[Opinión] Las élites aborrecen el laicismo

Si nos atenemos a la historiografía oficial, Guayaquil es la cuna del laicismo. No obstante, las élites guayaquileñas hacen gala de un curuchupismo cada vez más insufrible. Como si en algún momento de la historia hubieran dado un viraje radical en función de las nuevas condiciones políticas y culturales del país. De ser el polo de las ideas más abiertas, el puerto principal pasó a convertirse en la trinchera no solo de la derecha recalcitrante, sino de las posturas religiosas más conservadoras.

Una posible explicación sería que las oligarquías porteñas asumieron el radicalismo de Alfaro desde una visión utilitaria antes que desde una perspectiva ideológica. En esas condiciones, la Revolución Liberal les sirvió para apuntalar sus negocios más que para democratizar la sociedad. Una vez transformado el marco legal que facilitaba su estrategia comercial y agroexportadora, volvieron a refugiarse bajo una concepción ultramontana de las relaciones sociales.

Una foto junto al sumo pontífice constituye una prueba irrebatible no solo de fe, sino de linaje, suficiente como para presumir ante toda la feligresía parroquiana. Es una mezcla de arribismo con sumisión colonial.

Solo así puede entenderse su apego a un confesionalismo profundo desde hace un siglo. No solo eso: al final consiguieron posicionar a las opciones religiosas más retrógradas como una condición de estatus social y político. Poco importa la impronta política de los involucrados: cualquier persona que necesite refrendar alguna forma de poder debe adherirse a una iglesia, congregación o institución que proyecte una imagen de exclusividad. Y que sea predominantemente católica.

La fuerza de esta inclinación ha sido tal que hasta quienes se presentan como militantes de izquierda reproducen formas totalmente reaccionarias de religiosidad. Basta mencionar las posiciones del gobierno de Correa respecto de la sexualidad de los adolescentes para confirmar que la norma se extiende más de lo que suponemos. Haberle entregado al Opus Dei el manejo de la política sobre prevención del embarazo adolescente fue, más que un contrasentido, una perversa irresponsabilidad.

Este curuchupismo tiene unos códigos que legitiman la imagen pública desde el más pedestre convencionalismo. El más importante parece ser la visita al Papa. Una foto junto al sumo pontífice constituye una prueba irrebatible no solo de fe, sino de linaje, suficiente como para presumir ante toda la feligresía parroquiana. Es una mezcla de arribismo con sumisión colonial.

Que la vicepresidenta de la República haya aprovechado su condición para conseguir una reunión con el Papa molesta profundamente, aunque no tanto como la incongruencia de alguien que se presentó como militante de un proyecto supuestamente alternativo. María Alejandra Muñoz, por lo que se hizo público cuando el presidente Moreno presentó la terna para el cargo, pertenece a Ruptura 25, un movimiento que surgió para cuestionar las prácticas más decadentes de la política nacional. No solo en su forma, sino en su contenido.

Aún resuena el discurso con el que un grupo de jóvenes abogaba por el laicismo, los derechos de las mujeres y la libertad sexual. Es decir, todo lo que esa foto lóbrega y anticuada de la vicepresidenta, su familia y el Papa contradice. Definitivamente, hay élites que aborrecen el laicismo.

 

Noviembre 13, 2020

Acerca de Juan Cuvi 180 Articles
Miembro de la Comisión Nacional Anticorrupción (CNA), Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo, Parte de la Red Ecudor Decide Mejor Sin TLC.

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