Fotos y Texto por Sergio A. Poveda
Para los perezosos: En Puerto Ayora, capital de la isla Santa Cruz, Josué y Eitan, dos niños gravemente heridos, esperaban un traslado hacia el continente. Sufrieron un accidente de tránsito el reciente miércoles 18 de octubre; su condición sobrepasaba la capacidad del Hospital República del Ecuador, pues este cubre ‘males menores’ en la isla. El destino del desplazamiento pasó por un debate en plena Avenida Baltra.
La madre desconsolada
“¿Por qué hay tanto bullicio?, ¿por qué llora esa mujer afuera del Hospital República del Ecuador?”, preguntan los turistas. La mañana de este jueves, 19 de octubre, una manifestación de más de cincuenta personas escolta a esa mujer, Gabriela Pachay (35). En plena Avenida Baltra, muy cerca del muelle de Puerto Ayora, “¡Ni una vida menos!”, gritan los galapagueños. A ratos la brisa salitrada aumenta, avivando las consignas de los manifestantes. Solicitan el traslado de dos niños hacia Guayaquil. Josué (10) y Eitan (2), de quedarse en este centro de salud, podrían morir.
Impacto en El Aguacatal
La gente cuenta, aunque solo las víctimas lo saben mejor, que, a la altura del barrio El Aguacatal, parte alta de la isla Santa Cruz, tres hermanos viajaban en motocicleta, la mayor iba al volante.
Era miércoles 18 de octubre. Sin miedo a nada ni nadie, solo la hermana mayor llevaba un casco blanco; a su espalda, Josué y Eitan apretaban contra su pecho los dulces que acaban de comprar. Daban las 5:30 pm y la luz cremosa anunciaba la noche. Mientras la motocicleta agarró velocidad, desde los confines de la carretera se les vino encima un camión de Servipronto. Los dos hermanos y los pedazos del chasis quedaron, como piezas de rompecabezas, tumbados sobre el asfalto. Por una llamada telefónica, Gabriela Pachay, la madre, se enteró del accidente y voló a verlos.
Según los moradores, el silenció reinó en la calle. Un círculo de gasolina brotó de la moto. Intentaron calmar a los niños, a quienes la sangre les cubría la mitad de la cara. “Josué tiene un hueco en la cabeza, convulsionó”, dice la madre con los ojos vidriosos. Y, agrega, “Neitan tiene fractura al borde del ojo izquierdo”. Ella sintió una mezcla de horror y de miedo pues “prepárese para lo peor” le advirtió el médico anoche.
Dos vidas en debate
Josué fue sedado, aparentemente “amaneció estable”, le informaron a Gabriela. Sin embargo, el orificio craneal le causó hinchazón, y se desprende líquido de su abdomen.
Pero si bien el grave estado de los hermanos ya era desalentador, el débil equipamiento del hospital le quitó la esperanza al matrimonio Pachay Campoverde. Los manifestantes ponen de lado lo angelical de las islas, para exigir una reforma en la salud. De hecho, el Hospital República del Ecuador apenas puede lidiar ‘con males menores’, pues “no tienen cuidados intensivos, ni especialistas, menos equipos modernos”, protestan los residentes.
Así, levantaron la voz para que las autoridades intervengan en el traslado de los niños a una clínica de Guayaquil.
Además de los familiares más próximos que acudieron al hospital, numerosos galapagueños también estaban presentes apoyando a la familia Campoverde Pachay. Alrededor del mediodía, la alcaldesa Fanny Uribe se unió a la marcha para exigir el traslado de Josué y Eitan al continente. La noticia esperada llegó, al cabo de 10 minutos.
“Con el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas estamos gestionando el traslado de los pequeños al continente en una avioneta”, aseguró el general Ricaurte, observador internacional de la ONU, por medio del altavoz.
La. Avda. Baltra, arteria del movimiento vehicular, increíblemente, fue el escenario de un breve debate. Se armó una especie de asamblea entre el médico, la alcaldesa y los manifestantes sobre el destino de la nave en que irían los dos pequeños hermanos. “Que lo lleven a Baltra”, fue la consigna que se repetía a gritos. Dicho esto, la gente veía con poca ilusión al posible viaje de los niños hacia la isla más cercana. “Esto ya ha pasado. Ya pasó muchas veces. Los heridos de gravedad van para San Cristóbal. Pero ahí los médicos tienen poco que hacer. Uuuuh, llegan en las últimas”, enfatizó D.P. (quien prefirió mantenerse anónima).
Música de las hélices
Los vecinos abrazan a Gabriela, lo cual le devuelve un poco de paz, deja de sollozar, pero aprieta los puños con desesperación. Se apoya en las verjas del hospital, y por esos fierros resbala una lágrima. De repente le llaman para que visite a sus dos hijos. ¿Qué sensaciones invaden a esa madre de capucha roja?
De espera en espera, pasan treinta minutos. En el helipuerto de Santa Cruz, levantan la vista los manifestantes, despeinados, tiemblan los árboles, y desciende el helicóptero como un ave monstruosa; más arriba triángulos de fragatas planean sobre esta escena, aún sin final.
Llegada la hora de partir, a Gabriela no le permiten acompañar a sus dos hijos pequeños en la nave, rumbo a Baltra. Luego, en un avión militar, volarán a Guayaquil. Gabriela alza la cabeza, implora que en Guayaquil haya manos sanadoras, envuelta por la extraña música de las hélices que se llevan a los infantes de este inesperado “apocalipsis”.
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