriental del Líbano, dijo que el ejército aportó “un gran número de fuerzas técnicas de combate, tanto regulares como de reserva”. Su unidad en Líbano “se enfrentó a poca o ninguna resistencia, mucho menos de lo esperado”, y uno de los objetivos era “destruir todas las infraestructuras de los pueblos, porque casi todos los pueblos estaban definidos como bastiones de Hezbolá”.
“Comenzaron a destruir los pueblos de una forma bastante exhaustiva e intensa: casi todas las casas, no sólo las señaladas como viviendas de los comandantes de Hezbolá. Minas, explosivos, retroexcavadoras, D9… [utilizaron] todas las técnicas para demoler edificios. También destruyeron las infraestructuras eléctricas, de agua y de comunicaciones para inutilizarlas a corto plazo, e incluso si [los residentes] regresaran, tardarían mucho tiempo en reconstruirlas”.
Según L., las casas que se salvaron fueron a menudo las de familias cristianas. “Me di cuenta de que los edificios con cruces en su interior a menudo permanecían en pie”, explicó.
G., como se ha dicho, se negó a entrar en Líbano para no participar en la destrucción de pueblos, pero desde el lado israelí de la frontera vio y oyó lo que su batallón hacía allí. “Parte de la destrucción se produjo cuando ya todo había sido capturado y no había más resistencia… En el WhatsApp del batallón vi pruebas de destrucción intencionada. Algunos soldados del batallón se grabaron volando edificios. Mi batallón en concreto entró sólo después de que no estuviera Hezbolá, ni hubiera armas, ni edificios que se estuvieran utilizando para cualquier propósito militar secundario [contra Israel]: nada que [esté permitido atacar] según las leyes de la guerra”.
Esta lógica de destrucción masiva también se ha aplicado en Cisjordania, aunque a menor escala. De hecho, una fuente militar declaró a +972 y Local Call que la naturaleza de la destrucción en Gaza se deriva de las tácticas que el ejército desarrolló en la Operación Escudo Defensivo en Cisjordania durante la Segunda Intifada: “exponer el terreno” en lenguaje militar.
Según un informe de la OCHA (Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios) de la ONU, de marzo de 2025, desde principios de 2024, Israel ha demolido 463 edificios en Cisjordania como parte de la actividad militar, con lo que ha desplazado a casi 40.000 palestinos de los campos de Yenín, Nur Shams y Tulkarm en el marco de la “Operación Muro de Hierro”. En el campo de refugiados de Yenín, como +972 informó anteriormente, el ejército ha detonado bloques enteros de viviendas y ha arrasado calles como parte de una campaña de reingeniería del campo para reprimir la resistencia palestina y socavar el derecho al retorno. El ejército anunció recientemente planes para demoler 116 viviendas más en los campos de refugiados de Tulkarm y Nur Shams.
Según las cifras facilitadas por soldados que sirvieron en Gaza, un solo batallón en la Franja podría destruir ese número de edificios en una semana. Pero la idea subyacente es la misma. La destrucción ya no es simplemente consecuencia de la actividad militar de Israel, o parte de una estrategia militar más amplia: parece ser el objetivo en sí mismo.
El portavoz de las FDI respondió a nuestra solicitud de comentarios por su parte con la siguiente declaración: “Las FDI no tienen una política de destrucción de edificios como tal, y cualquier demolición de una estructura debe cumplir las condiciones establecidas por el derecho internacional. Las afirmaciones relativas a declaraciones de soldados sobre demoliciones no relacionadas con fines operativos carecen de detalles suficientes y no se ajustan a las políticas y órdenes de las FDI. Los incidentes excepcionales son examinados por los mecanismos de revisión e investigación de las FDI”.
“Las FDI operan en todos los frentes con el objetivo de frustrar el terrorismo en una realidad compleja en materia de seguridad, en la que las organizaciones terroristas establecen deliberadamente infraestructuras terroristas dentro de poblaciones y estructuras civiles. Las afirmaciones del artículo reflejan un malentendido de las tácticas militares de Hamás en la Franja de Gaza y la medida en que estas tácticas implican edificios civiles”.
También en Cisjordania (Judea y Samaria), las organizaciones terroristas operan y explotan a la población civil como escudos humanos y, de este modo, la ponen en peligro. Colocan explosivos y esconden armas en la zona. Como parte de la campaña contra el terrorismo en el norte de Samaria, a veces se abren grietas en las carreteras de la zona, lo que obliga a demoler edificios de acuerdo con la ley. La decisión se tomó por razones operativas y tras examinar alternativas.
“Las FDI seguirán actuando de acuerdo con la ley [israelí] y el derecho internacional, continuarán neutralizando los bastiones terroristas y tomarán todas las precauciones posibles para minimizar el daño a los civiles”.
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Este artículo se publicó originalmente en +972 Magazine.
La traducción es de Paloma Farré.
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