
Eurofest: el agujero luminoso que nos volvió vecinos otra vez
Texto y Fotos por Sergio A. Poveda
Para los perezosos: el barrio Juan Montalvo, pequeño y cosmopolita, se reintegró gracias al EuroFest, promovido por una alianza de institutos europeos. Mayo es el ‘mes de Europa’, el EuroFest no fue solo una fiesta. Fue el reverso del peligro. Fue comunidad.
- El barrio que perdió su luz
Se llama barrio Juan Montalvo, aunque muchos lo conocen por ser el lugar donde se hacía ‘El Poloniazo’: célebre masa de gente que vibraba entre quioscos, pleitos espontáneos y chasquidos de reguetón cada Fiesta de Quito. Hace años, el evento se canceló. Desde entonces, la quietud gomosa del barrio instauró su régimen indefinido…
Este despojo de atractivos ha sido una constante en este rincón del norte quiteño. Antes, por ejemplo, los fines de semana, sobre el silencio sepulcral de las calles, flotaba el aroma de chocolate proveniente de la callecita Toribio Montes —‘cuartel’ de la chocolatera BIOS—, cruzaba la 10 de Agosto hasta la Eloy Alfaro y Amazonas. Ese espectro dulzón se esfumó cuando BIOS hizo sus maletas y se fue, en la víspera de la pandemia.
Según Stephen King, todo es eventual. Ese principio tomó forma, pues este 2025 las calles del barrio volvieron a animarse. El EuroFest del pasado 10 de mayo se erigió con todo su torrente cultural sobre la calle Vancouver. Desde temprano hasta las 7 p. m., carpas, flamenco, exposiciones fotográficas, bailes húngaros y ritmos europeos tejieron un paisaje sonoro único —y necesario— para este espacio. Había sonrisas infantiles, diálogos y miradas, el renacer del barrio sobre el asfalto.
- Habitar otra dimensión
En este mundo ultra-globalizado parece abrirse un hueco entre las personas. ¿Será esta la causa potencial del fin de la humanidad? Por su parte, el EuroFest, como lo hiciera un agujero negro, atrapó a la vecindad. Este festival tragó el tedio del barrio y, por unas horas, nos dejó habitar en otra dimensión. Se achicaron las distancias —generacionales, económicas, étnicas— y el asfalto se vistió de ecuatorianos, europeos y asiáticos. Llegaron curiosos, se fueron con algo: un sonido o cóctel, la pizza caliente o una selfie. Con esos pedazos de experiencia, algo en ellos cambia, dejan una versión de sí mismos para empezar otra.
“Nunca habíamos tenido tanta gente entre libros y platos europeos”, comentó entre risas Juan Manuel Granja, coordinador cultural de Casa Humboldt. Por lo general, este encuentro era exclusivo de ese instituto. Esta vez “rompió los esquemas, ocupó la Vancouver”. También formó un tianguis: venta de libros, sorteo de becas de estudio en Europa, información sobre visados, degustaciones de quesos y vinos, etcétera.
Estos ‘rituales de encuentro’ fueron promovidos por una sólida alianza: Casa Humboldt, Casa Italia, Centro Español, Alianza Francesa, Unión Europea y la Fundación de Pueblos de América. Así conmemoran el ‘mes de Europa’.
- Un tour hacia lo esencial
El EuroFest fue el reverso del peligro —latente en las noches del barrio Juan Montalvo, según los moradores. Porque la cultura nos reconcilia con el mundo, y la vida se eleva, plop, como espuma de cerveza, con estos intercambios. Nos acercan a lo esencial: conocer lo diferente y entenderlo.
—Mis hijos chiquitos —comenta Ingrid Salvador— se contagiaron del baile húngaro, se olvidaron del celular y conocieron a los vecinos, ¡al fin!
Al levantar la vista, más allá de la tarima, el edificio del MAGAP parece un trompo de cristal, girando, sacudiéndome la conciencia. Pienso en la brevedad de la vida: está justo debajo de mis pies y en el momento en que bostezo… Y no creo ser el único al que le ronda esa sensación:
—Oye, Pancho, está oscuro, ¡ya vámonos! —dice la esposa.
— Cierto, pero ganas de quedarme no me faltan.
La pareja gesticula, se detiene al pie de la Casa Italia, voltea a ver y luego una puerta los traga. Hasta un nuevo EuroFest, quizá. ¿Y si la vida fuera esto más seguido?»
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Eurofest: el agujero luminoso que nos volvió vecinos otra vez
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