Por Sindia Santos, en Fiandeira (blog autoral)
Lo que todo el mundo ve: Marina Silva es mujer, pobre, negra, con características muy fuertes de su origen: voz/acento, modo de vestir, de pensar. Lo que muchos intentan esconder: ella esta condenada a no salir del lugar, porque no solamente las elites en el país piensan que personas como ella tienen un futuro determinado y son censuradas violentamente cuando no aceptan ese destino. En la realidad, nadie escucha a personas como ella.
Lo que nadie tiene el coraje de asumir: es bonito decir, ah … los pobres, las minorías, pero lo que nadie soporta en Marina no es que ella sea evangélica, ni su supuesto posicionamiento sobre la legalización del aborto o su apoyo en segunda vuelta en 2014 a la candidatura de Aécio. Después de todo, (1) durante el gobierno de Lula, la bancada evangélica fue una de las más grandes en el Congreso, junto a la ruralista; (2) Dilma nunca se movió para legalizar el aborto o garantizar cualquier derecho básico a la mujer; y (3) el PT eligió a Aécio como rival en 2014 para no dejar dudas sobre la victoria de Dilma en las elecciones. Pero, sin embargo, nada de eso impide que esos líderes o que el partido reciban el apoyo muchas veces incondicional en la elección de 2018.
Entonces, queda la pregunta: ¿qué hace que Marina sea tan, tan detestable?
Me parece que la simple presencia de Marina es una osadía que juega en nuestra cara la estética de un pobre no romantizado. Su ropa no es alternativa. Sus cabellos no tienen ese exacto desaliño del salón de belleza que cobra 250 reales por un corte que promete hacer in al disimular ser out. No, Marina no es bella, su maquillaje no tiene la pretensión de hacerla bella, una apariencia que no enmascara los vestigios del tiempo pasado. Por el contrario, por terquedad, Marina parece hacer que se mantenga expuesta, revelándose insoportable a nuestra mirada. Y si, por un lado, eso no es signo de autenticidad, honestidad, verdad, por otro no justifica la reacción inmediata de intolerancia que surge cada vez que su nombre es citado, o cuando su figura es presentada.
Apenas un palpito: lo que atemoriza tanto a las personas, lo que les impide ver a Marina Silva, es lo mismo que hace que mucha gente compre la campaña de Boulos, que posa al lado de la india Guajajara en una tentativa de gourmetizar la fuerza de nuestras luchas. Y gourmetizar significa debilitar, es hacer paladeable el sabor rústico de nuestra indignación para que una élite, archienemiga-que-todo-puede, la saboree. Es que esa elite no esta solo allá afuera. Desde la abolición de la esclavitud, la elite no es sólo el otro. Elite es una palabra mágica que abre las puertas a los desafortunados. La alianza que produce el allegado, figura sumamente citada en la obra de Machado de Assis, en referencia al hombre ahora libre, pero pobre, que necesita vivir a la sombra de un Señor para el mantenimiento de la propia existencia. En estos 13 años de gobierno, el Partido de los Trabajadores se empeñó con ardor en introyectar y accionar ese dispositivo señorial de modo tortuoso en nuestra percepción, para que no creyéramos más en un modo de existir autónomo, insumiso a izquierdas y derechas. Reprimiendo, a través del chantaje del menos peor, la posibilidad de ver. Justo en las ambigüedades de una vida agregada, es que podemos explorar una multiplicidad de acciones y acomodaciones.
Tal vez esa sea otra de las tipologías subjetivas producidas en el contexto de la crisis social y política expuesta por las manifestaciones de junio de 2013. Al lado de los cuatro tipos citados por Negri y Hardt, en Declaración: esto no es un manifiesto (n-1, 2014) :
(1) El endeudado, sometido a la hegemonía de la financiarización de la vida, o sea, de la relacion debito/crédito como principal eje de organización económica;
(2) El mediatizado, entretejido por la malla de controles de las redes de información y comunicación
(3) El securitizado, hijo del régimen securitario y de un estado generalizado de excepción, donde el riesgo es difuso e omnipresente; y
(4) El representado, para quien toda acción política es reducida al alcance electoral del mercado de la representación.
A estos cuatro, añadimos un (5) el agregado, forjado en el rechazo de elaborar una autocrítica, en el carácter insoportable de encararse a sí mismo. Pero esta, con certeza, es una figura que los intelectuales y buena parte de la izquierda no van a querer analizar.
Es más fácil seguir con el guión: soy de izquierda y posteo fotos de Boulos sin techo con la India Guajajara. Esas imágenes, producidas por la insistencia de que hay que tener una identidad para seguir en las luchas, se asemejan a aquellas fotos de las bodas, donde las personas usan vestidos horribles y maquillajes que las deforman, en fiestas donde la novia siempre baila animadamente con el novio y todo el mundo repite los mismos pasos en las mismas canciones, y se llena la boca con el bufé decepcionante y recibe zapatillas hawaianas estilizadas como recuerdo. Todo esto, en absoluto, esconde los posibles rasgos de singularidad que podrían hacer del matrimonio una celebración, o de una disputa electoral una lucha, convirtiéndose en signo de un matrimonio feliz. Es la propia derrota, la sumisión a los regímenes represivos.
Así, basta con posar de hippie, de sin tierra, usar el tocado, basta con cortar el pelo de la manera correcta, hacer el maquillaje tal, vestir la ropa alternativa, basta con usar rojo ….pero, ahí, espera ahí, la lucha no es para cuestionar la representación política? ¿Formas representativas de gobierno que reprimen a las personas que no encajan, que no se dejan representar?
No digo que Marina Silva no se deje representar, sino que el rechazo automático a la imagen de ella habla de un resentimiento contra nosotros mismos. Y esa es la clave que nos mantiene presos en el laberinto: querer salir de él sin pasar por dentro de él.
Hay en nosotros un tanto de Marina del que nos avergonzamos. Que no logramos acoger, porque personas como ella no van lejos, todos sabemos. Personas como ella tienen un destino determinado. Que nos choca aún más cuando alguien como ella no asume, en medio de las luchas, una estética alternativa, cabellos afro, ropas desoladas, como hacía Marielle – a quien yo particularmente adoro, antes que me acusen de tejer juicios sobre la concejal. Pero buena parte de nosotros es connivente con la sentencia que dice que el destino de personas como Marina no es la Presidencia de la República.
Una observación final: es importante decir que no voy necesariamente a apoyar a Marina, pero me doy la libertad de investigar qué aperturas ofrecen los candidatos. Y me quedo perpleja al ver que basta citar el nombre Marina Silva para que personas que muchas veces no saben nada sobre su trayectoria, ni siquiera la acompañan mínimamente, vengan a reafirmar la sentencia de que no va a llegar a ningún lado.
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Traduccion para Uninomade.net: Santiago de Arcos-Halyburton
Fuente: uninomadasur.net
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