[Opinión] Minería: la verdadera política

Por: Juan Cuvi.

Paradigma es un concepto extraordinario. Desde la ciencia contemporánea, implica la posibilidad de tener una visión distinta del universo y de su realidad. No es lo mismo analizar el cosmos desde la física newtoniana que desde la teoría de la relatividad.

El mundo de la política tampoco está exento de estos dilemas. Del absolutismo monárquico pasamos a la república democrática, del mismo modo que del Estado nacional hemos transitado al Estado plurinacional. En principio, ambos cambios nos obligan a entender a las sociedades de muy distinta manera, aunque todavía existan grupos humanos que se aferran a las creencias del pasado con fe de carbonero.

El desarrollo es un paradigma implementado desde hace casi un siglo. La idea central es que todos los países deben seguir una serie de pautas para alcanzar el bienestar general, a imagen y semejanza de los países ricos. Por ejemplo, industrializarse, tener un PIB elevado o promover una economía en constante crecimiento.

De más está decir que a este paradigma plegaron, con diferentes matices, todas las propuestas ideológicas imaginables. Hasta la izquierda se volvió devota de un modelo desarrollado –valga la similitud– desde los centros del poder global. La modernidad (es decir, el capitalismo) terminó arrastrando a todos a la misma procesión.

Durante décadas se ha promocionado el éxito de aquellos países que adoptaron este itinerario y que alcanzaron el paraíso del desarrollo. Lo que no se difunde es que por cada país que se incorporó a las grandes ligas hay decenas de países irreversiblemente rezagados y condenados al fracaso. O que hay millones de seres humanos, inclusive en esos mismos países denominados desarrollados, sometidos a una pobreza humillante.

No obstante, los imaginarios que apuntalan este paradigma tienen una indudable capacidad persuasiva. La mayoría de la gente todavía está convencida de que la solución a los problemas sociales y económicos radica en una mayor producción. Producción a secas. Es decir, sin tener en cuenta ni sus consecuencias e impactos ni el destino final de sus beneficios.

Por eso resulta tan fácil vender la idea del desarrollo y de sus elementos complementarios: modernización, consumo, tecnologización. En su nombre se construyen mitos que terminan convertidos, por obra y gracia de intereses concretos, en verdades absolutas. Tal como ocurre con la minería a gran escala.

En ese sentido, el debate que plantea la consulta por el agua de Cuenca tiene una trascendencia única. Es la política real, no aquella de la demagogia electoral. En esa consulta se juega una relación estratégica de poder: la de los pueblos que quieren preservar sus condiciones de vida, frente a los empresarios que presionan por acrecentar sus ganancias. En síntesis, se contraponen dos concepciones completamente antagónicas sobre la civilización que queremos construir.

Que la consulta haya sido aprobada por la Corte Constitucional es una excelente noticia, porque puede refrescar un proceso electoral abombado por las obviedades. Habrá que ver cómo se alinean los candidatos y cómo justifican sus posiciones frente a estas dos opciones paradigmáticas.

 

Septiembre 22, 2020

Acerca de Juan Cuvi 180 Articles
Miembro de la Comisión Nacional Anticorrupción (CNA), Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo, Parte de la Red Ecudor Decide Mejor Sin TLC.

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