[Opinión] La milagrosa pomada de los TLC

Muchas especulaciones han circulado a propósito del rol cumplido por la exministra Romo en su paso por el gobierno de Lenín Moreno. Quizás la más equivocada es atribuirle un poder del que careció. En efecto, su caso refleja con total fidelidad la metáfora del teatro de las sombras a la que nos tiene acostumbrada la política nacional: hay personajes completamente funcionales a los poderes reales que operan tras la pantalla. Lo que los ciudadanos comunes y corrientes vemos desde el escenario social es solamente una proyección, una representación ficticia de la realidad.

La monopolización de la economía fue un proceso hábilmente maquillado detrás del discurso progresista de los últimos quince años.

Durante dos años María Paula Romo tuvo como encargo la ingrata tarea de mantener intacta la pantalla de la simulación política, de modo que las decisiones de fondo pasaran de agache. Es decir, para que el poder se ejerciera en su verdadera dimensión sin mayores contratiempos. La consolidación de un modelo de control basado en la inteligencia militar y en la economía neoliberal es la culminación del período.

No es una suposición que las grandes decisiones de los últimos tiempos se han concentrado en dos ministerios: Defensa y Economía. Y más en este último, por la sencilla razón de que el campo de la economía es más público y mediático que el de la defensa. El ministro del ramo tiene que dar explicaciones casi a diario. Pero también porque alrededor del modelo económico se juegan los intereses de los principales grupos de presión interna y externa.

El acuerdo con el Fondo Monetario Internacional fue una de las ruedas de molino que nos obligaron a tragar. De la reconciliación promovida en 2014 por el anterior gobierno a la firma de una carta de intención, solo quedaba un itinerario previsible. Bastó una pandemia para que los tiempos se aceleraran.

La otra rueda de molino son las negociaciones de tratados de libre comercio, cuya señal de partida también la dio el anterior gobierno con la suscripción del acuerdo con la Unión Europea. Hoy estamos ad portas de firmar un acuerdo previo con Estados Unidos y de incorporarnos a la Alianza del Pacífico. Todo un compendio de políticas aperturistas que harían sonrojar de gusto al más vehemente apologista del libre mercado.

Las entusiastas justificaciones de los sectores empresariales no se han hecho esperar. Promocionan un discurso respecto de los milagrosos efectos curativos del libre comercio para la crisis económica, pero ni siquiera han tenido el recato de aceptar una negociación para la elevación salarial propuesta por las centrales sindicales. Como siempre, quieren alzarse con el santo y la limosna.

Era absurdo esperar un desenlace distinto. La monopolización de la economía fue un proceso hábilmente maquillado detrás del discurso progresista de los últimos quince años. Los grandes grupos económicos son hoy más poderosos que hace dos décadas. Y lo están demostrando con las orientaciones impuestas al calor de la pandemia. Para ellos, la política sigue siendo la continuación de los negocios por otros medios. Y todo bajo el amparo de dos gobiernos que se suponía eran de izquierda.

 

Noviembre 28, 2020

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