En marzo de 2013, el presidente uruguayo José Mujica estaba invitado a la posesión del papa Francisco. Se excusó. El argumento fue tan simple como sólido: si él no es un creyente, no tenía sentido asistir a una ceremonia eminentemente religiosa. Y delegó a su vicepresidente, un católico practicante, para que representara al gobierno.
Poco le importaban a Mujica los flashes y el roce diplomático. Su condición de estadista y de militante de izquierda le demandaba una coherencia ideológica básica. Pocos meses después, y a tono con las exigencias diplomáticas que condicionan a cualquier Estado moderno, hizo una visita oficial al Vaticano.
En nuestro país las cosas funcionan al revés. Al parecer, bastan cuatro invitaciones de lujo para que la ideología y la ética de nuestros pintorescos revolucionarios se tuerzan como plastilina. O para que la ignorancia brote como yerba mala. Las cuatro asambleístas correístas que asistieron a un congreso en Irán (eufemísticamente denominado de mujeres influyentes) ni siquiera estaban conscientes de a qué ni a dónde iban. Son tan ignorantes que ignoran su propia ignorancia.
Si se hubieran tomado la molestia de abrir un periódico, sabrían que desde hace más de cuatro décadas en Irán se impuso un régimen teocrático masculino que, entre otras políticas, ha excluido a las mujeres de varios derechos fundamentales. Por ejemplo, el de vestirse libremente. Por eso mismo se desató una movilización sin precedentes en 2022, movilización que se saldó con la represión brutal del gobierno. Hay cientos de muertos y decenas de miles de detenidos y detenidas. Y nuestras diligentes asambleístas aparecen en la foto acicaladas precisamente con el hiyab, ese velo cuya eliminación se convirtió en el símbolo de las protestas de las mujeres iranís. De Ripley.
¿Conocen las aludidas qué significado tiene esta prenda de vestir? Pues ni más ni menos que un símbolo del orden social y moral patriarcal impuesto contra el cuerpo de las mujeres. Es decir, contra su propio cuerpo. Esta definición la pueden encontrar en Wikipedia. Pero el turismo y el shopping parlamentario son demasiado seductores.
También es posible que otros factores hayan incidido en la disparatada decisión de las cuatro asambleístas. En efecto, desde el allanamiento de las asambleístas constituyentes de Montecristi a las concepciones curuchupas del caudillo, hasta la altiva reivindicación de la sumisión de Marcela Aguiñaga a propósito de la frustrada aprobación del aborto, los jerarcas del correísmo establecieron unos parámetros conservadores y moralistas inamovibles. Salirse de la norma implica una severa sanción y, eventualmente, la expulsión del paraíso burocrático.
Tal como lo han demostrado en la actual Asamblea Nacional, las chicas de la revolución ciudadana saben exactamente cuál es el rol que les han asignado.
Marzo 15, 2023
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