“Just Stop Oil” (JSO) es un colectivo británico que demanda al gobierno de su país detener todas las operaciones petroleras. Muy bien, perfecto. Odiamos la contaminación producto de la explotación de crudo y del uso a gran escala de sus derivados.
Este viernes JSO se volvió globalmente famoso debido al ataque de dos de sus activistas contra el cuadro de los girasoles de Van Gogh que se exhibe en la National Gallery de Londres. Irónicamente, lo atacaron con sopa de lata, marca Heinz, por fortuna. ¿Se imaginan si hubiese sido una sopa de tomate Campbell´s? Ahí sí que el performance habría estado Completo. Van Gogh v Warhol; impresionismo v pop; activismo v popularidad en redes sociales…
Cuando actos como estos ocurren, no faltará nunca quien argumente que “esos no son los modos”. Dadas las circunstancias, (me) pregunto: ¿cómo protestar?; ¿hasta dónde llega la protesta?; ¿lo ocurrido en Londres es una protesta legítima?; ¿podemos comparar este tipo de protesta con las protestas callejeras que ocurren en Quito con más frecuencia de la que se esperaría?; ¿es más importante una pintura que detener las operaciones petroleras? Vamos de atrás para delante.
Una pintura no es más importante que las operaciones petroleras, obvio-microbio, pero se da el caso de que aquella pintura nada tiene que ver con las operaciones petroleras, y si esperaban que el chantaje “detengan el petróleo o les arruino sus obras de arte”, iba a funcionar… nones. El gobierno británico usará este precario performance para reprimir a los activistas. Eso es todo. Segundo, las protestas en Quito y las protestas en la National Gallery de Londres no son comparables, acá se pelea por necesidades básicas insatisfechas. Tercero, toda protesta en contra de aquello que perjudica al medio ambiente es legítima, faltaba más, pero no es legítimo destruir los girasoles (gracias a la vida, pude ver un cuadro de Van Gohg… se siente la presencia del tipo en la fuerza de sus trazos, como si estuviese aún pintando al momento de contemplar la obra; no hay otro pintor que produzca aquel sentimiento en aquellos que contemplan); repito: no es legítimo destruir los girasoles. ¿Por qué? Olvídense del valor monetario de la pintura. Pensemos en lo que representa. Muy lejos, en el futuro, cerca de 20.000 años en el futuro, un par de viajeros espaciales mantiene una conversación muy curiosa acerca de un pedazo de tela pintarrajeada; dice así:
“-¿Por qué conservaría ella esa vieja pintura?, pregunto Murbella.
Duncan Idaho sintió que los músculos de su estomago se contraían. Odrade le había traído una holograbación de la pintura que conservaba en su dormitorio. «Casitas en Cordeville», por Vincent Van Gogh. Le despertó de la cama a una hora intempestiva de la noche, haría un mes.
“-Me preguntaste por mi contacto con la humanidad, y aquí esta. El se sentó en la cama y observó el holo, intentando comprender.
“Se concentró en el holo, que ella había dejado entre sus manos. Dar lo tomó y lo dejó sobre la mesilla de noche.
“-Fue pintado por un loco en la Vieja Tierra. ¡Míralo! Un momento humano
encapsulado. Era un paisaje. ¡Esos maravillosos colores! No eran simplemente los colores. Era la totalidad. La mayor parte de los artistas modernos se reirían
de la forma en que creó esto-, dijo Odrade-. La mano humana, el ojo humano, la
esencia humana, enfocados en la consciencia de una persona que probaba sus
límites… Van Gogh hizo esto con los materiales y el equipo más primitivos-.
Sonaba casi ebria-. Pigmentos que un hombre de las cavernas hubiera
reconocido. Pintado sobre una tela que pudo haber sido tejida con sus propias manos. Es posible que se construyera él mismo los pinceles con los pelos de un animal y ramillas recogidas del bosque… El nivel cultural era burdo según
nuestros estándares, pero, ¿ves lo que pudo crear?… Esa pintura dice que no
puedes suprimir lo incontrolable, lo único, que siempre ocurrirá entre los
humanos, no importa que intentemos evitarlo”
(«Casa Capitular de Dune» de Frank Herbert)[1].
El capítulo final de la saga de Dune, de Frank Herbert, cierra con más de una reflexión sobre lo que Van Gogh capturó con sus trazos. De hecho, lo único que se salva de la “Vieja Tierra” en esta space opera es una pintura de Van Gogh. Incluso allá, en la profunda en infinita negrura del espacio, un solo cuadro de Van Gogh compite con el universo engracias a la infinitud de su aura.
Cuarto punto: ¿hasta dónde llega la protesta? Aquí ya tenemos un problema de tipo ético. Un una protesta, un levantamiento, un motín, una revolución deben llegar hasta sus últimas consecuencias para realizarse, pero, asimismo, el camino elegido por los manifestantes precisa obviar todo el mal moral que pudiese ocurrir, todo el daño colateral que inevitablemente va a ocurrir, en pos de cumplir un objetivo superior. El mal moral se justifica si se consigue el objetivo y así se re-escribe la historia (no le pongo “H” mayúscula a propósito). ¿Atacar los girasoles con sopa de tomate (sopa enlatada, hijos del consumismo, al menos usen sopa orgánica, por favor…), condujo a un bien superior? Respuesta: no. En realidad abonó a la consabida crítica de los sectores conservadores respecto de las formas que adopta el activismo de izquierda para protestar (Peterson y Laje vociferando en 5, 4, 3, 2, 1…). Esto nos lleva a replantearnos de manera seria qué hacer y cómo hacerlo, dado el estado actual de la sociedad y sus taras a nivel global. Pensemos bien (me incluyo) antes de actuar y decir. Esta última sentencia responde a la primera cuestión que se planteó, “¿cómo protestar?”. Esperemos, sinceramente, que en la protesta (que siempre está por-venir, pues nunca nada es perfecto), sepamos a ciencia cierta hacia dónde dirigir nuestro clamor.
Palabras
Van Gogh
Girasoles
Just Stop Oil
Dune
Protesta
Revolución
[1] https://danienlared.wordpress.com/2010/03/30/dune-van-gogh-en-la-saga/
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