Por: Inti Cartuche Vacacela.
A contrapelo, la historia, como economía, como política, como mito, se ofrece como algo centrado en la crisis.
Es en la crisis que es algo actual porque la crisis es un resultado y no una preparación.
René Zavaleta
El Movimiento Pachakutik pasa una crisis coyuntural, que sin embargo, actualiza fracturas históricas de largo alcance. La crisis actual muestra, entre otras cosas, los límites –políticos, ideológicos– que entierran sus raíces en una especie de momento constitutivo de la sociedad en general, y del movimiento indígena en particular, que está llegando a su fin, o al menos transformándose profundamente.
Las crisis son momentos de conocimiento de lo que está constituida una sociedad. En forma similar, podríamos decir, la crisis muestra en crudo gran parte de la historia que constituye lo que es el Movimiento Pachakutik, y en eso anuncia los últimos destellos de una época histórica que cubrió la acción política del movimiento indígena en general. La época de la preeminencia de la visión culturalista sobre la problemática indígena, que sin embargo –recordando una frase de Gramsci– no termina de morir. Por eso el momento político coyuntural se vuelve brusco, pues se están removiendo estructuras mentales y de acción de larga trayectoria, que se niegan a irse.
A la par, las condiciones estructurales de la desigualdad económica política que pesan sobre la vida de la población indígena ha hecho que las explicaciones, los modos de pensamiento y acción política anclados en las perspectivas culturalistas y pragmáticas, no puedan ya dar respuestas adecuadas a la confrontación de clases cada vez más fuerte.
Podríamos decir, que la crisis actual implica el debilitamiento de la hegemonía de dichas ideologías frente a la emergencia de otras –que no nuevas, sino opacadas u subordinadas–. Sin embargo, el traspaso de la hegemonía de una contra otra, no se resuelve instantáneamente, sino en un proceso dificultoso. Implica la remoción de capas de pensamiento y lógicas de acción sedimentadas, que lejos de ser inertes, tienen vitalidad política. La crisis implica entonces el momento más fuerte de la lucha por el establecimiento de una nueva hegemonía, donde no hay definición posible.
Pero la crisis no se reduce a una lucha coyuntural. En tanto remoción de hegemonías, implica transformación de una época, un corte de la historia. Representa –tomando una idea de Zavaleta– la disolución de un momento constitutivo, suscitado mucho tiempo atrás. Por eso la crisis coyuntural es también una crisis histórica del movimiento indígena.
Por ello, un primer paso para intentar comprender lo actual es volver la mirada sobre la historia.
Un movimiento en medio del huracán neoliberal.
Pachakutik nació en un momento de profundización de la crisis política, específicamente de la capacidad de representación de los intereses de la sociedad por parte de los partidos políticos, específicamente de los intereses populares y del país. Los partidos políticos no lograban construir un proyecto nacional, la derecha no podía hegemonizar un proyecto político ni para sí mismo, mucho menos para el país en su conjunto. Esto fue visible en las constantes y agrias disputas entre diferentes fracciones de la burguesía política por controlar espacios del Estado para su propio beneficio.
Pero también la izquierda partidaria sufría la desorientación de lo que significó la caída del muro y la crisis mundial del proyecto socialista. Los partidos de izquierda no tenían resonancia electoral fuerte para consolidar un proyecto hegemónico desde el campo popular.
A inicios de los noventas la crisis del sistema de partidos empezaba a profundizarse junto y en el contexto de aplicación sostenida del neoliberalismo en el Ecuador. Crisis política y neoliberalismo fueron juntos.
El levantamiento del noventa significó una renovación política de las luchas populares a pesar de la crisis mundial del socialismo. Los movimientos indígenas a nivel continental adquirieron notoriedad. Los levantamientos ecuatorianos de los años ‘90 y ‘94, junto al levantamiento zapatista en ese mismo año, la marcha de Tierras Bajas en Bolivia, pusieron sobre la mesa la persistencia de la problemática indígena dentro de los Estados autoproclamados democráticos y neoliberales.
En medio de la crisis de la izquierda, sobre todo partidaria, el movimiento indígena se consolidó como vanguardia de la resistencia creciente al neoliberalismo. Aglutinó a su alrededor a un sinnúmero de organizaciones populares de izquierda que buscaban un refugio a la desbandada de la crisis del socialismo, o que simplemente buscaban un nuevo campo organizativo.
Después del levantamiento del ‘94, la Conaie entró en un proceso de creciente articulación con otros sectores populares, cuestión que se hizo visible en la movilización en torno a la consulta popular promovida por el gobierno neoliberal de Durán Ballén en 1995, que buscaba privatizar sectores estratégicos de la economía nacional. La potencia de la movilización popular logró derrotar la consulta y poner un freno al intento neoliberal. Y trajo consigo la discusión de las posibilidades de ir más allá de la resistencia social y pensar en la participación política directa del campo popular como opción de poder.
Discusiones en torno a la viabilidad y deseo de participación electoral dentro del movimiento indígena ya se habían producido antes, y en eso había triunfado la postura de lucha en las calles, frente a una opción institucional. Además de esto, y más importante aún, el levantamiento del ‘90 trajo consigo una transformación del horizonte político del movimiento, desde la reivindicación de la tierra hacia uno de disputa política global, es decir, la plurinacionalidad. Está última, convertida en objetivo estratégico, incluía también la transformación estatal, y con ello sus vías posibles. ¿Se podía transformar solo desde la lucha desde fuera, o era posible y necesario una lucha desde el interior del ámbito estatal? La salida fue adoptar una doble vía: lucha de resistencia al Estado y lucha desde el interior para transformarlo. La primera se concretó en la cadena de movilizaciones y levantamientos indígenas populares contra el neoliberalismo a lo largo de los noventas, y la segunda con la fundación de Pachakutik en 1995 y su devenir posterior en medio de la creciente crisis del sistema político, profundización del ajuste neoliberal, y la prolongada lucha del campo popular.
Pachakutik por tanto nació de las luchas indígenas populares en contra del y en el contexto del neoliberalismo. Lo hizo como un espacio de articulación política de diferentes organizaciones, con el objetivo de convertirse en una opción de poder, portando un naciente proyecto nacional popular llamado plurinacionalidad o Estado plurinacional. Pachakutik apuntaba a la transformación del Estado desde abajo y por dentro, junto con la lucha social en las calles. Intentaba ser un espacio de confluencia de la lucha social y una opción política en medio de la crisis del sistema político ecuatoriano.
Pero también nació en medio de una transformación ideológica que empezaba a echar raíces en el campo popular.
La atmósfera ideológica
A nivel ideológico, el contexto de nacimiento de Pachakutik se entiende yendo un poco más hacia adelante. La política neoliberal iniciada en América Latina a finales de los años setenta fue golpeando paulatinamente las bases sociales y sus respectivas sostenes ideológicos de izquierda. Los sindicatos de trabajadores, y toda la ideología obrera y el concepto socialista de trabajo fue golpeado en sus bases sociales por el neoliberalismo. Este no solamente destruyó política y organizativamente a la izquierda, sino que además operó una profunda transformación subjetiva de los trabajadores y su posición en el mundo, y por ende su perspectiva política. Los años ochenta vieron el declive paulatino de la lucha obrera y su validez ideológica política a manos del libre comercio y de los ajustes del mundo del trabajo. Cuestión que se coronó con la crisis final del socialismo realmente existente a nivel mundial.
Por otro lado, algunas vertientes de las luchas de liberación nacional de los años sesentas y setentas alrededor del mundo pusieron sobre el tapete de la discusión política y teórica el tema del colonialismo y el imperialismo. La cuestión colonial fue entendida en esas vertientes como un problema ligado a la expansión del capitalismo. Las luchas anticoloniales alrededor del mundo tocaron con especial énfasis el llamado “problema indígena” a lo largo de Latinoamérica, cuestión que ya se había discutido en la izquierda desde diferentes ópticas. Desde el marxismo latinoamericano se enfatizaba el carácter clasista del problema, ligado fundamentalmente a la tierra, como había planteado Mariategui. Sin embargo, el contexto de las luchas anticoloniales hicieron surgir desde diversos ámbitos el problema del colonialismo desde una óptica política social que se encadenaba a la visión de clase. Es decir, el “problema indígena” tenía que ver con el problema de la tierra y los territorios, articulados con la dominación política de las clases burguesas de los países, y sobre éstas, la dominación cultural.
El proceso siguiente de la mayoría de organizaciones campesinas en América Latina fue la de entrar en un debate sostenido sobre cómo entender la lucha indígena o campesina indígena. ¿Se luchaba como y para los indígenas? ¿o se luchaba cómo y para los campesinos? En términos teóricos la discusión fue si se asumía una postura clasista o solamente étnica. Cuestión que, al menos en el Ecuador de la década de los ochenta, se decantó por asumir una articulación clase-etnia, o si se quiere en palabras de la naciente Conaie, la lucha cultural entendida sobre la base de una lucha política económica. La lucha por la igualdad cultural se pensó articulada a la lucha por la superación de la explotación económica y la dominación política. Esta fue la raíz de la concepción indígena de la plurinacionalidad cómo proyecto político nacional popular en el Ecuador.
Por otro lado, en los países del primer mundo a finales de los años setenta se empieza a discutir el papel de las minorías nacionales dentro del campo del liberalismo, cuestión que en las siguientes décadas tomará cuerpo como reivindicación de las diferencias culturales a ser respetadas y asumidas por los Estados y las sociedades. El respeto por la diferencia y sus implicaciones estatales se condensaron en una visión teórica y de práctica institucional en los Estados como multiculturalismo. El punto central de esta ideología, que llegaría a ser dominante en los noventas, fue la aceptación y la promoción de la diversidad cultural. Pero el otro lado de la moneda era minimizar las desigualdades económicas y las disputas políticas que iban enlazadas, al menos en el pensamiento político indígena. El problema del indio, que entendido desde las teorías marxistas y de la izquierda, era más un problema de clase dentro del capitalismo colonialismo, se transformó en un problema de falta de reconocimiento de su valor cultural al interior de los Estados latinoamericanos.
El Ecuador no estuvo fuera de esa tempestad ideológica del reconocimiento de las diversidades culturales. Después del levantamiento de 1990, el problema se puso al día en el Estado y la sociedad. Se empezó a debatir la condición social de los indígenas, sus causas y consecuencias, y por su puesto sus soluciones. Cabe recordar que la demanda central que movilizó a las comunidades fue el tema de la tierra, como rezago de las limitadas reformas agrarias de las décadas pasadas y el alto costo de la vida consecuencia de la aplicación de la política neoliberal en el país.
El levantamiento de 1994 en torno a la Ley Agraria fue el punto de quiebre del carácter clasista de las luchas indígenas en el Ecuador. Fue importante porque en términos prácticos significó el fin de las luchas directas por la tierra. Esto no quiere decir que luego no hayan persistido, sin embargo, su importancia disminuyó, para dar paso a otro tipo de luchas más puntuales, centradas en el combate al neoliberalismo, y al mismo tiempo en la transformación del Estado multicultural en auge.
Desde el lado del poder, una de las respuestas más contundentes que los organismos internacionales dieron al problema indígena y la lucha por la tierra fue mover teórica y prácticamente el problema hacia el lado de la reivindicación de la cultura. En términos políticos, significó promover una separación de la lucha cultural de las dimensiones clasistas de la lucha indígena, desarticulando el horizonte político construido en los ochentas. El problema de la tierra no era ya una cuestión de desigualdad en la propiedad, sino un problema técnico de asignación de recursos económicos para mejorar la producción mediante proyectos productivos. A la par, la productividad requeriría mayor capital humano, como llamaban las grandes instituciones globales a la fuerza de trabajo, para lo cual se hizo importante nuevamente el tema educativo de la población indígena.
Adicional a eso el valor de la cultura y los saberes indígenas se pusieron de moda. De pronto, las culturas indígenas se volvieron valiosas, fuentes de saberes y prácticas con potencial transformativo de la sociedad. Pero esa (sobre)valoración, que vino de las instituciones globales como el Banco Mundial y los Estados, contenían una trampa mortal. Y no solamente eso, instituyeron toda una época histórica en el continente. Cambió la (auto)percepción que de sí mismas tenían los pueblos indígenas, de sus problemas, y de su horizonte político. El multiculturalismo, literalmente inventó e instituyó una forma de ser indígena: uno diferenciado radicalmente de otros grupos sociales explotados y dominados por el capital, un indígena sin clase social.
Incluso, se construyó el discurso de una supuesta descolonización en nombre de lo “ancestral”. Descolonización que simplemente oponía lo indígena a “occidente”, de tal forma que toda ideología, toda experiencia histórica, todo proyecto político que haya tenido factura “europea” quedaba negada por la imagen de un indígena escencializado, es decir nuevamente sin historia. La sobre valoración de las culturas indígenas, ocultó la explotación y la dominación capitalista. Por eso, leído desde el presente, la “descolonización” multicultural fue una nueva y más profunda colonización, de la que hoy apenas estamos despertando.
Una de las consecuencias ideológicas de la desarticulación de la dimensión clasista de la lucha indígena fue el desvanecimiento o el opacamiento de la postura política de izquierda, y en términos más amplios, de la desilusión de un futuro socialista. Es importante recalcar, pues se olvida con facilidad, que dentro del discurso indígena de fines de los setenta, el socialismo tenía un lugar importante, particular, acomodado a la problemática indígena.
Pero, el debilitamiento de la visión clasista de la realidad no fue solamente responsabilidad del movimiento indígena. La desilusión del proyecto socialista se produjo también por la crisis política de la izquierda en general. Las posturas teóricas y políticas de clase se redujeron al mínimo o se desvanecieron justo cuando las luchas indígenas estaban emergiendo a lo público. Esto significó que para los noventas no existió, en términos reales, una organización o partido político de izquierda al mismo nivel que la Conaie y capaz de sostener una postura clasista. El movimiento indígena, a pesar de enfrentarse al neoliberalismo en las calles, no tuvo un firme sostén ideológico político desde la izquierda, no porque se haya opuesto a ella, sino porque el contexto general no fue favorable. Tuvo que enfrentar el embate ideológico neoliberal sin un contrapeso ideológico o teórico fuerte.
Esto trajo consecuencias concretas: el avance de ideologías de derecha, camufladas en la reivindicación exagerada de la diferencia cultural al interior del movimiento, hasta el punto de negar la pertinencia de la dirección política entre izquierda o derecha, que hoy en día se cuelan en las coyunturas políticas y terminan por desorientar el accionar de algunos sectores del Pachakutik.
Éste lleva en su espalda el peso ideológico de la época histórica de su nacimiento, con el cual pudo lidiar por casi tres décadas. Pero parece ser que el campo de batalla de las clases en la actualidad le están obligando a transformarse y sobrevivir, o sucumbir a la historia.
Quito, mayo de 2023
Fuente:
https://revistanawpa.org/2023/05/23/sobre-pachakutik-y-su-crisis-parte-i-por-inti-cartuche-vacacela/
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