«El Estado policiaco es la primera etapa en la escalada represiva de un gobierno. La siguiente –y la más terrorífica– es la policialización de la sociedad, una estrategia clave en el nazi-fascismo»
El término policía se deriva de la palaba política, lo que, sin embargo, no significa que la política deba ser encargada a la policía. Esto ocurre usualmente en los Estados autoritarios o en las dictaduras. Un régimen policiaco implica que la fuerza, la represión y las órdenes se sobreponen al diálogo y a la negociación como recursos para manejar los conflictos de la sociedad.
El concepto de policía fue inventado por los franceses a finales del siglo XVIII, con el ánimo de controlar el orden público luego del caos provocado por la revolución. A partir de entonces, la idea se convirtió en una fórmula universal adoptada por todos los Estados modernos. En esencia, la policía se convirtió en un instrumento imprescindible para ejercer el poder político, en un mundo donde los desfases y distorsiones de la industrialización generaban crisis reiteradas y permanentes. El vertiginoso crecimiento demográfico de las ciudades vino aparejado con condiciones de vida (pobreza, exclusión, hacinamiento, enfermedad) ideales para las patologías sociales.
La policialización de la política siempre será una tentación para el poder de turno. Permite el control de la sociedad en todas sus facetas: actividad económica, manifestaciones culturales, ejercicio de los derechos. Sobre todo, facilita la neutralización de las distintas formas de disidencia.
El Estado policiaco es la primera etapa en la escalada represiva de un gobierno. La siguiente –y la más terrorífica– es la policialización de la sociedad, una estrategia clave en el nazi-fascismo. Encargarles a los civiles (camisas pardas y camisas negras) la acción policial no solo permitía deslindar responsabilidades al gobierno, sino que creaba en la población una sensación de control absoluto y pormenorizado. ¿De qué servía cuidarse de los agentes del orden si el vecino más insospechado y amigable podía denunciarte, detenerte y darte una paliza?
Un elemento central para esta concepción del poder es la construcción de un enemigo temible. Es decir, un enemigo que pueda atentar contra la supervivencia del país o del Estado. En síntesis, un enemigo cuya presencia no admite contemplaciones de ninguna índole. Por lo general, los regímenes autoritarios le asignan a este enemigo una capacidad conspirativa ilimitada. Puede tratarse de judíos, comunistas, islamistas o –para el caso ecuatoriano– indios. Da lo mismo: todos, supuestamente, están dotados de una vocación totalitaria incorregible. En esencia, son intrigantes que quieren apoderare del mundo
El paro indígena ha desempolvado una vez más estos atávicos delirios policiacos. Sin ningún recato, los voceros de la derecha le atribuyen a la CONAIE una conducta radical cuyos orígenes están en la exclusión social antes que en una organización indígena. Si la gente se indigna y reacciona con violencia es porque, entre otros factores, ya no soporta la pobreza. Pero este es un asunto demasiado incómodo como para que las élites lo coloquen en el debate público. Preferible es asustar con guerras, guerrillas y conspiraciones.
Juan ..favor dese una vuelta por el Oriente para ver como nos tienen secuestrados los indìgenas (en realidad mestizos) a los que se les pregunta como asì vecino…y dicen son ordenes diarias de arriba(??)