#Opinión / Es el capitalismo, Antonio

Ninguna especie animal o vegetal en la Tierra crece de manera indefinida. Todas, indistintamente, tienen un límite establecido por la genética y la biología. No existen en el planeta ballenas de cien metros, ni hormigas de cinco libras, ni seres humanos de cuatro metros de altura. En la primera etapa de su vida el cuy duplica el peso cada semana, pero al final se topa con un punto máximo.

¿Por qué la economía –ese invento de esa especie animal denominada humana– puede entonces crecer de manera infinita? ¿Acaso no tiene que ver con la subsistencia de todas esas especies vivas que pueblan el planeta? ¿Se trata únicamente de una actividad normada por las cifras y los balances?

El crecimiento desordenado e incontenible de células en un organismo vivo está considerado como una patología. En resumen, como un cáncer que atenta contra la supervivencia de afectado. ¿Por qué el capitalismo, ese proceso exactamente igual que se produce en la economía, no está considerado como una enfermedad, si al final de cuentas termina provocando el colapso del mundo?

En su última intervención en la reunión de la Organización de Naciones Unidas sobre cambio climático, el secretario general, Antonio Guterres, pronunció un dramático discurso a propósito de la crisis ambiental. Entre otras perlas, dijo que hemos abierto las puertas del infierno, lamentó la ausencia de las principales potencias contaminantes del planeta (Estados Unidos y China), afirmó que hemos pasado del calentamiento a la ebullición global, arremetió contra las grandes empresas que intentan bloquear cualquier estrategia para combatir esta amenaza y ratificó que los más perjudicados son los países pobres. En síntesis, presentó un panorama apocalíptico para las próximas décadas.

Sin embargo, entre todas sus admoniciones, presagios y advertencias, jamás tocó el asunto de fondo. Es decir, ese factor que está enfermando a la economía en todos los niveles. Nada dijo de un modelo industrial tecnológico que, desde hace 500 años, se fundamenta en el uso irracional y desproporcionado de energía y de recursos, con el único propósito de asegurar el crecimiento ilimitado del capital.

El tema es un tabú. Tanto, que hasta el mismo papa obvia mencionarlo en su encíclica Laudato Sí. El Sumo Pontífice afirma que detrás de la catástrofe climática están las actividades humanas, aunque no especifica cuáles. O, al menos, no señala a las principales. Porque nunca será lo mismo labrar con un arado que con un mega tractor, ni comer una vez al día, que comer cinco veces, ni movilizarse en bicicleta, que hacerlo en limusina. Y todas son actividades humanas por igual.

Detrás de estas aprensiones persiste ese viejo prurito, hábilmente sostenido por las élites reaccionarias a nivel mundial, de asociar la crítica al capitalismo con la adhesión al comunismo. Obviamente, ni Antonio ni Francisco están dispuestos a cometer ese error y exponerse al escarnio de los poderosos. No obstante, y dadas las circunstancias, ya no les queda más opción que coger al toro por los cuernos. La raíz del problema es el capitalismo.

 

Septiembre 21, 2023

Acerca de Juan Cuvi 180 Articles
Miembro de la Comisión Nacional Anticorrupción (CNA), Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo, Parte de la Red Ecudor Decide Mejor Sin TLC.

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