En un excelente análisis aparecido en el último número de la revista Nueva Sociedad, José Natanson califica al régimen de Maduro como autoritarismo caótico, una definición que intenta poner una mínima racionalidad a una situación difícilmente describible desde la teoría política. Venezuela es una combinación de voluntad autoritaria, Estado frágil, delincuencia económica y zonas liberadas a la violencia ciudadana. Toda una distopía hollywoodense.
El caos, según Natanson, implica la posibilidad de mantener la estabilidad política de un sistema que no es ni democrático ni dictatorial, sino todo lo contrario. Así de dramático e irracional.
Si pasamos una breve revista a los más recientes acontecimientos ocurridos en el Ecuador, es factible concluir que el caos también se está instalando como condición para el funcionamiento de la política nacional. La podredumbre en la función judicial no puede ser más descarada; el expresidente Correa y la cabeza legislativa de su partido señalados como parte de un entramado mafioso en la administración de justicia; Daniel Noboa y Verónica Aban lanzándose acusaciones del mismo calibre, pero sin la más mínima prueba ni viabilidad; cargamentos de droga que a diario son capturados en territorio nacional o en puertos extranjeros; miles de compatriotas migrando a causa de la pobreza o la inseguridad; incapacidad crónica del Estado para asegurar algo tan básico como la provisión de electricidad; escándalos de corrupción que, de tanto repetirse, terminan normalizándose; desconfianza generalizada de la población en las instituciones estatales
Siguiendo el razonamiento de Natanson, el escenario está dispuesto para la irrupción de una propuesta de corte autoritario. Ante la inviabilidad de la democracia y la desesperación cotidiana, los pueblos tienden a dejarse seducir por las medidas extremas, incluso a riesgo de quedar en peores condiciones que antes. Supuestamente, la mano dura tendría la virtud de terminar con tantas anomalías políticas y económicas. La pérdida de libertades supondría una mejora en la seguridad y la economía familiar, una ecuación que, como está demostrado hasta la saciedad, no tiene ningún fundamento.
Pero a pesar del riesgo implícito en este imaginario colectivo, los referentes más autoritarios de nuestra política están proliferando en la próxima contienda electoral, una cancha donde compiten los pesos pesados de esta tenencia: correístas y socialcristianos. Carlos Rabascall y José Serrano no pueden disimular la matriz autoritaria de la que provienen, y de la cual fueron protagonistas incondicionales; Cristina Reyes, Jan Topic, Henry Kronfle y Henry Cucalón tienen una esencia socialcristiana también imborrable. Todos le han apostado a las concepciones más recalcitrantes en temas de seguridad, libertades sexuales, derechos plurinacionales o modelo extractivista.
El caos puede abrirle las puertas a algo peor que lo que ocurre en Venezuela.
Agosto 16, 2024
Be the first to comment