[Reproducimos, a continuación, sobre el tema planteado en el titular, dos textos del autor, que es activista y periodista, está realizando los estudios de postgrado en el Instituto de Filosofía y Sociología de la Universidad Pedagógica en Cracovia y es catedrático en la Facultad Artes Liberales en la Universidad de Varsovia en la Facultad de antropozoologia. Se dedica a las cuestiones éticas relativas a las relaciones de los humanos con los demás animales no humanos y a la estética. Es autor de varios artículos monográficos, publica en prensa científica, con regularidad y participa en conferencias nacionales y extranjeras. Es, también, miembro de la Asociación Polaca de Ética en la cual desemplea la función de Jefe de la Sección Estudiantil y director científico de la sección ética de los derechos animales de una publicación científica interdisciplinaria “Zoophilologica. Polish Journal of Animal Studies”.
Desde el año 2014 es miembro del Laboratorium Animal Studies- Trzecia Kultura en la Facultad de Filología de la Universidad de Silesia. En el año 2003 fue uno de los creadores del grupo activista Iniciativa Empatia y un año después de la Asociación Empatia. En el año 2013 realizó el curso “Animales, gender y cultura. Análisis de la cultura popular y visual polaca. Perspectiva (eco)feminista” en el Instituto de Estudios Literarios de la Academia Polaca de las Ciencias. Múltiples veces ha comentado las cuestiones éticas de las relaciones entre humanos y animales para medios nacionales y locales. Ha publicado varios artículos en numerosos periódicos (Przegląd Filozoficzny, Artmixi, Kultura Popularna, Bez Dogmatu, Magazyn Sztuki, Gazeta Wyborcza, Amor Fati, Jednak Książki, Bliza, Wakat, Dziennik Opinii, Wschodni Rocznik Humanistyczny, Fabularia, Er(r)go, Kropla, Vege, Mentor, Organic, Eko i My, Neurokultura, Zielone Brygady). Es coautor de los encuentros cíclicos “Activismo de las palabras” dedicados a la presentación de libros y a su crítica desde el abordaje animalista. Es., finalmente, jefe del grupo Animal Studies en Polonia. Vegano. Protagonista de dos películas documentales.]
El totalitarismo ecuménico de todos los tiempos
Delante de mí en la mesa yace Antología de la filosofía política contemporánea[1]. Con ese libro se puede matar. No sólo porque aparte de un contenido muy abundante tenga una cubierta dura y unos bordes cortantes. Es letal, porque intentando catalogar y describir distintas concepciones políticas y nociones que funcionan en política, se excluye casi perfectamente a una mayoría moralmente importante. Esa mayoría son los animales no humanos. Aquellos animales que son capaces de sentir dolor, estrés y sufrimiento. Los animales, en cuyo caso con mucho sentido se puede usar la noción de bienestar. Más sencillamente: seres a los que no les da igual qué pasa con ellos y que saben distinguir ente estímulos y estados positivos y negativos. Puestos en una situación de poder elegir, van a evitar el peligro e intentar sobrevivir. Parece que su vida les importa. Esos rasgos automáticamente deberían darles el pase al círculo moral, expedido usando como modelo el pase que usan los humanos. Un permiso con todos los sellos necesarios y con todas las firmas imprescindibles que los autorice a ser tratado seriamente. Hay sólo un problema fundamental: esos animales no son humanos. No pasan la prueba de identidad con el animal escogido. No importa quiénes son, lo que importa es quiénes no son. En base a ello se los expulsa de las reflexiones políticas y no se los toma en consideración cuando se piensa: sociedad, comunidad, nosotros.
La introducción del criterio de la pertenencia a la especie y el automatismo de la aplicación del mismo no son justos, pero ¿qué importancia tiene? El uso de esa solución ha resultado ser duraderamente funcional como la base de los privilegios propios, pues ¿a quién le importa que usándolo nos comportemos de forma poco elegante? Es una obra maestra de la exclusión; la capacidad de guardar un silencio colectivo y consecuente sobre esta exclusión y de marginar cualquier voz de protesta que se alce son unos de sus puntos fuertes básicos. Otro punto fuerte suyo es la capacidad de mantener aquel silencio a pesar de los conflictos interhumanos que de facto son la negación de la idea de valorar al hombre per se. Aquella valoración es una ficción útil, una forma pérfida de negarle el valor a todo que no sea humano.
El mencionado gran tomo que da la impresión de ser completo y detallado, analiza unas nociones claves. Describe los mecanismos de las exclusiones, las nocivas prácticas del poder y distintas formas de injusticia. Pero independientemente del sistema conceptual que se adopte, del punto de vista, bien de un grupo excluido, bien de un grupo dominante, existe un acuerdo casi unívoco de negarse a aplicar las categorías políticas y sociales a los animales no humanos. Podemos decir que los animales son víctimas de una meta-exclusión. No es tan sólo una negativa a reconocerlos como una parte de la sociedad, sino es la negativa a una honesta y proporcional a la magnitud del problema de reflexión sobre su estatus. A la exclusión real se suma la exclusión del discurso sobre la exclusión. Es una denegación de orden superior.
Una parte del libro describe aquello que se está realizando, otra parte son unas reflexiones teóricas acerca de las visiones de la organización del mundo que tienen sus partidarios, pero aún no se han implementado. Una parte concierne a la historia. Hundiéndonos en la lectura, no sólo constatamos la realidad actual y resumimos la historia, sino también recibimos acceso a los planes y proyectos de cambios. La ausencia de los animales en todos aquellos ámbitos es testimonio de una espantosa consecuencia de la exclusión. Pero la conclusión de esa lectura puede ser otra: la mayoría de nosotros no se ha ocupado y no piensa ocuparse seriamente del prejuicio animal. Nunca.
Por supuesto podemos intentar con la tesis que las cosas no están tan mal. Es sólo un libro. No importa que su original fuese publicado por la prestigiosa editorial Blackwell, si fue hace veinte años.
¿Quizás ya no sea actual? ¿O la elección de los autores ha causado ese sesgo ideológico? ¿Tal vez se trate sólo de una sub-representación y no de una exclusión total? He mirado la segunda edición de la antología, publicada en dos tomos, modificada y complementada, que supuestamente iba a ser “básicamente mejorada con el fin de incluir los logros más recientes en este ámbito”[2]. Unas menciones modestas sobre los animales aparecen aquí en el contexto del pensamiento anarquista, de las reflexiones sobre la justicia distribuida, de la personalidad y –igual que en la primera edición- en forma de unas observaciones desfavorables acerca del análisis del medio-ambientalismo. Teniendo en cuenta la omnipresencia del especismo, cuesta tratarlo como algo más que unas acciones simuladas. Revisemos las ideologías y cuestiones principales que llenan el libro, por ejemplo el liberalismo, el conservadurismo, el fundamentalismo, el anarquismo, el marxismo, el socialismo y el feminismo. Ni siquiera aquellas que se caractericen por una mayor sensibilidad social y conciencia de opresión a los más vulnerables toman en consideración a los animales o casi no lo hacen. Ni siquiera aquellas ideologías que tan bien comprenden la idea de la cosificación del cuerpo, del mal de la violación, de la dominación y de los juicios basados en criterios inadecuados. Autonomía, fraternidad o sororidad, democracia, economía, estado, sociedad, comunitarismo, igualdad, libertad, poder, propiedad, derechos, tolerancia, confianza, virtud, bienestar. Los animales están casi ausentes allí. Hasta cuando se habla sobre el medio-ambientalismo, se suele tratar a los animales como elementos del ecosistema que recibe un valor primordial. Aunque son los individuos los que sienten y quieren vivir y no las especies, los biotopos o los ecosistemas. Si es una sub-representación, es muy avanzada.
Vivimos en las realidades de la democracia parlamentaria cuya implantación se considera un logro y se asocia con la libertad. Pero en lo que concierna a los esclavos animales, la democracia ha ordenado el totalitarismo. Un régimen sangriento, una extrema tiranía y terror. No son palabras excesivas. Las siguientes generaciones humanas con tenacidad reproducen la ideología totalizadora de la supremacía humana, apoyada por la suma de las decisiones personales de los individuos, por los mecanismos económicos- sociales que los representantes del pueblo llevan a los escalones del poder, acariciada por la cultura y por el arte y codificada por el derecho. Excluir a los animales de las nociones como el bienestar social, la representación de los intereses en el ejercicio del poder, la independencia del sistema judicial, derechos y libertades es un chovinismo constitucional repugnante y trágico para miles de millones de seres. En verano del año 2017 varias veces, como parte de una multitud, protesté en las calles contra el atentado a la independencia de los juzgados y contra la violación de la democracia, contra la visión de una Polonia xenófoba y arrogante que se encierra a la diversidad y a todo lo distinto. Juntos gritábamos que íbamos a defender la justicia. Pero pensé que en realidad estábamos defendiendo otra cosa. Para los animales la división del poder en legislativo, ejecutivo y judicial no es nada más que una triple legalización de su desgracia. Así que no estábamos defendiendo juntos la justicia, estábamos defendiendo un trato justo de las personas, pero en la mayoría de los casos injusto para los animales.
Si consideramos el punto de vista de los animales oprimidos, hasta las empresas que sean progresistas en lo que concierne a las relaciones humanas adquieren un sabor amargo. Por ejemplo la historia del Congreso de las Mujeres* vista desde una vaqueriza, donde las vacas forzadas a una lactación anormal y cíclica pasan prácticamente toda la vida, era una serie de reuniones de hembras de la especie dominante cuya mayoría no veía y no comprendía el parecido de su opresión a la explotación de las hembras de otras especies. No consideraban colectivamente la posibilidad de negarse a participar en la violencia contra las más vulnerables. Su privado era en este caso muy político, pero en vez de asumir la responsabilidad preferían decir: mi plato, mi asunto privado. Alegra el hecho de que los últimos años hayan traído un cambio visible[3].
Si miramos la historia y la actualidad política con los ojos animales, se parecen a un interminable litigio entre distintas concepciones del totalitarismo humano. El cambio del sistema en Polonia después del año 1989 fue sólo un cambio de la mecánica de la opresión. Importante para las relaciones humanas, sin mayor relevancia para los demás animales. Quizás hasta desfavorable para ellos, porque implicó una mayor eficacia de la explotación, suscitación de la demanda y una efectiva oferta de los productos de procedencia animal. Es más: implicó un bienestar definido como abundancia de estos productos. ¿Quién está mirando la historia de esta manera? ¿Quién ve el especismo de los actuales debates y de las actuales victorias? Si de esta manera observamos el Maidan y luego el conflicto en el este de Ucrania, la guerra civil en Siria, el conflicto Kurdistán- Turquía o el debate sobre la presencia de Polonia en Europa, sólo son enroques en el juego por el bienestar humano construido sobre la opresión animal. La carne se come en ambos lados de las barricadas. La lucha por la independencia y por la realización de una determinada visión del estado es también una lucha por autodeterminación y por la posibilidad de realizar la matanza de los animales a nuestra manera. A ellos, de verdad les da igual qué bandera va a ondear en el matadero y si aquella “planta productiva” va a ser nacionalizada o privada. Desde la perspectiva de los excluidos por no ser humanos, las revoluciones, las caídas y los nacimientos de los estados, las reformas, los cambios de gobierno y los cambios civilizatorios son acciones de barajar las mismas cartas marcadas con las cuales los animales siempre pierden. Ningún grupo humano ha experimentado exclusión tan perfecta y es ésta el modelo de todas las exclusiones; la lucha contra ella debería ser el modelo de cualquier lucha por la justicia.
Quiero subrayar que no sostengo que el contenido ideológico de los Congresos que se han celebrado hasta ahora en lo que concierna a los animales tenga estándares inferiores que la norma social.
No hay pizzas ideológicamente neutras
Haría falta felicitarle la elección del objeto al misterioso hombre quien en un pequeño restaurante en el barrio varsoviense de Mokotów, infringiendo los principios de los buenos modales, sin mencionar siquiera los sagrados mandamientos de la persuasión eficaz, en el mes de febrero del año 2015 le reprochó a una actriz famosa que estaba comiendo un pato muerto en presencia de un niño. Cualquiera que hubiera sido su motivo, logró destapar algo, que pocas veces llega a ser objeto de un debate público. El episodio se convirtió en el tema de apasionados debates virtuales. Gracias a ello pudimos reflexionar un rato qué visión del mundo es de hecho la insistente, ostentosa y dominante. La actriz se escandalizó porque alguien estaba intentando imponerle la suya. Enfadada que alguien se había atrevido comentar el contenido de su plato, en su blog escribió -como supo- un comentario lleno de enojo. Nos enteramos del mismo que no deseaba que alguien la instruyera “en el único tono legítimo” cómo vivir. “¡¡¡No quiero que se discrimine a los carnistas de cualquier manera! […]No quiero que se mire el contenido de mi plato, no quiero un lavado de cerebro, ni el omnipresente, más o menos insistente, adoctrinamiento vege!!!”- escribió, terminando su comentario con la información que iba a comerse un bocadillo “de Peppa, la cerdita”[4]. Mencionó también que en un plebiscito virtual sobre la lectura soñada en la enseñanza primaria organizado a finales del año 2014 por el Ministerio de la Educación Nacional, ganó un librito titulado Tosia y Señor Kudełko. “Dilemas alimentarios”[5] que promueve el respecto a los animales. Según leemos en la descripción del libro, éste trata de una familia vegana. Los protagonistas encuentran a varios animales que les explican en qué consiste el problema de comer carne, huevos y beber la leche de vaca. No pasó inadvertido por los periodistas el hecho de que en el conjunto de los libros victoriosos “se refleja el empeño de distintas organizaciones. Varias posiciones están relacionadas con el movimiento vegetariano y vegano. No sólo se trata del exitoso libro sobre Tosia […]. Otros libros de los primeros puestos también abordan temas parecidos[6].” La portavoz del Ministerio cuando le preguntaron por aquella movilización de “ciertos grupos” contestó sensatamente que “tal vez gracias a su empeño los lectores descubran algo interesante[7]”. La lista creada por el Ministerio debió ser una sugerencia para los bibliotecarios con qué podían complementar las bibliotecas escolares. De hecho, unas bibliotecas muy incompletas. El éxito de aquel librito no fue casual. Muchos padres sentían que las listas de libros para niños y en general, el mercado de libros infantiles en Polonia estaba dominado por “la única visión correcta” de la educación. Según la cual, a pesar de que matamos a miles de millones de animales al año, en las páginas de los libros infantiles los animalitos alegres suelen llevar una vida despreocupada, habitualmente en amistad con la gente y parecen ser inmortales. Cuando en el pequeño restaurante en el barrio de Mokotów la actriz le contestó al misterioso hombre que no tenía ningún tipo de problema comiendo un pato en presencia de los niños, aquel comentó que ese no era el problema más grave y que el problema más grave era que “los niños no veían ningún tipo de problema”. Efectivamente, no lo van a descubrir en los libros infantiles.
Si en el año 2015 alguien pudo tener la impresión de que había llegado el tiempo del asedio, ocupación y terror de la visión de un mundo en el cual la gente, en función de sus posibilidades, no se contribuía al daño animal y animaba a los demás a hacer lo mismo, da miedo pensar en lo que pueda sentir hoy. Lo que la actriz llamó un adoctrinamiento insistente y discriminación de los carnistas y que en realidad fue una batalla en la desigual lucha por una nueva normalidad se iba intensificando. Es difícil mencionar todos los síntomas del desplazamiento del veganismo hacia el mainstream. Hay que recordar que en aquel camino pueden aparecer aún muchas curvas. En la realidad sigue reinando otra forma de comprender el mundo y otra ideología. En mi caso, para experimentarlo, es suficiente que salga a la escalera y me sumerja en la acumulación de olores provenientes de las cocinas de mis vecinos de las plantas más bajas. O más bien, en una amalgama de distintos hedores de la carne procesada de todas las formas posibles. Cuando salgo de la puerta de la casa a la calle, seguramente me voy a topar con una pancarta publicitaria en la cual podré ver unos despojos sangrientos y no será una campaña social contra la crueldad animal. Me va a atacar un anuncio de publicidad de la industria láctea intentando convencerme que necesito lactación vacuna para vivir y estar bien. Luego voy a pasar al lado de un restaurante delante del cual el tablero va a recomendar “ossobuco” con un corazoncito dibujado al lado. Pasando al lado de otro restaurante voy a toparme con la sangre, porque un cliente había tenido a bien pedir un hígado poco cocido y sentarse al lado de la ventana. Voy a ver una iglesia, un imprescindible elemento del paisaje de las ciudades y de los puebles que vigila el orden establecido. Hasta los franciscanos más pro-ecológicos son capaces de decir que “la difumación de las fronteras entre el mundo animal y humano conduce a varias aberraciones[8]” y que “la evolución nos ha formado de tal manera que necesitamos proteína de procedencia animal[9]”. Después voy a pasar al lado de una tienda alimenticia, una oficina, la redacción de un periódico y la sede de un partido político, a continuación al lado del edificio de un juzgado y de una escuela y en todos esos sitios predomina esa visión del mundo que huele a caldo de gallina, a aquel “pensamiento dorado de la comida” como solía decir el sensible poeta Edward Stachura. Cualquier persona que en un pequeño restaurante pida un pato muerto puede masticarlo tranquilamente, disfrutando de la aceptación social y contando chistes sobre un patito feo que en un plato se ve más guapo.
A decir verdad, me he acostumbrado a este mundo. Nunca he conocido ningún mundo distinto. Igual que muchos otros veganos y veganas me las apaño. No me comporto como un frustrado. No me vengo de nadie en nombre de mi visión del mundo en la cual los patos viven sus vidas y la gente saborea la infinita riqueza de la cocina vegetal y no hace daño a los animales sin necesidad alguna. A veces me inquieta que tenga tanta paciencia. Cuando me dirigí a un influyente portal de internet pidiendo que patrocinara un evento que promocionaba el veganismo, me contestaron negativamente. Me explicaron que querían conservar la neutralidad y que no querían optar por la promoción de una ideología determinada. La ilusión de permanecer neutro está relacionada con el hecho de que la ideología más popular deja de tratarse como una ideología. Empieza a llamarse normalidad. Aunque su manutención requiera un permanente flujo de incontables cadáveres. La psicóloga Melanie Joy escribió en el libro Why We Love Dogs, Eat Pigs and Wear Cows: “Ante una violencia en escala masiva, inevitablemente adoptamos uno de los dos papeles: de víctima o de verdugo”[10]. No se puede ser neutro- es imposible. La equidistancia de no comprometerse es ilusoria, en realidad sólo apoya el vigente y habitual conjunto de valores.
Pato a la pequinesa es una elección ideológica. Pato que protegemos, porque es un animal vulnerable y un bello pájaro, es otra elección ideológica, muy distinta. La neutralidad ideológica es una de las nociones más vacías. Se habla por ejemplo de la neutralidad ideológica del Estado, por lo cual se comprende la separación de las cuestiones religiosas del poder laico, la imparcialidad y la misma equidistancia hacia distintas actitudes religiosas presentes en la sociedad. Obviamente es muy importante, pero llamarlo neutralidad ideológica es una idea fallida. El Estado como tal, como una forma específica de organización social, es expresión de una ideología predominante en la sociedad. Además, el Estado adopta una serie de supuestos básicos que resultan de un determinado sistema de valores aceptados por la mayoría en el sistema democrático. El sistema de valores (y también la determinación de aquello que no sea un valor o lo sea un valor de poca importancia) es una matriz para varias formas de la política estatal, incluyendo la biopolítica- una determinada forma de gestionar la vida. Trasgresión de los límites de las convicciones admitidas por los ciudadanos se penaliza. La inexistencia de los puestos con kebab de carne humana no es una expresión de aquella política y no significa que se haga referencia a unos valores concretos. Es la contradicción de la neutralidad. Existe una inmensa cantidad de cuadras para miles de vacas con robots de ordeño de alto rendimiento, lo cual es una muestra de cómo el Estado promueve una determinada ideología. Para diseñarlo y fabricarlo, alguien tuvo que pasar por un sistema educativo basado en unos determinados valores, otra persona tuvo que comprarlo legalmente. Otra persona tuvo que dedicarse a la ganadería. Otra a vender la lecha de las vacas ordeñadas con los robots. Por ende, alguien ha de querer y de tener la posibilidad de dedicarse al sacrificio de aquellos animales cuando dejan de ser productivos. Todo aquello que causa que algo se vuelva posible y aceptable es la contradicción de la neutralidad.
Cuando me siento en una pizzería y pido una pizza sin queso de leche de vaca o -cada vez más a menudo tengo esa posibilidad- con queso vegetal, no soy el único que ha venido a comer en conformidad con su ideología. Todos los que a mi lado se deleitan con las pizzas están expresando su ideología. El hecho de que podamos hacerlo de maneras tan distintas (desde Heavy Meat & Cheese
Texas BBQ hasta la pizza vegana) es la secuela de las suposiciones ideológicas del Estado que acepta esa diversidad. Aquello no significa que el Estado de la misma forma trata nuestras visiones del mundo y nuestros sistemas de valores. El mío es, en el mejor caso, tolerable; el de la mayoría se promociona. No hay pizzas ideológicamente neutras y no hay estados ideológicamente neutros. Y seguramente la discriminación de los carnistas es en mi país muy rara.
Joy observó que en el idioma inglés no existe una palabra que describa a la gente que escoge comer carne. La palabra “carnívoros” (carnivores) no es del todo acertada, porque se refiere a una necesidad fisiológica, además sólo en los animales no humanos. Meateater tampoco es la palabra correcta. Es sólo una fría descripción de una actividad. No incluye lo más importante- el fondo de convicciones y valores que inevitablemente están ligados a ella. ¿No es sintomático que no exista ningún palabro que describa a una persona que hace una elección y en un restaurante pide cuerpo de un animal asesinado, aunque en el menú puede encontrar sabrosos y nutritivos platos vegetales? La mayoría va a llamar a esta persona “normal”. Pero aquello no nos dice nada sobre su ideología, más bien describe el hecho de que en un lugar dado y en un tiempo dado muchas personas comparten esa ideología. La normalidad es una categoría cuyo contenido no es fijo. En caso de los veganos, se suele considerar que tienen un determinado conjunto de convicciones de las cuales resultan las prácticas, por ejemplo culinarias. Una determinada orientación ética. Están convencidos de que una idea es justa. Hasta tal punto que así se los percibe cuando aparecen en un grupo de personas no veganas conscientes de su identidad; a menudo su misma presencia callada se convierte en un reto y provoca reacciones de defensa. A la vez, la presencia de un vegano o de una vegana en un grupo no vegano permite destapar las convicciones de la mayoría. Empiezan a cobrar visibilidad en confrontación con lo distinto. En una sociedad dominada por los no veganos y las no veganas, la orientación ética de alguien que come un pato o una pizza con queso de vaca se dispersa. Desaparece, a pesar de ser la dominante. O más bien: porque es la domínate. Hay poco que indicara que la palabra carnista (carnist)[11] propuesta por Joy para describir a una persona no vegana entrase pronto en el uso popular y que las personas no veganas empezaran a usarla para describir su propia identidad. Quizás, con la creciente popularidad del veganismo, es decir con la creciente confrontación de la norma social con una alternativa visión del mundo, esa palabra, u otras parecidas, empiece a ser necesaria. La palabra “normal” dejará de ser suficiente dejará de ser monopolizada por el grupo dominante.
En este fondo lúgubre, las poquísimas concepciones y deliberaciones políticas que incluyan a los animales parecen intentar salvar el honor humano. En los últimos años se habla acerca del así llamado giro político en la manera de pensar sobre los animales. Varios autores y varias autoras han planteado la cuestión de la injusticia animal. Han aparecido unos intentos interesantes de aplicar a los animales las nociones políticas que hasta entonces habían sido reservadas para el uso humano, como por ejemplo las nociones de la ciudadanía y soberanía, derecho de propiedad y parecidas. Me parece que las pruebas de ampliar estas nociones para que incluyan todos los casos, no tan sólo los escogidos, son sencillamente pruebas de darles cualquier sentido. Porque ¿qué sentido tiene hablar sobre la lucha por la justicia social de los escogidos, sobre la explotación laboral omitiendo a los animales y sobre la opresión de género, como si sólo los humanos tuvieran género? ¿Qué sentido tiene analizar los abusos del poder sin reconocer previamente que construimos nuestras relaciones con los animales desde el poder absoluto? Ninguna de las concepciones políticas realmente inclusivas no ha resultado impulsora y no ha sido implementada. No se sabe si en algún momento ocurrirá. Una intensificada teoretización al respecto, es decir un intento de salir con la imaginación política fuera de los cánones estrechos permite sin embargo creer que la política no ha de ser un eterno debate sobre cómo gestionar el especismo.
Alguien dijo una vez que en los últimos años hemos procurado mucho cambiar las costumbres de los individuos y poco hemos hecho por los cambios políticos. No pienso de esta manera. En mi opinión las lamentables faltas en la teoría política son efecto de la renuncia colectiva a cambiar los hábitos personales. Es un hecho que el contenido de la nevera es la causa principal de la trágica situación de los animales. La situación de los animales, como ninguna otra cosa, demuestra que lo personal es político. En un mundo con distinto contenido en las neveras, distinto va a ser también el contenido de las antologías por la filosofía política.
[1] Antología de la filosofía política contemporánea, red. Robert E. Goodin, Philip Pettit, traducción Cezary Cieśliński, Marcin Poręba, Książka i Wiedza, Varsovia 2002.
[2] A Companion to Contemporary Political Philosophy, 2nd Edition, ed. Robert E. Goodin, Philip Pettite, Thomas Pogge, Blackwell Publishing, Malden- Oxford- Carlton 2007, pág. XI. Insistí y leí también dos otras antologías publicadas por dos editoriales prestigiosas: The Bloomsbury Companion to Political Philosophy, ed. Andrew G. Fiala, Bloomsbury Academic, London- New Dheli- New York- Sydney 2015 y The Routledge Companion to Social and Political Philosophy, ed. Gerald F. Gaus, Fred D’Agostino, Routledge, New York 2013. En ambos libros el interés por los animales es marginal.
[3] El tema de los animales (pero exclusivamente de los perros) episódicamente apareció en el V Congreso (2013). En el VI Congreso (2014) apareció un panel relativo a los animales sin hogar (entonces otra vez sólo se refería a los llamados animales de compañía). En el VII Congreso (2015) se organizó un panel relativo a la ética del comer que concernía a los animales explotados para las necesidades de la industria alimenticia. Fue un panel realizado en paralelo con siete otros paneles que trataban temas distintos. En el VIII Congreso fue mejor, dos veces apareció el tema del veganismo, además se organizó un debate sobre la biodiversidad. Por fin, en el IX Congreso en el programa principal se organizó el debate “Ecofeminismo o ecoterrorismo” en el cual se trató el tema de los animales usados por los humanos (ese tema continuó en otro panel menor, realizado en paralelo con algunos otros paneles menores). En el programa del X Congreso jubilar está prevista la creación del “Centro Animal”- parece que va a ser muy interesante. En la descripción del evento en Facebook se indicó que los debates se van a desarrollar alrededor de las preguntas: ¿Por qué son las feministas quienes deberían luchar por los derechos de los animales? ¿Qué tiene en común la situación de las mujeres y la situación de los animales en la sociedad? ¿Dónde se encuentra el feminismo con el movimiento por los derechos de los animales? ¿Qué valores comunes tienen? ¿Existe un enemigo común? ¿Por qué la mejora de la situación de los animales debería ser un interés vital de las mujeres? https://www.facebook.com/events/1951748514897322 [acceso: 14.05.2018].
[4] Grafía original. Anna Mucha, ¡Les rogaría respetuosamente que se fuesen a la mierda con sus consejos sobre cómo debemos criar a nuestros hijos!, 25.02.2015, http://annamucha.mamadu.pl/117111,uprzejmie-prosze- odpitolic-sie-od-moich-dzieci-i-od-tego-jak-je-wychowu-jemy [acceso: 9.05.2018]. No creo que vuelva a tener la oportunidad de contar esa anécdota, entonces lo voy a hacer ahora. Hace más de diez años una emisora de radio con sede en el centro mismo de Varsovia me invitó a su programa nocturno. El tema, como habitualmente: ¿cómo debemos tratar a los animales?. Llevé conmigo varios folletos para introducir a la redactora en el tema. La conversación fue larga, el ambiente bueno, no sentía la necesidad de controlarme, así que en la mesa yacía también un folleto relacionado con la exposición de PETA The Holocausto n Your Plate, que organice en marzo del año 2004 en la Biblioteca Universitaria en Varsovia. Del folleto resultaba claramente que para los animales “todos somos nazis” (aunque estaba escrito en inglés). Un rato hablamos sobre ello. Algún tiempo después me enteré de que la redactora era Anna Mucha. Hasta hoy mi conocimiento de las actrices es muy malo. En la bravata en su blog leemos también (grafía original): “que no se me acerque ningún vege fanático y que no intente convencerme, porque va a haber derramamiento de sangre )”. Mi contacto corto con ella no condujo a derramamiento de sangre.
[5] Klaudyna Andrijewska, Tosia i Pan Kudełki „Jedzeniowe dylematy”, Centralne Biuro Projektowe. Łódź- Cracovia 2014.
[6] Justyna Suchecka, Los vegetarianos dominaron el plebiscito MEN de lecturas de los sueños. “Harry Potter” tercero, 18.02.2015, http://wyborcza.pl/I,76842,17429708,Wegetarianie_zdominowali_plebiscyt_MEN_na_lektury.htlm [acceso: 9.05.2018]. Entre “otros libros” mencionados se encontraba por ejemplo el libro de Ruby Roth, Por eso no comemos animales, traducción Marta Mikita, Wydawnictwo Cień Kształtu, Varsovia 2013
[7]Ibidem
[8] Stanisław Jaromi, Michał Olszewski, Eco-book sobre Eco-Dios. Wydawnictwo Salwator, Cracovia 2010, página108. Ese hermético aislamiento ontológico le priva al hombre de varias dimensiones adicionales. La energía que podría dirigirse hacia la contemplación de la convergencia de varias formas de la vida, hacia la contemplación del hombre en otras formas de vida y de otras formas de vida en el hombre, en los círculos católicos se gasta en el necesario fortalecimiento de la tambaleante diferencia entre un animal (hombre) y otro.
[9] Ibídem, página 110
[10] Melanie Joy, Why We Love Dogs, Eat Pigs and Wear Cows; An Introduction to Carnism, Conari Press, San Francisco 2010, página 150.
Fuente: https://vientosur.info/spip.php?article15424
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