#Opinión / La montaña rusa de la política

Gobernar el Ecuador no es difícil; es suicida. Si no lo creen, vean la ruina ética, política, judicial o hasta personal en la que han quedado la mayor parte de los mandatarios que han pasado por Carondelet desde el retorno a la democracia. Lo único que escapa al descalabro general es su condición económica, probablemente gracias a la pensión vitalicia que les agina el Estado.

Los sistemas políticos actuales están diseñados para que no se pueda administrar la cosa pública sin echar mano de dos recursos perversos: la corrupción y el exceso de la fuerza. Solo así se puede mover y lubricar la maquinaria estatal. Solo así los gobernantes, ya sean locales o nacionales, pueden sostenerse en sus cargos

Uno de los mayores absurdos de los últimos años ha sido tener que asistir a las urnas en medio de un estado de excepción. Como si el acto de votar fuera un atentado a la seguridad interna del Estado. Ni siquiera el sistema liberal en el que nos desplazamos desde hace dos siglos puede abstraerse de esta flagrante paradoja: una manifestación fundamental de civismo tiene que estar tutelada por las armas. La democracia sitiada.

En esas condiciones, la consulta popular del 21 de abril se vuelve, además de inútil, impostada. Intenta ocupar infructuosamente el vacío que deja una democracia raquítica y en repliegue. En la práctica, la consulta solo busca reforzar los mecanismos demagógicos e impositivos del poder, de manera particular en un país cada vez más ingobernable. De angas o de mangas, el presidente Noboa terminará desprestigiado como sus más cercanos antecesores, ya sea por ineptitud, impotencia o autoritarismo. No hacer cosas, hacerlas a medias o hacerlas a la fuerza no genera reconocimiento ni aprobación sociales.

La desaparición de los partidos políticos y la difuminación de las ideologías han contribuido decisivamente a este fenómeno. Al no existir proyectos políticos sólidos ni estratégicos que apunten a cambiar el país, o al menos a resolver sus problemas más acuciantes, el mesianismo coloniza el territorio de la política. Figuras improvisadas, impreparadas y altamente volátiles ganan las elecciones presidenciales con relativa facilidad. Y luego se desfiguran con la misma velocidad con la que ascendieron a la cumbre. Como en una montaña rusa.

El caso más patético debe ser el del actual primer mandatario. La imposibilidad de resolver la amenaza de la inseguridad y del crimen organizado, así como el colapso del sistema eléctrico nacional, son los boquetes por donde se está colando a pasos agigantados el enorme embalse de su popularidad. Después, solo quedará un fondo lúgubre y cenagoso. Como en la presa de Mazar.

Abril 20, 2024

Acerca de Juan Cuvi 180 Articles
Miembro de la Comisión Nacional Anticorrupción (CNA), Master en Desarrollo Local. Director de la Fundación Donum, Cuenca. Exdirigente de Alfaro Vive Carajo, Parte de la Red Ecudor Decide Mejor Sin TLC.

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