El pasado día 10 de diciembre del 2021, al gobierno de los Estados Unidos le fue concedida la apelación que había interpuesto tras el veredicto de la jueza Vanessa Baraitser, en el cual negaba al país del norte la solicitud de extradición del periodista e informático australiano, Julian Assange.
El Tribunal de Apelación de Londres a cargo de resolver la causa consideró que los ofrecimientos de Estados Unidos de garantizar el buen trato y condiciones carcelarias para Julian Assange eran suficientes, por lo cual el proceso de extradición podía seguir su curso.
Cabe preguntarse: ¿Cómo creer en los ofrecimientos de un gobierno que se vale de cualquier medio para conseguir sus sanguinarios fines? ¿Cómo fiarse de una justicia que persigue a quien revela los execrables crímenes de los poderosos y no a quienes los cometen?
Ejecuciones extrajudiciales de civiles, tortura, expolio de recursos y destrucción de naciones enteras son tan solo una ínfima parte de los crímenes revelados en las publicaciones de Wikileaks. Aun cuando dicha organización y en especial la figura de Julian Assange despiertan sentimientos encontrados en muchos, es innegable la importancia de su legado.
En un mundo que gira al son de la tonada ilusoria llamada democracia, es obligación de los gobiernos obrar con transparencia frente a los ciudadanos. Pero el problema radica precisamente en eso, la ilusión, la fantasía que se fabrica y se impone a conveniencia, en donde se exhibe y condena los crímenes de los enemigos de la democracia, pero al mismo tiempo se esconden y dejan impunes los de los “amigos de la libertad”.
Han transcurrido ya 11 años desde que se dio inicio a la persecución más siniestra de la historia en contra el libre flujo de información. Han pasado 11 años de acusaciones falsas, conspiraciones, espionaje e incluso planes gubernamentales para asesinar a Julian Assange; 11 años en los cuales el gobierno de los Estados Unidos, ha logrado poner a la justicia y a los gobiernos de todo el mundo, a sus pies.
A lo largo de todo este tiempo, los reveses legales, las torturas psicológicas han sido sistemáticas e incluso la persecución política y judicial, ha trascendido las fronteras; ha sido la tónica en una guerra contra la libertad de expresión. Eso sí, los grandes adalides de la democracia no dudan en defender al periodismo cuando este atraviesa circunstancias que, de acuerdo a su juicio, atentan contra la autonomía y los derechos humanos en territorios que se encuentran bajo la tutela de gobiernos no alineados con su política regional.
Se habla de imponer una pena de 175 años de prisión para Assange, argumentando que se garantizarán las condiciones necesarias para que su vida no corra riesgos. Sin embargo, se conoció que el periodista y programador sufrió un pequeño derrame cerebral en octubre pasado, justo en medio de la audiencia en la cual los Estados Unidos apelaba la decisión de la jueza Baraitser sobre su extradición. Queda claro que cualquier promesa de proteger la vida de Assange pierde sentido cuando de a poco le están robando sus días, mientras lo mantienen encerrado en Belmarsh, una cárcel conocida como «El Guantánamo del Reino Unido».
Lo que los Estados Unidos están haciendo con el activista es, sin duda alguna, enviar un mensaje. Quien se mete con ellos, tiene que pagar, sin importar lo que tengan que hacer y a quién tengan que afectar en el camino. Incluso si esto implica valerse de los métodos más bajos y condenables.
Lo realmente preocupante es que el caso de persecución desmedida, en contra del creador del portal WikiLeaks, no es un acto aislado. Lastimosamente, existen numerosos procesos alrededor del mundo que evidencian la puesta en escena de una tendencia global que busca criminalizar el conocimiento y a quienes lo defienden y comparten.
Casos como el de Javier Smaldone en Argentina, Juliana Peña en Colombia, Alaa Abd El-Fattah, quien fue recientemente condenado a otros 5 años de prisión en Egipto, Aaron Swartz quien fue arrinconado hasta el suicidio por el gobierno estadounidense en el 2013, Chelsea Manning, quien hoy goza de su libertad después de años de asedio, cárcel y tortura o el de Ola Bini en Ecuador, demuestran que quienes poseen conocimientos técnicos para enfrentar al poder hegemónico son y serán considerados siempre potenciales amenazas contra quienes se vale aplicar todos los instrumentos persecutorios con el fin de ser neutralizados.
Un caso de especial interés para el Ecuador es el del programador y activista por la privacidad y la seguridad, Ola Bini, cuyo destino se decidirá el 19 de enero de este año ante un tribunal en donde todo juega en su contra. A lo largo de su proceso ha sido más que evidente la intromisión de los poderes políticos en cada paso que su defensa ha dado con el fin de confirmar su inocencia. Además de la vigilancia extrajudicial permanente y el hostigamiento a la organización que lidera y a sus colaboradores y allegados, se ha dado a conocer información que daría cuenta del papel que altas autoridades ecuatorianas jugaron al momento de fraguar este caso basado en mentiras desde su inicio. Por esta querella, Ola Bini podría enfrentar una condena de hasta 5 años de prisión por un delito que no cometió y que además sirve como testimonio de que para la justicia ecuatoriana es más fácil perseguir lo que se desconoce antes que tratar de entenderlo.
Una cosa queda clara. La libertad y el conocimiento están bajo ataque y sobre todo, también lo están quienes luchan por hacer que la información sea libre. Quienes luchan por hacer que los gobiernos asuman la responsabilidad por los crímenes que cometen, quienes trabajan por construir una red donde se tejan redes más seguras para todos y todas
Preguntémonos por un momento si quienes fueron mencionados anteriormente, con una visibilidad notable, han sido perseguidos y atacados con tanta virulencia, ¿qué puede suceder con una persona de a pie? Hoy día son estas personas, mañana podría ser usted.
Hoy la lucha por construir un mundo más justo se da en distintos frentes y quienes libran esta batalla no merece nuestra indiferencia, su persecución no debe pasar inadvertida.
¡Las vidas perdidas y los años robados en las tinieblas de las cárceles no pueden quedar en el olvido!
¡La información es poder, compartirla nos vuelve fuertes!
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