[Opinión] Pobre Nicaragua…

 …tan cerca de Somoza y tan lejos de Sandino. Cuatro décadas después de la liberación, Nicaragua ha recorrido una circunferencia completa, hasta terminar en el mismo punto de partida: un pueblo sometido a una dinastía corrupta y sanguinaria. Con un agravante: la verborrea izquierdista con la que el régimen maquilla su impostura impide a muchos sectores políticos asumir una condena tajante frente a lo que ocurre en ese país.

En 1979 Nicaragua fue la Meca donde recaló la izquierda del continente. Veinte años después de la experiencia cubana, una revolución de izquierda llegaba al poder. Y lo hacía desde una inédita renovación del discurso. En esa lucha confluyeron los sectores sociales y políticos más insospechados, recreando así la imagen de pluralismo y diversidad tan propia de América Latina. Al margen de los caducos dogmas de la izquierda tradicional, el sandinismo demostraba que sí era posible una vía distinta para la transformación social.

Siempre fue posible imaginar una derrota de la Revolución Sandinista. Esa eventualidad está contemplada en cualquier proceso histórico. Basta revisar lo que sucedió en la Unión Soviética para constatar que las revoluciones no tienen un seguro contra las contingencias. Lo que no era imaginable era la deriva que tomó el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) a la sombra del más burdo y rupestre pragmatismo. Más que a una traición, asistimos a una total descomposición.

Durante la insurrección de abril de 2018, las fuerzas represivas del gobierno asesinaros a cientos de manifestantes, la mayoría de ellos estudiantes. Muchos cayeron abatidos por disparos a la cabeza de francotiradores; otros fueron torturados en las mazmorras orteguistas. Todo un panorama que, en circunstancias parecidas, habría provocado el grito indignado de la izquierda mundial. Al final, bastó activar la muletilla de la agresión imperialista para garantizar el silencio cómplice de una buena parte de esa izquierda.

Mónica Baltodano, una comandanta histórica del FSLN hoy perseguida por el régimen, se lamenta del papel funesto que cumple el progresismo latinoamericano en el caso nicaragüense, porque ha terminado legitimando a un gobierno criminal. Los subterfugios geopolíticos o ideológicos con que se sustenta esta posición ya no son suficientes para ocultar una situación oprobiosa. El clima de terror instaurado por el gobierno de Ortega emula a las peores épocas de las dictaduras militares del Cono Sur.

Uno de los puntales más eficaces de la dictadura ha sido el reparto más o menos equilibrado de los frutos de la corrupción. A diferencia del somocismo, que concentraba la apropiación de la riqueza en reducidos grupos familiares, el orteguismo incluye entre los beneficiarios del lleve a nuevas castas militares, policiales y eclesiásticas. La connivencia de grupos empresariales mezquinos y angurrientos complementa este escenario de podredumbre política.

Solamente el cinismo, la conveniencia o la insensatez pueden seguir viendo en ese gobierno un referente de izquierda.

 

Julio 22, 2021

Acerca de Juan Cuvi 180 Articles
Miembro de la Comisión Nacional Anticorrupción (CNA), Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo, Parte de la Red Ecudor Decide Mejor Sin TLC.

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