La fuerza popular del Presidente Noboa es la burocracia, no los militantes de carne y hueso de su precoz organización electoral. Solo así se explica que un gobierno como el actual, con una profunda crisis de identidad y sin ningún tipo de base social, se haya visto obligado a movilizar en buses a miles de servidores públicos, provenientes de distintas provincias del país, para que aplanen las calles de la capital -con cartón en mano e indumentaria de campaña- en señal de apoyo al mandatario en su Informe a la Nación del pasado 24 de mayo. Pero este culto, prefabricado para ensalzar el ego de personalidades con serias patologías psiquiátricas y enfermedad de poder, se sostiene en la apariencia discursiva de un pueblo que vive como construcción política, tanto en la ficción de su creador como en las élites que disputan su progenitura, un déjà vu estilizado y solo compatible con el correísmo en su época de apogeo en Carondelet. De tal suerte que, el pueblo de Daniel Noboa es el mismo pueblo borreguil y sanduchero que -por miedo a la coerción- apoyó desde la institucionalidad del Estado a Rafael Correa, por ende, no sería ilógico pensar que varios servidores públicos se conviertan -por instinto de supervivencia- al “noboísmo”, que no es otra cosa que la puesta en escena de un rejuvenecido y autoritario proyecto político de corte populista oligárquico.
Consecuentemente, la génesis del gobierno de Noboa guarda varias similitudes con los orígenes del correísmo, entre ellas: esta entelequia a la que muchos denominan disruptividad, su condición de outsider, la confrontación con el pasado en la búsqueda de una identidad que no suene ni se vea espuria ante los demás (el anticorreísmo unidimensional), el sentido de autoridad irracional cimentada en el poder -pero también en el temor que infunde a sus adversarios que bien se puede interpretar como amor a la destructividad-, y en la legitimación de un pueblo incapaz de representarse a sí mismo y de autodeterminarse por fuera de la voluntad del gobernante y su delirio de grandeza, tan notorio en conductas vanidosas, narcisistas y megalómanas.
En sí, la fuerza popular a la que alude un ex asambleísta cesado -hoy alto funcionario de gobierno- es la de un pueblo que, en la toma del espacio público, rumea y deglute los deliberados distractores comunicacionales de un régimen solvente en enunciados cortos plagados de conocimiento superficial y vaciedad, quizás los zapatos de tosca plataforma son el mejor ejemplo de ello. Consciente o no de esta realidad, el Presidente Noboa debe pensar más como gobernante y menos como candidato, o -peor aún- como influencer, pues el Ecuador no es el símil de una red social a la que se puede manipular con información imprecisa y contenidos banales, erróneamente asociados al gusto de los jóvenes, hoy estereotipados como simples consumidores acríticos de videos similares a spots de campaña que se difunden en Tik Tok e Instagram.
De una manera u otra, el Informe a la Nación del pasado viernes 24 de mayo, con toda su parafernalia, dio inicio formal de la campaña electoral del gobierno candidato, que buscará su reelección en febrero de 2025 con Daniel Noboa Azín como su principal y única carta política para mantenerse al frente de Carondelet.
- * Magíster en Estudios Latinoamericanos, mención Política y Cultura. Licenciado en Comunicación Social. Analista político, experto electoral. ↑
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