Por CLARA RUIZ DE GAUNA
Por primera vez en la historia de EEUU, un presidente podría ser destituido de su cargo tras un juicio político. Para ello, los republicanos tendrían que buscar alternativas para mantener la Casa Blanca.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha sido protagonista de conversaciones delicadas, pero ninguna como la que acaba de poner en juego su mandato.
El Partido Demócrata ha puesto en marcha un proceso de impeachment (investigación) contra el presidente que podría no solo debilitar sus opciones de ser reelegido el año que viene, sino su actual mandato. El impeachment se ha iniciado tras la petición por parte de Trump a su homólogo ucraniano, Vlodímir Zelenski, de investigar al hijo de Joe Biden, vicepresidente del Gobierno durante el mandato de Barack Obama y favorito en la carrera por las primarias demócratas.
El proceso tiene que votarse en la Cámara de Representantes y pasar después al Senado, donde se celebraría el juicio político que podría derivar en la destitución de Trump por violar la Constitución y abusar de su poder. Para ello, se necesitaría el voto de dos tercios de los miembros del Senado, donde los republicanos tienen el control. Los dos procesos de impeachment que se han registrado hasta ahora en la historia de Estados Unidos han muerto en la Cámara Alta.
El cerco al presidente se escribe en clave electoral. A medida que avance el proceso, coincidirá en pleno con la campaña que culminará en las elecciones de 2020. Tras la inesperada derrota de Hillary Clinton en los comicios de 2016 frente a Trump, la división de los demócratas ha ido agudizándose, con crecientes presiones procedentes del área más a la izquierda del partido.
Con el anuncio del impeachment , los demócratas dejan claro que jugarán sus cartas hasta el final y que apuestan por la vía beligerante frente a la moderada, pero aún les falta encontrar un candidato de consenso y aura de ganador.
Los republicanos se encuentran en una tesitura similar. De momento, permanecen callados ante la convicción de que los votantes siguen siendo fieles al presidente. Algunos, no obstante, han expresado ya su disconformidad con Trump y la estampida podría ser generalizada si emerge un candidato con opciones a la carrera presidencial.
El magnate inmobiliario reconvertido a político estaba tan acostumbrado a las presiones de los demócratas y se sentía tan fortalecido en su cargo que no vio venir la que se avecinaba cuando pidió un favor el 25 de julio a su homólogo en Ucrania, Vlodímir Zelenski. Trump sabía que estaba siendo escuchado por personal de inteligencia, pero no tuvo reparos en pedirle que investigara al hijo de su rival político Joe Biden. Se trataba de una solicitud basada en intereses electorales que alarmó a un miembro del servicio de Inteligencia. Esta persona, cuya identidad se desconoce y que no fue oyente directo de las conversaciones, escribió un escrito de denuncia en el que asegura: «He recibido información de varios funcionarios del Gobierno de que el presidente está utilizando el poder de su cargo para solicitar la interferencia de un país extranjero en las elecciones estadounidenses de 2020». La denuncia, fechada el 12 de agosto, se hizo pública el jueves pasado, un día después de que la Casa Blanca desclasificara la conversación de Trump con su homólogo ucraniano. En ella se confirma que el mandatario pidió al dirigente ucraniano que investigara a Biden, aunque Trump insiste en que «no hubo ninguna presión». En la transcripción, que la Casa Blanca admitió que no es textual, sino que está basada en «notas y recuerdos» de funcionarios del Gobierno, Trump habría señalado a Zelenski que «sería maravilloso» que cumpliera sus deseos, algo que habría calificado como «favor». En el texto, sin embargo, no se alude a uno de los puntos clave en la acusación demócrata: que Trump habría bloqueado fondos de asistencia estadounidense a Ucrania como medida de presión para que Kiev investigara a Biden.
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El proceso de impeachment contra Bill Clinton fue muy rápido: comenzó en diciembre de 1998 con el voto a favor de todos los miembros republicanos de la Cámara de Representantes y concluyó en febrero de 1999 con su absolución en el Senado. Los ciudadanos estadounidenses ya habían olvidado para entonces la aventura extramatrimonial del expresidente demócrata con la becaria Monica Lewinsky. Aparentemente, también le perdonó su mujer, Hillary Clinton, con la que sigue casado. A raíz de su affaire, fue acusado de perjurio y de obstrucción a la justicia por mentir sobre la naturaleza de su relación con Lewinsky y, supuestamente, pedirle que mintiera. «No tuve relaciones sexuales con esa mujer», aseguró Clinton bajo juramento. Posteriormente, se comprobó que el mandatario sí había mantenido relaciones con Lewinsky, como quedó claro en unas grabaciones realizadas por su amiga Linda Tripp cuando Lewinsky le contaba los detalles de su aventura. Clinton admitió después haber mantenido un «comportamiento físico impropio», aunque negó haber cometido perjurio. Tras su absolución por parte del Senado, Clinton se mantuvo en el cargo de presidente hasta concluir su segundo mandato, en enero de 2001. Clinton, que había ganado a George H. Bush en 1992, cedió los mandos de la Casa Blanca a su hijo, George W. Bush. Años después de protagonizar y salir airoso del segundo proceso de impeachment en la historia de Estados Unidos, Clinton sigue siendo muy popular entre los ciudadanos americanos. Su Administración vivió un periodo de expansión económica en el que bajó la tasa de desempleo, se redujo la deuda pública y se equilibró el presupuesto.
Richard Nixon gobernó Estados Unidos entre 1969 y 1974, cuando se convirtió en el primer presidente en dimitir de su cargo. Después de lograr en un segundo intento las llaves de la Casa Blanca, Nixon comenzó con brío su mandato. Terminó la guerra de Vietnam, trajo de regreso a casa a prisioneros de guerra, suspendió el servicio militar y visitó China para reiniciar las relaciones diplomáticas entre ambos países. En 1970, sin embargo, todos los éxitos se apagaron por el caso Watergate, que estalló con el robo de documentos en la sede del Partido Demócrata. La investigación de los hechos, que la Administración de Nixon trató de evitar a toda costa, puso en evidencia una red de actividades clandestinas y abuso de poder que obligó al presidente a dimitir. Hasta 69 personas fueron investigadas, de las que 48 acabaron en la cárcel, muchas de ellas, funcionarios del Gobierno de Nixon. Con las investigaciones derivadas del caso Watergate, el mandatario republicano estaba abocado a un proceso de impeachment que muy probablemente saldría adelante y le convertiría en el primer presidente obligado a dejar su cargo tras un juicio político. Antes de su abandono voluntario, Nixon fue informado de que apenas quince senadores estaban dispuestos a respaldarle en el más que previsible impeachment. El proceso de recusación política terminó automáticamente con su dimisión el 8 de agosto de 1974, pero Nixon podía afrontar todavía cargos penales. Su sucesor, en la Casa Blanca, Gerald Ford, le concedió, sin embargo, el indulto completo e incondicional, inmunizándolo de cualquier crimen que pudo haber cometido como presidente.
Andrew Johnson fue el primer presidente estadounidense en sufrir un proceso de impeachment, una figura recogida en la Constitución de Estados Unidos que supone impugnar cargos a altos funcionarios para iniciar después un proceso de destitución. De catorce procesos de reprobación iniciados a nivel federal, sólo cuatro acabaron con una resolución condenatoria y, de momento, ningún presidente se ha visto afectado. En el caso del demócrata Johnson, sólo un voto en el Senado impidió alcanzar la mayoría de dos tercios necesaria para su destitución. Johnson asumió el cargo tras el asesinato de Abraham Lincoln, de cuya Administración era vicepresidente, convirtiéndose en el decimoséptimo presidente de Estados Unidos en 1865. Johnson fue sometido a juicio político después de destituir a su ministro de guerra, Edwin Stanton, que estaba protegido por una ley que limitaba el poder del presidente para despedir a ciertos altos funcionarios sin tener antes la aprobación del Senado. Años después, el Tribunal Supremo declaró que esa ley era inválida. El juicio a Johnson tuvo importantes implicaciones para el equilibrio entre el poder legislativo y ejecutivo en Estados Unidos. Del primer impeachment de la historia del país, se concluyó que no se puede procesar a un presidente simplemente porque no se está de acuerdo con sus políticas o con su estilo de gestión. Además, derivó en una limitación del poder de la Administración hasta tal punto que el presidente Woodrow Wilson calificó el sistema resultante de «Gobierno del Congreso», poniendo el énfasis en el creciente poder de la Cámara Baja en la deriva política del país, tendencia que se mantiene hasta hoy.
Nancy Pelosi, líder demócrata de la Cámara de Representantes, ha anunciado el inicio de un proceso de ‘impeachment’ contra Trump.
Comienza así una investigación en busca de pruebas contra el presidente.
Si el proceso tiene opciones de prosperar, se somete a votación en la Cámara Baja.
Para pasar a la siguiente fase, es necesaria mayoría simple. Hasta 218 miembros del Congreso han anunciado que respaldarán el ‘impeachment’, suficiente para la luz verde.
De ahí pasaría al Senado, donde se requieren dos tercios de los votos. 53 de sus 100 miembros son republicanos.
A la Bolsa no le gustan las incertidumbres, y mucho menos las que proceden de la arena política. Wall Street está viviendo el ciclo alcista más largo de la historia, que se prolonga desde diciembre de 2008, cuando se tocaron mínimos tras el colapso de Lehman Brothers. Parte de este impulso se ha conseguido durante la era Trump. Muchos analistas auguraban entonces una severa corrección de los mercados, pero ha sucedido justo lo contrario. Desde que Trump ganó las llaves de la Casa Blanca en noviembre de 2016, el S&P 500 se ha revalorizado cerca del 40%. Los analistas consideran que las subidas pueden continuar, ya que la mayoría estima que Estados Unidos puede sortear una recesión el año que viene. Sin embargo, firmas como AXA Investment Managers también advierten de que la economía americana está «a sólo un shock de cambiar de ciclo» y alertan del «elevado potencial de errores políticos». Es muy probable, además, que Wall Street prefiera a Trump como presidente frente a otros candidatos de la izquierda demócrata. Algunos, como Elizabeth Warren, se han convertido en el azote de las grandes empresas y en defensores de una mayor regulación. Según las últimas encuestas, Warren superaría a Biden en las primarias demócratas.
Fuente: https://www.expansion.com/economia/politica/2019/09/28/5d8f907be5fdeaa04f8b4653.html
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