[Pensamiento] De lunas, planetas y dioses

Breve historia de la Gran Conjunción y algunos amores inmortalizados en lunas.

Parte I

 

Júpiter

En las últimas semanas, como sucede eventualmente, se ha puesto de moda el Universo, debido a la llamada “Gran Conjunción” de los dos colosos gaseosos del Sistema Solar, Júpiter y Saturno (Urano y Neptuno, por su composición, se conocen como gigantes de hielo). El término conjunción se refiere a la alineación de estos planetas respecto a sus órbitas con la Tierra. Por otro lado, el solsticio de invierno tiene que ver con la inclinación de la Tierra respecto al Sol. Aunque a simple vista Júpiter y Saturno parecerían juntarse, están, no obstante, separados por millones de kilómetros.

Por esta ocasión, el fenómeno cósmico se produjo por la noche -lo que no ha ocurrido en casi 800 años-, ha coincidido con el solsticio de invierno (21 de diciembre) y con las proximidades a la fecha de la Navidad, por lo que muchas personas, especialmente de la comunidad creyente, han dado por llamar a esta conjunción el nombre de “La Estrella de Belén”, que, en materia de la Historia Sagrada o bíblica, indica que fuera aquella estrella la que anunció el nacimiento de Cristo-Jesús y la que sirvió de guía a los Reyes Magos para llegar al pesebre de Belén, con oro, incienso y mirra -por lo que no me explico que hayan sido tan pobres-. Pues, es preciso comentar que esto ha sido algo meramente coincidencial, y que el espacio está lleno de conjunciones que pueden suceder cualquier día del año, y específicamente, las de Júpiter y Saturno, cada 20. Pero, por el tipo especial de divulgación del fenómeno, ya sea desde canales de información como noticieros y redes sociales, estos acontecimientos se vuelven más comunes y pintorescos en la expectativa de un público masivo y profano, ajeno al especializado. Por lo que también se lee y escucha cualquier barbaridad.

Quizá los reyes de los fenómenos atmosféricos sean, de por sí, los eclipses de Luna y de Sol, además del esperado y espectacular paso del Cometa Halley, cada 75 años. Habrá gente que también tiene la posibilidad de ir a deleitarse observando la Aurora Boreal y hasta pasar seis meses de luz u oscuridad en los Polos. Existen lluvias de meteoritos. Románticos, esperamos pedirle un deseo de nuestro amor a la siguiente estrella fugaz. Así como el primitivo interpretaba la voluntad de los dioses en la turbación de los astros, el desquicio del clima, entre relámpagos, tormentas, incendios e inundaciones, y el aparentemente milagroso detalle de una nueva estación, hacia la incomparable Antigüedad.

En cuanto a datos históricos, tenemos que, en 1610, el astrónomo Galileo Galilei descubrió las cuatro lunas más grandes de Júpiter, con su telescopio apuntando al espacio infinito, y, el mismo año -y puede que con el mismo telescopio-, galileo captó un óvalo que rodea a Saturno, es decir, sus enloquecedores anillos. Luego, en 1623, en una cósmica carrera, al recorrer por un periodo juntos la galaxia, Júpiter superó a Saturno en el espacio, bautizando al fenómeno como la “Gran Conjunción”.

A pesar de, como en el caso de Júpiter, por ejemplo, que tiene cerca de ochenta satélites atrapados por su órbita (79), cada planeta del Sistema Solar dispone de cercanas compañeras en su trayecto espacial, conocidas como lunas. Estás lunas poseen a su vez nombres que nos convocan al repaso de los personajes de la mitología, que fue como los antiguos llenaron el mundo que los rodeaba de valor y conciencia, muchas veces deificando -volviendo dioses- estos valores y proveyéndolos de personalidad en sus milenarias leyendas y epopeyas, otra clase de “Historia Sagrada”. Y los nombres de quienes las representan, también tienen algo que contar.

Aunque la Luna, que es el satélite que acompaña a la Tierra, carece de un nombre de personaje mitológico griego o del Asia Menor, al menos en Occidente, en ciertas partes de Grecia se la relacionaba, antiguamente, con la bruja Hécate, a la que se rindieron cultos de sacrificio, y a la que, por esto, se llegó a engañar descuartizando muñecas de trapo en lugar de niños pequeños, según ciertas fuentes.

Las lunas más grandes de Júpiter, a las que párrafos arriba apelamos, tienen los nombres de Ío, Europa, Ganímedes y Calisto; las mismas que con su telescopio descubrió Galileo. Todos estos satélites contienen algunos de los nombres de los casi innumerables amores del candoroso y enamoradizo Zeus, campeón del Olimpo griego -Júpiter es su relativo romano-. Entonces, a la pobre Ío la convirtió en vaca, y la mandó a pasear por el Asia Menor perseguida por su temperamental e insegura esposa, hermana y reina de su corazón, Hera. Hasta el punto de hacerla castigar por la más terrible de las ménades o harpías infernales, la terrible diosa Tisífone, que la acompañó a latigazos hasta el Nilo. Hera también puso a Ío al cuidado del monstruo de infinitos ojos, Argos, al que Apolo -enviado al rescate por Zeus, que para esas alturas ya debe haber tomado conciencia de los contratiempos que le estaba causando a la ninfa- degolló, llevando al sueño de sus incalculables ojos con la melodía de su aulo -o aúlo, que era una arcaica flauta con dos cañas, muy presente en la representación del sátiro; aunque ese es otro mito.

Con Europa, la historia es algo parecida, pues la ninfa se refrescaba en el río cuando el gran dios la vio. Enloquecido de amor a primera vista, el Padre de Todos los Dioses Olímpicos -debería ser el “papi” en la jerigonza popular actual y para estas circunstancias- se convirtió en un bello y fornido toro, y empezó a pasearse por ahí para que la ninfa lo viera. Parece que antes ya la hubiese estado observando, para percatarse de que estos animalitos llamaban sobremanera su atención. Así es que la criatura le dijo a la ninfa: “¡Ven, divina Europa! ¡Acércate y móntate en mí!”… Europa, medio sonrojada, entre la timidez y algo de inocente soberbia, dijo a la entelequia: “¡Estás loco!”…. El Toro-Zeus se iba acercando más y más, y con evidente ternura, meneando la cola y acercando el hocico para que la arisca ninfa lo acariciara, de golpe le puso el lomo al alcance, sin que la otra se pudiera resistir…

Personalidades entendidas en materia de sexología y más apegadas al psicoanálisis, comentan que este acto del toro, tan lleno de inocencia y poesía, no es más que una figura inversa de los verdaderos propósitos sexuales, puesto que, al pedirle que lo monte, simplemente el pícaro Zeus apelaba al deseo de querer montarse él a Europa. ¡Brutal sinceridad de la Naturaleza!

… Y le dijo: “Nada te va a pasar”.

Por lo menos, al percatarse del engaño, y en pleno arrepentimiento de Europa, la diosa Venus acompañada de su peligrosísimo hijo, el travieso e indolente Cupido, le habló así:

-Cuando el toro odiado te ofrezca otra vez sus cuernos, brindándote la ocasión de que se los rompas, cede en tus iras y en tu acalorada querella. Eres la esposa de Júpiter invicto, y no lo sabes; deja de gemir y aprende a sobrellevar dignamente tu extraordinario destino: una parte del mundo llevará tu nombre. (Horacio, Odas III 27, 25-28, 33-38, 45-48 y 66-76.)

Un dato curioso acerca del nombre de dos de las lunas de Júpiter, es que hay implícito un homenaje a dos de las relaciones homosexuales de la mitología griega (en la que son multitud). Pues, los enamoramientos de Zeus por el joven pastorcito Ganímedes, a quien raptó en forma de ave de presa en el monte Ida, al que, al inmortalizar, hizo escanciador del vino de los dioses en el Olimpo, y por la ninfa cazadora del cortejo de Artemisa o Diana o Febe, Calisto, a quien, justamente, Zeus seduce u obliga a obedecer sus deseos adoptando la figura de la diosa cazadora, dejando, sin embargo, embarazada a Calisto, y para esconderla de la vieja celosa y vengativa de Hera, Zeus transforma en una osa. Otras fuentes, como Ovidio, por ejemplo, dicen que Hera o Juno, fue quien la transformó en osa, para que vague por los montes desolados. Y una fuente distinta cuenta que Hera transformó en osa a Calisto para que Artemisa la cazara, dándole muerte y culminando su venganza. A pesar de aquello, Zeus le había dado la inmortalidad en los cielos como la constelación de La Osa Mayor.

El resto de satélites de Júpiter tienen, por añadidura, los nombres de las amantes de Zeus, como Metis, Leda o Pasífae.

Al continuar con las siguientes lunas y planetas, un considerable listado de dioses saltará a la memoria, con su respectivo valor y leyenda, que fue de lo que, principalmente, nutrió la mitología griega al mundo antiguo y aun al  contemporáneo.

Nuestro próximo planeta será Saturno, tan enigmático y bello, nombre en homenaje al titán Cronos (Padre Tiempo y padre de los principales Olímpicos).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Acerca de Esteban Poblete 86 Articles
Corrector, editor y escritor. Tiene publicaciones en poesía, relato y novela. Realiza crónicas, entrevistas, artículos y reportajes para varios medios. Maneja la página de servicios de corrección y productos escritos UMBRA Ediciones.

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