Coalición a la italiana: transformismo o cambio

Qué podemos esperar del Gobierno Conte ‘bis’

Por STEVEN FORTI

Se son rose fioriranno, se son spine pungeranno. Literalmente: si son rosas florecerán, si son espinas pincharán. Así, recurriendo a un refrán italiano, podríamos hablar del futuro del nuevo Gobierno de coalición entre el Movimiento Cinco Estrellas (M5E) y el Partido Democrático (PD). Un ejecutivo desalvinizado, alumbrado tras una extraña crisis veraniega abierta por el mismo líder de la Liga, que quiso poner fin al Gobierno con el M5E e ir a nuevas elecciones, en las que estaba convencido, sondeos en mano, de que arrasaría. El giro ha sido inesperado y de 180 grados. ¿El peligro Salvini, pues, ha pasado a la historia? Calma. ¿Se abre una nueva etapa? Bueno. Esperanzas, las justas.

Se son rose fioriranno es también el título de un disco del cantautor y rockero Edoardo Bennato. El álbum se publicó en 1994, el año en que Silvio Berlusconi entró en política y se convirtió por primera vez en presidente del Consejo tras la hecatombe de Tangentópolis, el escándalo de corrupción que arrasó el sistema de partidos de la Primera República. Bennato, juglar napolitano de simpatías izquierdistas, incluía en el álbum una canción que ponía el dedo en una de las llagas italianas: el transformismo. En In nome del popolo italiano cantaba: “La tormenta ha pasado / cada cosa está en su sitio / celebramos el verano / y el mar de agosto / todos juntos y unidos / desde Pontida hasta Arzano / todos juntos y felices / en nombre del pueblo italiano”. Excepto por la referencia a Pontida, lugar simbólico de la Liga de Bossi, y ahora de Salvini, que estos días tiene poco que celebrar, ¿un cuarto de siglo después, pues, estamos en las mismas?

¿Una operación de transformismo y conveniencia?

Efectivamente, hay quien dice que el nuevo Gobierno presidido por Giuseppe Conte –el mismo presidente de los últimos 15 meses– nace por conveniencia. No les falta razón. Le conviene al expremier Matteo Renzi, el primero que se abrió a una coalición con los grillini, tras un lustro de insultos, para seguir controlando el grupo parlamentario del PD –en unas nuevas elecciones el secretario del partido, Nicola Zingaretti, habría hecho las listas a su antojo– y volver a jugar un papel protagonista en la política transalpina. Y le conviene al M5E que, según todos los sondeos, jamás volverá a tener el 32,7% y más de 200 diputados: en las elecciones europeas cayó hasta el 17%, perdiendo la mitad de los votos. ¿Por qué tras las elecciones de marzo de 2018, Renzi, por aquel entonces líder y candidato del PD, rechazó forjar un acuerdo con los grillini, haciendo que el Movimiento acabase en los brazos de la Liga? Es cierto que, en poco más de un año de gobierno, Salvini dobló sus votos –llegando al 34% en las europeas– y, preso de sus delirios de omnipotencia, llegó a pedir “plenos poderes”, una expresión de claro sabor fascista. El peligro de un giro iliberal existía en caso de nuevas elecciones y una victoria abrumadora de la Liga, pero cabe preguntarse por qué no se vio este riesgo ya en la primavera de 2018, cuando todas las cartas estaban sobre la mesa.

Y aquí entra otro factor: el internacional. Más allá de los excelentes resultados de la Liga en Italia, la extrema derecha ha perdido las elecciones europeas. Sí, ha avanzado, pero no ha obtenido un tercio de los eurodiputados –lo que le permitía bloquear en la práctica el Europarlamento– ni ha conseguido convencer a los populares de que pactasen con ellos. Al contrario, la nueva presidenta de la Comisión, la alemana Ursula von der Leyen, ha decidido crear un cordón sanitario para aislar a las extremas derechas europeas. Algunos, como el húngaro Víktor Orbán o el polaco Jarosław Kaczyński, entendieron rápidamente la nueva situación y votaron a favor de von der Leyen en julio para no quedar en cuarentena. Otros, como Salvini, no lo entendieron y votaron en contra. El Movimiento 5 Estrellas, en cambio, vio que hacía falta re-situarse y votó a favor, a pesar de su aislamiento –formó un grupo parlamentario con el UKIP de Nigel Farage en la última legislatura– y de sus patinazos –el encuentro de su líder político Luigi Di Maio, en aquel entonces vicepresidente del Gobierno italiano, con el sector más radical de los chalecos amarillos provocó una crisis diplomática entre Roma y París.

A todo esto cabe añadir el diletantismo diplomático de Salvini, que entre declaraciones altisonantes de antieuropeísmo y loas a Vladimir Putin –con intentos de financiación rusa para su partido que, condenado por estafa, le debe 49 millones de euros al Estado italiano–, ha llegado a enemistarse con el que era, teóricamente, su mayor valedor, Donald Trump. La política cambia muy deprisa en estos tiempos gaseosos y quien no se da cuenta, acaba arrasado. Al menos a corto plazo.

¿Nuevo humanismo?

¿El gobierno Conte bis, como se le llama en Italia, es solo una operación de transformismo y conveniencia? Posiblemente no. Dependerá de lo que haga en los próximos meses. Sin duda, suenan a palabras mayores las del presidente del Consejo, que ha acuñado la fórmula de “nuevo humanismo” para hablar de su Ejecutivo. Aunque las cosas salgan bien, volamos, de todos modos, más bajo.

El inicio ha sido complicado –fraguar en un par de semanas una alianza entre dos partidos que se insultaban a diario no es un asunto fácil– y las divergencias no han desaparecido, aunque ha habido acercamientos entre PD y M5E. Sin embargo, el nuevo Ejecutivo ha superado la primera prueba –en el Parlamento casi no ha habido defecciones, lo que le ha permitido superar el voto de confianza en las dos Cámaras–, y ha podido presentar un programa progresista, lleno de buenos propósitos, que, sin embargo, no aclara cómo se llevará a cabo. La intervención de Conte, convertido en menos de un mes de títere en manos de Salvini y Di Maio a estadista alabado internacionalmente, se basa en 29 puntos con un claro sabor progresista: green new deal, reducción de la presión fiscal para los trabajadores, web tax para las multinacionales, atención para el sur del país, un salario mínimo que respete los contratos colectivos de trabajo, mayor financiación para la sanidad y la escuela, además de la revisión de los decretos de seguridad de Salvini. Falta entender cómo se aplicarán todas estas medidas y de dónde saldrá el dinero en un país con una economía estancada desde hace años y con una deuda superior al 133% del PIB.

De hecho, el primer escollo es el de los presupuestos que deben presentarse a mediados de octubre a la Comisión Europea y en el Parlamento italiano. La voluntad es que sean expansivos, pero los márgenes entre los que deberá moverse el nuevo ministro de Economía, el exeurodiputado del PD Roberto Gualtieri, son muy estrechos teniendo en cuenta además que, para evitar el aumento del IVA (hasta el 25%), el gobierno debería encontrar entre 32.000 y 35.000 millones de euros. En Italia se especula mucho sobre el rol que puede jugar Paolo Gentiloni, expremier entre 2016 y 2018 y presidente del PD, recién nombrado comisario europeo de Economía. Desde Bruselas, Gentiloni podría echar una mano al nuevo Gobierno de Roma, que ha declarado sin ambages su europeísmo y atlantismo. El nombramiento de Gentiloni en una cartera de peso de la Comisión ha sido, sin duda alguna, una “victoria” del nuevo Gobierno tras el aislamiento de la época salviniana, pero von der Leyen, pese a que se ha declarado disponible para revisar el pacto de estabilidad, ha remarcado también que las reglas deben respetarse y por esto ha nombrado vicepresidente responsable del área económica al letón Valdis Dombrovskis, un halcón de las políticas de austeridad. En síntesis, las cosas son complejas y nadie regalará nada.

Además, hay varias asuntos conflictivos entre PD y M5E: desde la construcción de la línea de Tren de Alta Velocidad Turín-Lyon, la revisión de la gestión de las autopistas a Atlantia, el rescate de Alitalia o las mayores competencias regionales solicitadas por Véneto, Lombardía y Emilia-Romaña. Sin contar algunas de las medidas aplicadas por el anterior ejecutivo y que el PD quiere anular o al menos revisar, empezando por la reforma de las pensiones y, sobre todo, el cierre de los puertos y la política migratoria. El tema es extremadamente delicado porque, aunque las llegadas han bajado notablemente –entre enero y agosto de 2019 según la UNHCR han llegado a Italia solo 5.137 migrantes–, Salvini construirá un relato mediáticamente eficaz al respecto, como ya hizo antes de llegar al gobierno. Por eso Conte ha nombrado a Luciana Lamorgese, que fue prefetto (delegada del gobierno) en Milán en los últimos años, como nueva ministra de Interior, el único perfil técnico dentro de un ejecutivo claramente político, formado por diez ministros del M5E, nueve del PD y uno de la coalición de izquierdas Libres e Iguales (LeU). El intento de Conte se dirige a rebajar la tensión, también a nivel mediático, y empujar a una revisión del Tratado de Dublín a nivel comunitario. No será fácil.

¿Cuánto durará el gobierno Conte bis?

La pregunta que muchos se hacen es cuánto durará el nuevo Ejecutivo. Italia, ya se sabe, no tiene una larga tradición de estabilidad gubernamental: desde el fin de la Segunda Guerra Mundial ha habido la friolera de 67 gobiernos. Que el Conte bis llegue al final de la legislatura, previsto para principios de 2023, puede parecer una quimera. De todos modos, hay un incentivo: la elección del presidente de la República en enero de 2022. Ir a nuevas elecciones antes significaría, posiblemente, una mayoría absoluta de la Liga, junto a Hermanos de Italia, que podría así elegir al jefe de Estado. Volveríamos a la amenaza de “plenos poderes” de Salvini de principios de agosto. Y justamente en esto parece que están trabajando el M5E y el PD: por un lado, el objetivo declarado es llegar, al menos, hasta mediados de 2021, cuando empezaría el llamado “semestre blanco”, un periodo de seis meses previo a la elección del presidente de la República en el que no se puede disolver el Parlamento. Por otro, se está empezando a hablar de una posible reforma constitucional –a partir de la voluntad de los grillini de llevar a cabo una reducción del número de diputados y senadores–, que incluiría también una nueva ley electoral de tipo proporcional. Eso cerraría la etapa del actual sistema pseudo-mayoritario y, por tanto, se esfumaría la posibilidad  de que Salvini consiguiera una mayoría absoluta. Todo está en el aire, pero este escenario preocupa mucho al líder liguista.

De fondo, sin embargo, hay otra cuestión: la transformación del sistema italiano de partidos. La apuesta de principios del milenio por un sistema mayoritario –centro-derecha versus centro-izquierda– ha naufragado estrepitosamente: el actual tripolarismo imperfecto, entre una derecha hegemonizada por Salvini, el PD y el M5E, parece más bien una fase de transición. En primer lugar, una parte de lo que queda del berlusconismo se encuentra incómoda con el soberanismo ultra de Salvini. De hecho, el gobernador de Liguria, Giovanni Toti, ha roto con il Cavaliere y ha creado su partido, Cambiemos!, acercándose a Salvini y Giorgia Meloni, la líder del posfascista Hermanos de Italia. En segundo lugar, Renzi amenaza cada dos por tres con la creación de un nuevo partido macronista: la idea sería montar una formación de centro que pudiera atraer a parte de los huérfanos de Berlusconi.

En tercer lugar, el M5E es un objeto muy heterogéneo que podría implosionar o, como mínimo, perder piezas más pronto que tarde: de momento no está claro quién manda en el constructo sui generis de Grillo y Casaleggio, que en unas semanas cumplirá diez años de vida. Las bases, más allá de la votación en la plataforma Rousseau sobre el nuevo gobierno en la que han participado casi 80.000 activistas, parecen bastante desmovilizadas. Los grupos parlamentarios, hasta ahora invisibilizados por una férrea disciplina interna que comportó las continuas expulsiones de los disidentes, están buscando más protagonismo. El “jefe político”, Luigi Di Maio, ha salido derrotado de la crisis de agosto; Grillo, aunque formalmente sin cargos en el Movimiento, ha vuelto a primera línea, apostando claramente por el acuerdo con el PD, mientras que Davide Casaleggio, hijo del fundador Roberto y propietario de la empresa que controla el M5E, se ha quedado en un segundo plano, favorable  más bien a seguir junto a la Liga, como otros dirigentes de primera hora, como Alessandro Di Battista.

A medio-largo plazo, pues, no se puede descartar una reestructuración del sistema de partidos sobre la que una nueva ley electoral influiría notablemente.

¿Existe un proyecto de país?

Pero sobre la estabilidad del Ejecutivo, y conectado con todo lo mencionado, pesan otros dos factores. Por un lado, la serie de elecciones regionales que se celebran en los próximos meses, a partir de las importantes plazas fuertes del PD de Umbría, Emilia-Romaña y Toscana. Una victoria de Salvini debilitaría claramente al gobierno. Por eso, nadie descarta a día de hoy una alianza o un pacto de “resistencia” entre PD y M5E para evitar una victoria de la derecha. Un escenario que podría abrir una reconfiguración general de todo el sistema de partidos, creando un polo progresista entre demócratas y grillini.

Por otro lado, habrá que ver cómo se mueve Conte, que ha pasado de ser un desconocido “abogado” nombrado para supervisar el contrato entre el M5E y la Liga a presidente del Consejo con una amplia libertad de movimiento. Apoyado a nivel internacional y nacional –el presidente de la República, Sergio Mattarella, ha apostado claramente por él para salir de la crisis–, Conte ha conseguido mantenerse a flote –Zingaretti lo había vetado en un principio– y se ha independizado de Di Maio, aparcado en el ministerio de Exteriores. Además, respecto a los últimos quince meses, Conte ha conseguido también que en el nuevo Ejecutivo no haya vicepresidentes que le puedan hacer sombra. ¿Se trata de un liderazgo sólido y con futuro? Está por ver. Los líderes se construyen y se deconstruyen en un plis-plas. También los supuestos estadistas.

Las incógnitas no acaban aquí. Por ejemplo, ¿se “constitucionalizará” el M5E? Las últimas decisiones parecen marcar este camino: de una formación antisistema y de difícil catalogación desde el punto de vista ideológico, ¿el Movimiento se convertirá en una fuerza política que puede dar estabilidad a las instituciones? Y por otro lado, ¿será capaz el Partido Democrático de salir de su eterna debilidad y de mirar otra vez a su izquierda? Más allá de la espada de Damocles de la escisión renziana, ¿la vuelta al gobierno será una victoria pírrica para Zingaretti y compañía? Las responsabilidades para el PD son muchas: ha conseguido  nombrar al comisario europeo que le toca a Italia –Paolo Gentiloni– y ha obtenido algunos ministerios importantes –Economía y Defensa, entre otros–, pero debe obtener resultados cuanto antes porque la “luna de miel” es flor de un día. Y si sale derrotado de esta aventura, entrará definitivamente en coma.

Si no quiere ser una nota a pie de página en la historia política italiana, el gobierno Conte bis no puede perder el tiempo y todos deben hacer de tripas corazón. Además, no puede hacer del antisalvinismo su única razón de vida, como en el pasado lo fue para el centro-izquierda el antiberlusconismo. A largo plazo, no haría otra cosa que reforzar a un trastornado Salvini que, aunque ha perdido el pedestal del ministerio del Interior para hacer propaganda, sabe utilizar sobradamente bien las redes sociales y aprovecharse de unos medios de comunicación que son corresponsables de sus éxitos electorales. Sin contar con que los problemas que le permitieron rentabilizar la insatisfacción, el cansancio y la rabia de una parte de los italianos siguen donde estaban.

El PD y el M5E deben demostrar, en síntesis, que tienen un proyecto de país. ¿Lo sabrán hacer? Y, sobre todo, ¿lo quieren de verdad? Si no es así, Salvini volverá, más fuerte y más crecido que antes. Y no quedará otra que pasar a la siguiente canción del álbum de Edoardo Bennato. ¿Su título? La fiera dei buoni sentimenti. No hace falta traducción.

AUTOR

  • Steven Forti

    Profesor asociado en Historia Contemporánea en la Universitat Autònoma de Barcelona e investigador del Instituto de Historia Contemporánea de la Universidade Nova de Lisboa.

     

    Fuente: https://ctxt.es/es/20190911/Politica/28264/gobierno-conte-bis-partido-democratico-movimiento-cinco-estrellas-italia-steven-forti.htm

Acerca de editor 5836 Articles
Ecuador-Today, agencia de comunicación.

Be the first to comment

Leave a Reply

Tu dirección de correo no será publicada.


*