La imagen de la lagartija cruzando un remanso por encima del agua es la mejor metáfora de la posmodernidad. La posibilidad de éxito radica en el vértigo y la velocidad del animal. La lagartija no puede detenerse ni un segundo so pena de hundirse. Un error o una distracción pueden ser fatales.
Desde que las redes sociales colonizaron el mundo de la política, los candidatos se han transformado en la lagartija de la metáfora. Cualquier iniciativa que induzca a los electores a la reflexión o al análisis está condenada al fracaso. Los contenidos han cedido el terreno a la fugacidad de las imágenes y los mensajes. Hay que desplazarse a toda prisa sobre las complicadas aguas de los problemas de fondo para evitar el naufragio electoral.
El fenómeno es universal. Acaba de ocurrir en los Estados Unidos. Luego del atentado en contra de Donald Trump todo parecía estar consumado. La derrota de Biden lucían irreversible. No obstante, bastó una rápida jugada de recambio en la candidatura demócrata, y un corto período de novedad y especulación, para que el escenario cambiara por completo. Hoy, algunas encuestas le dan una escasa ventaja a Kamala Harris.
Pero las encuestas electorales tampoco escapan a la relativización que impone la posmodernidad. Los errores, inclusive en sociedades aparentemente estructuradas como las del mundo industrializado, han sido frecuentes desde hace al menos una década. Al parecer, el consumo de opciones electorales también está influenciado por la volatilidad posmoderna. A lo mucho, las encuestas lograr reflejar las inclinaciones de instante (ni siquiera del momento), pero con mínimas posibilidades de asegurar una proyección. En 2023 Daniel Noboa triunfó contra todo pronóstico y contra toda lógica electora.
En estas circunstancias, las posibilidades de éxito de un candidato dependen de dos condiciones: en primer lugar, que las encuestas provean información real; en segundo lugar, y siempre y cuando los sondeos estén acertados, que el candidato logre mantener en el tiempo una tendencia favorable. Nada sencillo en una situación de total inestabilidad.
En el Ecuador, la información electoral para la primera vuelta seguirá sometida a una fuerte incertidumbre. Nadie está asegurado. Un desliz, una metida de pata o una declaración inapropiada pueden derrumbar en cuestión de horas una tendencia electoral. Únicamente la segunda vuelta permite hacer predicciones más precisas, por el simple hecho de que se resuelve entre dos opciones. Como los plebiscitos.
Las sorpresas estarán a la orden del día. En las elecciones presidenciales de 2021 Xavier Hervas obtuvo resultados absolutamente impredecibles gracias a TikTok. En dos años Yaku Pérez redujo su votación a la sexta parte. Y los socialcristianos se derrumbaron como castillo de naipes en Guayaquil.
Por eso, si Daniel Noboa pretende llegar en buenas condiciones a las elecciones de 2025 tendrá que correr como lagartija sobre las aguas de la crisis nacional. Y no mirar al fondo. Pero los problemas son tan graves que podrían tragarlo como remolinos.
Agosto 6, 2024
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